Fernando Albelo: «La persona que cree que se las sabe todas no sabe nada»

4/11/2025

Es fundador y presidente de Defensores de La Boca Boxing Club. También director técnico de Karen Carabajal, la Burbuja, que el 7 de noviembre combatirá en Bolonia, Italia, ante la local de origen camerunés Pamela Noutcho Sawa por el cinturón ligero de la Organización Internacional de Boxeo, en el tercer lance de la argentina por la gloria.

«Estamos en la oficina, una habitación donde guardamos algunos elementos de boxeo y la documentación del club; el pago de los impuestos y ese tipo de cosas; algunas reuniones se llevan a cabo acá, igual que conversaciones en privado con los pupilos que entrenamos; hay asuntos que hablamos en este sitio; además, anotamos a la gente que se quiere incorporar a las actividades, cumple la función de una secretaría; la hemos adornado, llenado de cuadros de grandes campeones y leyendas del pugilismo, de acuerdo con los gustos nuestros; también hay retratos de algunos chicos del club; un poquito de todo».

Le dicen el Profe o Chiquito. El segundo es un apodo irónico, porque si compitiera como boxeador su talla lo introduciría en los pesos superiores. El tono ceniza de su barba corta y su pelo revuelto hace juego con la musculosa gris oscuro. «Motorhead», reza un tatuaje en el hombro derecho. «Black Sabbath», se lee en el opuesto. Tiene 49 años y es fundador y presidente de su propio ateneo deportivo, un predio situado en una esquina de un rincón pintoresco de casas bajas y antiguas en el que las vecinas se asoman a barrer la vereda y hacer los mandados con la calma y parsimonia propias de una pequeña aldea.

«Soy Fernando Albelo, director técnico de boxeo», inicia el audio de la presente crónica; «estamos en el Defensores de La Boca Boxing Club, una entidad que fundamos hace dos años en el barrio; es un sueño de toda la vida tener gimnasio en La Boca; me crié y formé en el Almagro Boxing Club, primero como deportista y después como entrenador; pasado el tiempo y los años, me fue picando el bichito de tener proyecto propio, con gente que defienda los mismos valores y objetivos de uno; encontramos el lugar, nos pareció el indicado; tenemos la suerte de que hay gente que nos apoya, que está acompañando».

«Poco a poco tenemos cada vez más socios, más chicos que compiten; el domingo lo hicieron algunos en el Gremio de los Encargados de Edificios; contamos con pibes en el nivel amateur, otros en exhibiciones y además boxeadores compitiendo de manera profesional; si se arriman, van a encontrar un club que abre las puertas a todos; puede venir gente de cualquier extracto social y condición física; no solamente boxeadores; cualquier persona, alguien que está estresado y desea hacer ejercicio o que tiene sobrepeso y quiere recuperar su forma o que manda el médico a hacer cierta rutina por un dolor muscular».

La Burbuja Carabajal y Fernando Albelo.

«Son todos bienvenidos; tenemos amplias instalaciones; 24 bolsas colgadas, un ring grande de piso y uno alternativo para los días de guanteo en que nos viene a visitar alguna delegación, gente de otros clubes; en ese momento habilitamos el segundo cuadrilátero, que es más chico, para los amateur, mientras los profesionales se desempeñan en el grande; el club está bien equipadito; en el patio hay un sector semi techado con bancos planos, pesos, cargas, mancuernas, barras para hacer dominadas y paralelas; poseemos un vestuario grande para que se den una ducha caliente después de entrenar».

La Bombonera queda a tres cuadras y el famoso puente transbordador de hierro sobre el Riachuelo a un kilómetro y medio. Bajo el vidrio del escritorio en el que está sentado el protagonista, pintado de azul y oro, como prácticamente todo el inmueble, hay una foto enorme del estadio de Boca repleto de público. Bajo el mismo cristal se divisan varias imágenes de la pasarela metálica, cuya silueta ilustra el logo de la entidad junto a un par de guantes. A espaldas del entrevistado, entre decenas de retratos de boxeo y fútbol, Miguel Ángel Brindisi, Diego Maradona y Hugo Orlando Gatti sonríen abrazados.

