Silvia González, de Estrellas Amarillas: «Somos las madres del crimen perfecto»

8/1/2022

«Cuando me tocó presentarme dije: somos las madres de tránsito, las madres del crimen perfecto, el crimen sin castigo ¿Qué hay que hacer en este país para que ustedes legislen? ¿Hay que matar al presidente? ¿Hay que matar a [Néstor] Kirchner? Después del asesinato de Kennedy, recién en 1968 cambiaron toda la legislación de tránsito en Estados Unidos, porque de los diez testigos clave que dijeron que no había sido Oswald, nueve murieron en accidentes y uno envenenado en menos de seis meses; como dice la película El Padrino: que parezca un accidente ¿Ustedes están avalando la forma de matar de la mafia? ¿Cuándo piensan hacer algo? ¿O ustedes no piensan que un auto es un arma?».

Sacha Viguera tenía siete años cuando el 29 de mayo de 2003 fue atropellado fatalmente por un automovilista que circulaba en infracción en el predio de la laguna Don Tomás, provincia de La Pampa. El criminal iba alcoholizado, excedido de velocidad, sin seguro, sin licencia de conducir y se dio a la fuga de la manera más cobarde.

La víctima agonizó hasta el 1° de abril siguiente, cuando falleció. La búsqueda de justicia para su hijo y otras víctimas de hechos similares convirtió a Silvia González, la mamá de la criatura, en un referente del sector civil en toda la Argentina. Ella es presidenta de la Fundación Estrellas Amarillas. En honor a Sacha, la Agencia Nacional de Seguridad Vial eligió el 1° de abril de 2020 para designar la estrella amarilla como señal vial obligatoria, incluida en el examen para obtener el registro de manejo.

La transcripción que encabeza esta nota refiere una anécdota ocurrida en el año 2004 en la Casa Rosada. Silvia integraba un contingente de familiares de damnificados de distintos tipos de delitos y de varias provincias. Habían sido convocados por la Presidencia en el marco del Programa Nacional de Lucha Contra la Impunidad.

Las palabras de la mamá de Sacha se dirigieron a Miguel Ángel Pichetto, José María Díaz Bancalari y otros miembros del Congreso. También a Horacio Rosatti, entonces ministro de Justicia. El efecto fue inmediato y sorprendente. Néstor Kirchner entró en el aposento al cabo de algunos minutos para dialogar mano a mano con ella.