Laura Coronel: «Mauro me gritaba Má, sacame de aquí, me están matando»

3/5/2024

Un video filmado por los policías torturadores en el colmo del sadismo dio la vuelta al mundo. El caso, aún impune, es promovido por Amnistía Internacional. El hijo de la voz de esta nota tenía 22 años, era padre de cuatro niños y trabajaba como vendedor ambulante en la ciudad de Santiago del Estero. El 5 de mayo de 2020 murió víctima de atropellos institucionales espantosos.

«Como mamá y como familia marcharemos el 6 de mayo; nos vamos a concentrar en la Plaza Libertad a las 9.30; nos desplazaremos hasta la Fiscalía, donde vamos a realizar el reclamo de justicia; ya pasaron cuatro años; no tenemos noticias; la fiscal [Erika Leguizamón] no nos contesta; nos responden que no está o no nos puede atender; es una vergüenza; es una fecha muy triste; no le deseo a ninguna madre que pase por algo así; es muy difícil; agradezco a toda la gente de otras provincias que siempre me apoyó en la lucha; me dio palabras de consuelo para que pueda seguir adelante; eso es lo que me motiva».

Laura Elizabeth Coronel denuncia que su hijo Mauro Ezequiel, que usaba el apellido materno, murió con 22 años el 5 de mayo de 2020 en el Hospital Regional Ramón Carrillo de la ciudad de Santiago del Estero tras cuatro días de horror. Según evidencia abrumadora, el joven, que se rebuscaba como vendedor ambulante de alfajores y bolsas de consorcio, fue detenido de forma arbitraria y salvaje, trasladado a la Comisaría Décima, ceñido a la intemperie semidesnudo y empapado durante horas con temperatura bajo cero, golpeado hasta perder la conciencia, desaparecido dos jornadas y abandonado en el centro de salud.

«El 1° de mayo detienen a Mauro porque la mujer lo ha denunciado por violencia de género; mi hijo no le pegó; después que el murió, ella me dijo que no le había pegado; mandó un mensaje a otro integrante de mi familia con lo mismo; que ella no lo quería denunciar; que la amenazaron para que lo hiciera; era lo de una vecina donde ella se metió; mi hijo fue a buscarla; ha sido todo aquí, en el barrio Santa Rosa de Lima; mi hijo quería que ella le diera los chicos para hacerlos dormir; ella supuestamente lo ha denunciado diciendo que mi hijo le había pegado; al menos yo no he visto que le haya hecho algo».

«Veo llegar dos camionetas policiales y a un motoquero, más o menos eran cinco o seis agentes», contó una vecina en diálogo con la prensa; «Mauro les explicaba a los uniformados que quería que le dieran la otra chiquita porque su mamá le había pegado; Mauro gritaba para hablar y los policías reaccionaron mal; lo golpearon en la pierna, a la altura de la rodilla, con un palo; se aflojó y cayó arrodillado; le empezaron a pegar entre todos los policías y lo tiraron arriba de la camioneta, en la caja; cuando se iban hicieron un disparo al aire para correr a los vecinos que a esa altura ya éramos muchos por el lío que había».

Una filmación hecha por los torturadores en el colmo del sadismo dio la vuelta al planeta. Dura menos de un minuto y está disponible en internet. Mauro aparece solo, de cuerpo entero, de pie y esposado a un poste en la penumbra del patio de la Comisaría. Se encuentra descalzo, en calzoncillos y con una remera húmeda y tal vez ensangrentada. «¡Oficial, oficial, oficial!», repite desesperado el cautivo con voz vacilante, que delata el efecto de la golpiza que está recibiendo, mientras forcejea con la atadura. Continuamente se cubre la cara con un antebrazo, en un acto reflejo para atajar posibles nuevos ataques.

«El video que vio todo el mundo fue filmado por los policías», cuenta Laura; «tienen un grupo de WhatsApp donde registran cómo torturan a los presos; los suben y se burlan; el que lo compartió en las redes sociales es algo del Gobierno [Germán Rodrigo Campos Ocampo, según aparece en Facebook, dice la entrevistada]; los asesinos son seis miembros de la comisaría; yo misma los vi: Pablo Enrique del Valle Palacio Giménez, Matías Nahuel Paz, Marcelo Sebastián Jiménez, Carlos Eduardo Salvatierra, Manuel Rafael Brandan Serrano y Marcelo Soria; lo tenían arrodillado con una bolsa en la cabeza; pude grabar, aunque sin imágenes».