«En las paredes tenemos escritos nuestros valores, que son compañerismo, respeto, educación y disciplina; tratamos de que cualquiera que venga los conozca para que incorpore esa conducta», cuenta en referencia a la chapa blanca expuesta en lo alto de un muro exterior al despacho, que enumera esos conceptos en letras azules y estilo fileteado. Cerca hay una imagen de Juan Domingo Perón cuando era presidente. Una foto de Benito Quinquela Martín. Una instantánea de Muhammad Alí encarando a Joe Frazier sobre el ring. Una efigie del general San Martín. El rostro icónico del Che Guevara ataviado con su boina.

«Del origen de mi apellido no tengo la menor idea; todo lo que sé es que era Albello con doble ele, pero algún tatarabuelo lo escribió con una sola y así quedó; mis abuelos maternos vinieron de España, mis abuelos paternos, lo ignoro; mi abuelo José Albelo boxeaba y era de Lomas del Mirador [partido de La Matanza], cerca de Mataderos [el barrio porteño], donde nació mi viejo y casi todos son hinchas de Boca y Chicago; el abuelo José me hablaba de Justo Suárez y el Zurdo Lausse; de ahí viene el gusto que uno tiene por este deporte; te van llevando, te van contado historias y te vas metiendo».

Diseño de marca de Defensores de La Boca Boxing Club.

«Uno piensa cómo sería tal personaje; mi papá y mi abuelo hablaban maravillas de Lausse; mi abuelo era empleado de Nobleza Piccardo, muy laburador; mi viejo se recibió de abogado y mi vieja es ama de casa; mis abuelos maternos eran de Bolívar, tenían una fábrica de máquinas para producir aceite; me crié en el barrio de Almagro; por cercanía empecé a entrenar en el Almagro Boxing Club; mi familia no es muy grande, incluye a mi papá, que falleció, mi mamá y mi hermano Roberto, que tiene una empresa que se llama Capilea; nos ayuda mucho, esponsorea el club; somos dos hermanos y algunos primos».

«Esta disciplina, con la conducción, con los chicos termina siendo una familia; esto demanda mucho tiempo, muchas horas; no solo las que uno transcurre en el gimnasio, sino también las que pasa afuera; a uno le preguntan qué tienen que comer, cómo hacer un examen físico; a veces se necesita un sparring [compañero de guanteo] con ciertas características; quizás reside en otro lugar y uno tiene que ubicarlo; capaz que se pasa todo el fin de semana en un evento; esto lleva a conflictos de pareja; el boxeo demanda tiempo, si uno está comprometido con la disciplina y el bien del deportista».

«La única manera de hacerse boxeador es boxeando, como un nadador nadando y un corredor corriendo; cuando hay un festival, uno debe estar ahí para poder formar al pupilo; el entrenador es una persona altruista que da algo de sí al otro; respeto, aprecio y quiero mucho a los colegas porque sé el trabajo que hacen; lo veo día a día, semana a semana; voy a los festivales de la Liga Metropolitana y capaz que estoy un sábado completo, desde las tres de la tarde hasta las doce de la noche; los demás técnicos lo mismo y después tienen conflictos en su casa por las horas que están afuera».

«Pero bueno, es un sentimiento, lo hacemos con pasión, con ganas; nos gusta lo que hacemos y tenemos orgullo de adonde hemos llegado», se entusiasma el Profe, ahora de pie junto al ring, observando una sesión de sparring o simulacro de combate. Como telón de fondo hay una gigantografía anaranjada que pende a cinco metros de altura. «Carabajal», se lee en blanco sobre gris debajo de la imagen de Karen Carabajal, alias la Burbuja, que mira de frente con ambas manos apoyadas en la cintura. Dentro, como saliendo de su pecho, se asoma una foto menor de ella misma con los puños cerrados.

Una gigantografía de la Burbuja Carabajal adorna el gimnasio.

Son las diez de una mañana primaveral. La claridad potente que ingresa por el portón lateral con salida a la calle ilumina el gimnasio, saturado por el sonido de la campana electrónica, cuya estridencia provoca un efecto ensordecedor al mezclarse con la melodía de cumbia que sale de los parlantes, las maniobras del par de pugilistas que practica en el ring y los impactos de una decena de muchachos en las bolsas colgantes. La chicharra es un aparatito programado con un cronómetro en tres minutos por uno de descanso o dos por uno; esos lapsos dividen los distintos asaltos de los ejercicios de guanteo.

«Estoy orgulloso de la Burbuja, próxima a retar por el título mundial», menciona la contienda que se realizará 7 de noviembre en la ciudad de Bolonia, Italia; Karen enfrentará a la local de origen camerunés Pamela Noutcho Sawa por el cinturón ligero de la Organización Internacional de Boxeo; «de Miguel Chilavert, próximo a pelear [contra Nahuel Torres, apodado Relámpago] por el cetro argentino en Salta; de [Agustín] Quintana [alias Sugar], que le ganó [en noviembre de 2024] en Puerto Rico a [Marc Castro], un invicto americano; son pasos que dan orgullo y muestran que el camino está bien».

«A veces uno se plantea dejé de lado mil cosas, me gustaría tener mas tiempo para otras tareas; pero lo dedicamos a esto y nos gusta lo que hacemos», afirma; «los primeros recuerdos se remontan a lo que uno escuchaba acerca de Monzón o Bonavena, más que nada; las películas de Rocky [dirigidas y protagonizadas por Sylvester Stallone] son épicas, me dejaron marcado para toda la vida; mi tío le trajo a mi mamá una de las primeras videocaseteras que hubo en el barrio; existía un video club en la esquina; para un cumpleaños mío alquilamos Rocky uno, dos y tres; las vimos así, de un saque».

La cita será el 7 de noviembre en Bolonia, Italia.

«Quedé loco con Rocky; vi la cuatro en el cine en el estreno en 1985 con mi hermano y un pibe del barrio, Cristian, alias Lechuga, que era como otro hermano, se crió con nosotros; la cuatro es con [el actor Iván] Drago, la vimos en la peatonal Lavalle», se emociona Chiquito, ahora sentado en una butaca alta de madera en medio del salón; «en principio me hubiera gustado jugar al fútbol en Boca, básicamente; ni siquiera al fútbol, me hubiera gustado jugar en Boca; soy muy fanático; pero con los años me di cuenta de que no llegaba a debutar en primera y me puse a practicar boxeo en un gimnasio de barrio».

«Primero hice musculación y después pugilismo; luego fui a la Federación Argentina de Boxeo, donde estuve con Roberto Ruiz; terminé en el Almagro Boxing Club, que me quedaba cerca, y me instalé para toda la vida, fue como mi casa; llegué con 18 o 19 años y empecé a entrenar a las órdenes de Eladio Herrera [alias el Viejo, medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Helsinky 1952]; al poquito tiempo concurría regularmente, adquirí disciplina; Eladio me adoptó como discípulo, me empezó a aconsejar y me dio la libertad de instruir a otros alumnos, porque él estaba solo; había 30 o 40 pibes».

«Me decía Albelo, mirá, se anotaron tres, enseñales a caminar y tirar la izquierda; de su mano fui a prendiendo a dirigir a los nuevos, fui ganando confianza, me fui formando como entrenador; también asumí una conducta en la vida; al encontrarme en ese rol estaba comprometido con la enseñanza, lo que me limitaba para salir de joda; yo era de juntarme en la esquina con mis amigos», recuerda sus años de adolescencia y juventud en el barrio de Almagro; «capaz que pasaba la mamá de un alumno y yo pensaba uuuu, me está viendo acá; entonces, te va acomodando, te va ordenando eso».

Defensores de La Boca Boxing Club a pleno.

«Más de una vez vino la madre de un chico a decirme Profe, háblele usted a mi hijo, porque lo escucha más que a mí; eso te va llegando, te va despertando; uno dice uuuu, pará, me están tomando de ejemplo; uno asume la responsabilidad, entiende que esos chicos dependen de la conducta de uno, porque lo están viendo como un modelo», cuenta mientras toma el mate amargo; «en mi casa no teníamos ningún tipo de necesidad; yo estudié, fui al colegio; antiguamente, el boxeo estaba visto como algo marginal, de las clases bajas; soy de coleccionar, me gusta ver cómo fueron las cosas».

«Se hablaba de boxear para sacar la familia adelante; ahora si querés boxear necesitás vos el apoyo de tu familia», concluye con una carcajada; «el pugilismo hoy económicamente no es redituable; por un duelo a diez rounds te pagan dos millones de pesos y se pelea cada tres o cuatro meses, no alcanza para vivir; antiguamente, un boxeador competía por el título argentino y se compraba la casa; se peleaba para hacer una moneda, como Gatica y otros viejos campeones», discurre; «el boxeo no es tan marginal como se cree, va inculcando ciertos valores: disciplina, conducta, responsabilidad; que son buenos para la vida».