A pesar de que a lo largo de estos cuatro años la madre nunca cesó en su reclamo de verdad y justicia, el caso permanece en cero. Jamás hubo un acusado. La familia carece de comunicación con los funcionarios del Poder Judicial hasta para las cuestiones más básicas. «El expediente no tiene carátula», se indigna Ignacio Fernández Camillo, abogado de la ciudad de La Plata que representa a la mujer; «era averiguación de causales de muerte; la cerraron; pedimos que la reabran; nunca contestaron; por otro lado, en el tema de apremios ilegales tampoco hicieron nada; tampoco hay imputación; no hay carátula».

«El comisario me sacó, me quiso quitar el celular para que no grabara cómo lo maltrataban, cómo lo golpeaban a mi hijo adentro de la celda», continúa Laura; «porque ellos se habían olvidado de cerrar y justo vi cómo lo tenían embolsado a mi hijo; hasta escuché un fierro que retumbaba en el piso; de repente mi hijo dejó de gritar; no sé si lo habrán desmayado a golpes; no sé…; sentí una impotencia…, un dolor grande; lloré muchísimo y no pude hacer nada por mi hijo, porque me sacaron con mi otro hijo; hasta lo querían detener a el, que pateaba la puerta, porque nos dolía mucho lo que le estaban haciendo a Mauro».

«Grabé cuando mi hijo estaba ahí, en la comisaría y me gritaba Má…; me gritaba fuerte, pidiéndome ayuda; …sacame de aquí, que me están matando, me dijo mi hijo; me partió el alma, me quise morir en ese momento; el estaba en la celda; se escuchaba todo, cómo aullaba para que lo dejaran de golpear; los únicos que estaban conmigo eran mi otro hijo y una sobrina; a ella la sacaron antes; quedamos mi hijo y yo, después el pateó la puerta del lugar donde tenían a Mauro; entonces ahí nos echaron a los dos; yo no quería irme, pero salí porque el comisario decía que iba a detener también a mi otro hijo».

«La Policía reventó a golpes a Mauro; le destruyó las costillas, los pulmones, el hígado; tenía el hígado hecho mierda; la doctora [Andrea Melani, precisa Laura] estaba tapando a los policías; tengo testigos de que la médica lo único que hacía era ponerle un calmante y a continuación se iba ¿por qué actuaba así la doctora con un ser humano?; porque recibía órdenes de arriba, recibía órdenes de la Policía; ella ignoró cuál era su trabajo; tenía que cumplir su deber de atender a mi hijo como a cualquier persona; eso me dolió muchísimo; mi hijo era una persona sana; le quisieron inventar otra cosa; primero Covid, después neumonía».

«El 5 de mayo a las seis o seis y media le avisaron al papá de Mauro, que se llama Walter Ardiles, que nuestro hijo había fallecido de un paro respiratorio; yo ni sabía que mi hijo estaba en el hospital; [quizás nunca me hubiera enterado] si no fuera por una vecina que me avisó por teléfono; es una falta de respeto de parte de las autoridades del hospital y de la Comisaría Décima; ellos tenían mi número de teléfono celular ¿por qué no dieron el parte a la familia? ¿por qué no nos avisaron que estaba en el hospital?; si no me avisaban, a mi hijo lo iban a desaparecer; iba a morir y lo iban a desaparecer a mi hijo».

Un informe forense inicial revela un «paro cardio respiratorio motivado por una falla multiorgánica; múltiples traumatismos que produjeron hematomas y una infección generalizada; a simple vista se observa un cuerpo lleno de moretones en la cabeza, los brazos, el abdomen y las piernas». Según concluye una pericia de parte, «las condiciones en las que permaneció privado de su libertad, el haber sido desprovisto de abrigo y golpeado en total indefensión a cielo abierto son la causa mediata de su cuadro mortal; el nexo entre la privación de la libertad, los tormentos y la infección subsecuente es indiscutible».

«En la primera autopsia salió que mi hijo mostraba hematomas, golpes…; taparon muchas cosas, porque tenía una pierna quebrada; algunos médicos dijeron que tenía quemaduras de picana en el cuello; después lo exhumaron, lo sacaron de aquí [el cementerio de Santiago del Estero] y lo llevaron a Buenos Aires, a la Corte Suprema de la Nación [el Cuerpo Médico Forense]; el video y todo lo que debía pasarme la fiscal Érika Leguizamón nunca llegó a mi abogado; eso estamos reclamando; el video, las pruebas, todo lo que hay de la reautopsia hecha en Buenos Aires; no podemos lograr que nos lo entregue».

«No fue una muerte por violencia, sino por un cuadro infeccioso», dijo Marcelo Barbur, ministro de Seguridad santiagueño, citando un informe forense al que otorgó carácter oficial, para responder a las repercusiones del crimen en la opinión pública; «un foco infeccioso pulmonar que produjo un paro respiratorio no traumático», definió; «el joven Mauro Coronel solo estuvo demorado unas horas en la seccional Décima; después estuvo en el liceo policial y luego internado en el hospital el día 2 de mayo; por ese problema de salud tres días después fallece, sin ningún tipo de lesiones internas por violencia».

En la República Argentina, según establece la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), muere una persona cada 20 horas en las garras de la violencia institucional. Santiago del Estero no es la excepción, ni mucho menos. Franco Isorni, presente. Clara Bravo, presente. Mario Salto, Felipe Jaimes, Leonardo Gallo, Sergio Godoy, Damián Godoy, Marcelo Costas, Silvia Maldonado, Clelia Santillán, Luis Moyano, Jonathan Llanos, Nazario Gómez Soria, Yanina Mendoza, Ramón Farías, Sergio Pogonza, Nancy Pereyra, presentes. Son sólo algunas y algunos. La lista sigue, sigue y sigue.

Periodistas locales destacados como Eduardo Espeche vienen investigando y denunciando los crímenes de la Comisaría Décima, que tiene el único antecedente de veredicto contra uniformados por torturas seguidas de muerte en Santiago del Estero. Fue en 2019, cuando fueron castigados cuatro agentes por el asesinato de Ramón Vázquez. Mauro Coronel por ahora tiene menos suerte y lamentablemente nunca se sentirá solo en el terreno de la injusticia. Muchos otros damnificados siguen esperando una respuesta. Uno es Darío Pérez, muerto en 2018 en iguales circunstancias y a merced de la misma dependencia.

Laura subraya el respaldo de santiagueños como Roxana Trejo, militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores, presencia habitual en las movilizaciones callejeras, y de actores nacionales como Noelia Garone, directora de Protección y Promoción de Derechos Humanos de Amnistía Internacional Argentina. Esta ha declarado: «Hicimos cuatro pedidos formales para reunirnos con la fiscal y ninguno fue respondido; fuimos nosotros los que logramos acreditar la participación de estos policías; el Estado podría tener que rendir cuenta ante los tribunales internacionales por el caso de Mauro Coronel».

El Comité Nacional para la Prevención de la Tortura, organismo federal, autónomo y autárquico que vela por las personas en contexto de encierro, también sigue el caso. Ha instado a las autoridades judiciales provinciales a determinar lo sucedido, sancionar a los responsables y reparar a las víctimas acorde con los pactos internacionales. Ha pedido una investigación realizada con prontitud y exhaustividad. Que se garantice a su madre el acceso al expediente y una participación activa en la pesquisa. Que se aplique el llamado protocolo de Minnesota, reglamento experto avalado por la ONU.

La voz de esta nota recuerda que Mauro era papá de cuatro niños y se esforzaba por establecer un vínculo con todos. Incluso se esmeraba por darles pequeños gustos. El primero, un varón de seis años, era fruto de la relación con una mujer y los demás, dos nenas y un nene, habían sido gestados con una segunda pareja. La entrevistada esboza a su hijo como una persona amable, solidaria, amiguera y deportista. Le gustaban el fútbol, el básquet, disciplina para la que tenía cierto talento, y el boxeo. Como tantos vendedores ambulantes, el joven realizaba su trabajo a pie y era conocido en todo el centro de la ciudad.

«Los hijos de Mauro preguntan por el; el primero siempre viene a casa; agarra el retrato que tengo del padre, lo besa; otra nieta, Naiara Nicole, llora; la he llevado al cementerio; dice Papá, por qué me has dejado; es más grande y ya entiende; llora; el fin de semana la tuve aquí en mi casa; me pidió un cuadrito de mi hijo y lloraba; cada vez que viene quiere la foto e ir al cementerio; pero no sé cómo va a reaccionar la madre, realmente; porque ella es la que ha hecho la denuncia, la falsa denuncia, de que mi hijo le había pegado y nada que ver; la jefa de la Comisaría de la Mujer me dijo que no había lesiones, no había nada».