«En muchas familias les decían a los chicos no vayas al gimnasio porque te van a golpear o te van a hacer daño; hoy es al revés», destaca respecto del florecimiento que está experimentando el pugilismo en numerosas regiones de la Argentina; «hay una frase [del campeón mundial ucraniano Wladimir Klitschko] que pegamos en la pared: boxear es algo mágico, le da disciplina a quien es salvaje, fuerza a quien es débil y confianza a quien es tímido«, recita; «es así; yo he visto entrar al gimnasio a personas que con una cierta conducta van ganando un carácter, una confianza, una autoestima que da este deporte».

Aviso promocional de Defensores de La Boca Boxing Club.

Entre las miles de fotografías que llenan los muros del Defensores de la Boca Boxing Club, hay una veintena de letreros azules de chapa con caracteres dorados. Todos incitan a la búsqueda de la virtud. Uno contiene las palabras del ucraniano varias veces conquistador del cinturón de los pesados. «Para vencer un peligro, salvar de cualquier abismo, por esperencia lo afirmo, más que el sable y que la lanza, suele servir la confianza que el hombre tiene en sí mismo», aconseja José Hernández, autor del Martín Fierro. «El ataque me da la victoria», aduce Napoléon Bonaparte, «pero la defensa me hace invencible».

«No es, como se cree, que quienes boxean son marginales; acá está Karen, que es un ejemplo; se recibió de psicóloga con un posgrado en adicciones; ella demuestra que se puede trabajar, estudiar, competir y llegar a lo más alto en el boxeo sin dejar de lado los otros factores», sintetiza el camino de su discípula predilecta, además vicepresidenta del club; «Karen la Burbuja Carabajal llegó con 16 años estando yo en el Almagro Boxing Club y empezó una carrera; sin darnos cuenta, estaba haciendo exhibiciones; pesqué que era una chica fuerte; le dije de sacar la licencia; muy tímida, muy introvertida».

«Era muy difícil saber qué pensaba, porque no transmitía demasiado; era muy estudiosa, aplicada, tenía muy buenas notas en el colegio; fue trasladando esa conducta, esa disciplina al boxeo; empezó a venir todos los días al gimnasio, eso me hace pensar que puede hacer peleas, interviene en torneos que gana; con el paso del tiempo logramos cierta regularidad, que al principio costó, porque había combates buenos y malos; casi siempre ganaba, pero había días mejores que otros; al cabo de varias peleas amateur decidimos pasar al profesionalismo; así es como ella va aprendiendo a boxear».

«Yo voy aprendiendo a dirigir de la mano de ella y seguimos aprendiendo; siempre estamos aprendiendo, el que cree que se las sabe todas no sabe nada; la Burbuja es una especialista en seguir mejorando, incrementar la carga de trabajo; estamos próximos a pelear por el título del mundo; ya lo intentamos dos veces; una con Katie Taylor en Londres [2022], la otra con Rihannon Dixon en Manchester [2024], una pelea que para mí habíamos ganado, pero no con el margen que se necesita de visitante; ahora nos dio la posibilidad Mario Margossian de pelear en Bolonia el 7 de noviembre».

Fernando Albelo de pibe con su maestro Eladio Herrera, el Viejo.

Elizabeth Karen Carabajal, para nombrarla de forma completa, es porteña, tiene 35 años y compite en el peso ligero. En 27 peleas como profesional, suma 25 victorias, cuatro por nocaut, y dos derrotas, el par de lances mundialistas. El 7 de junio demolió a Micaela Soledad Domínguez, alias la Zurdita, en Cutral Có, provincia de Neuquén; la noqueó en el noveno. Así obtuvo el quinto cinturón de su andadura. Los palmareses anteriores son la corona argentina de la misma categoría y tres reinados del escalafón súperpluma: argentino, sudamericano y latino de la CMB (Confederación Mundial de Boxeo).

«En Almagro llegó un punto en que yo sentía que el crecimiento mío personal no estaba siendo apoyado por la comisión directiva», revela el Profe otra vez sentado en la butaca alta de madera, sin mosquearse por la cercanía de la campana electrónica, cuyo estrépito suena regularmente; «siempre había alguna traba, había que pedir algún permiso; no me sentía del todo acompañado, más allá de que es y sigue siendo el club donde me formé; pero bueno, llegó un punto en que dije quiero independizarme, tener un emprendimiento integrado por una junta que me acompañe y no que me este impidiendo la evolución».

«Vimos este lugar, que es un edificio viejo, pero sólido, bien constituido, de cemento, amplio», observa las instalaciones del gimnasio, que ocupa la planta baja de un inmueble de dos pisos; arriba vive la Burbuja con Abel Puche, su pareja, también instructor de la entidad, y Ludmila, la hija de ambos, de seis años; «lo vinimos a examinar, hablamos con los que lo alquilaban y llegamos a un acuerdo; había una fábrica de bombas hidráulicas que se llama Drotec; tienen maquinaria, les quedó chico el lugar y se mudaron al sur de la provincia», relata el surgimiento de Defensores de La Boca Boxing Club.

«Tengo una biblioteca muy nutrida en casa, soy coleccionista de revistas», confiesa el entrevistado una pasión adicional; «atesoro casi todos los números de KO Mundial; también de El Gráfico; guardo la serie completa de Ring Side, dirigida por Carlos Irusta; libros de boxeo cuento más de 200; de técnicos, de historia, biografías de boxeadores, guías pugilísticas, el Ring Record Book, que es una publicación estadística; hoy se consulta en Google, antes se buscaba en libros; además, acumulo historia argentina, me gustan mucho Felipe Pigna y Norberto Galasso; de fútbol y de Boca también tengo mucho».

La Burbuja Carabajal y Fernando Albelo observan una sesión de sparring.

«Mi vínculo con la prensa es el mejor», agrega respecto de un gremio con acceso habitual al escenario de la entrevista; «en este ambiente, tanto los deportistas como los entrenadores y los periodistas somos pro boxeo; por ejemplo, si uno ve a Carlos Irusta, se queda dos horas charlando; me ha llamado varias veces de la radio; me quedaría cinco horas; lo mismo Marcelo González o Sergio Charito; me los cruzo por la calle y nos ponemos a hablar de boxeo; en este ambiente el periodismo es muy de apoyar la disciplina; Osvaldo Príncipi; son gente del palo, tengo la mejor relación con todos».

«Para el futuro, la idea es que los chicos que están viniendo hoy puedan disputar algo importante, un titulo mundial, pero fundamentalmente que les vaya bien en la vida», concluye dilucidando su meta más trascendente luego de transcurrir un rato observando a dos nuevos contrincantes que hacen sparring; el protagonista de esta crónica apoya la tarea de la Burbuja Carabajal, que les da indicaciones a los pugilistas cada vez que la chicharra electrónica llama al intervalo entre vuelta y vuelta; «el objetivo de ser campeón sería demasiado fácil; más allá de eso, quiero que surjan buenas personas».

«Estoy orgulloso de que muchos de los chicos que han salido de nuestra escuela hoy tienen su ateneo; El Demonio Boxing Club, que está en Boedo, es de Ariel y Alan Arias; el Pana Hernández da clases; Castro Barros Boxing Club, de Rolando Colina; Boxeo MP, de Matías Páez y Lucho Correa; es un honor que el ring de ellos tenga mi nombre; Glew Boxing Club, de Jony Gutiérrez; el gimnasio de Federico Córdoba; Pisto Boxeo, una escuela que hay en Tierra del Fuego», sorprende mencionando el extremo sur argentino; «yo digo que son como nietos boxísticos, porque son los discípulos de mis discípulos».

En un tabique aledaño hay varios letreros azules de chapa con caracteres dorados. «Solo aquel que se arriesga a ir más allá es el que sabe hasta dónde puede llegar», firma Marcelo Domínguez, apodado el Toro, junto a una foto que muestra al Profe sonriente rodeado por tres decenas de jóvenes, el plantel de Defensores de la Boca Boxing Club. «Si te cuesta venir a entrenar, más te va a costar salir a pelear», advierte un cartel con firma del propio Fernando Albelo. «No importa qué tan bueno seas, sin disciplina no sos nada», pronuncia Myke Tyson; «disciplina es hacer lo que odias, pero debes hacerlo como si lo amaras».