Verónica Cardozo, mamá de Eduardo Rojas: «Son 23 años que vengo peleando»

24/7/2023

Su hijo, un estudiante de 18 años, recibió dos disparos en 2000 a la salida de la escuela en la ciudad de Salta. Ella sigue pidiendo justicia a través de la Comisión de Familiares que Luchan Contra la Impunidad y la Fundación Cintia Fernández.

«La Justicia dónde está. La Justicia no tiene que tener lástima de los asesinos, tiene que tenernos piedad a las víctimas. Somos los damnificados quienes quedamos con los recuerdos de ellos. Mi hijo tenía toda una vida por delante, todo un estudio por delante; se levantaba a las cuatro o cinco de la mañana, agarraba su bicicleta y se iba a trabajar lejísimo; hasta que se pudo comprar una moto y pudo darme mis medicamentos, todo para mí.»

Ella es mamá de Eduardo Rojas, un joven de 18 años asesinado de manera salvaje el 4 de julio de 2000 en la ciudad de Salta. El muchacho estudiaba, trabajaba y gracias a su empleo había logrado comprarse una moto. Al año siguiente emigraría a Buenos Aires, pues había aprobado el ingreso a la Escuela de Suboficiales de la Policía Federal.

El sueño del pibe se frustró cuando, a la salida de la escuela nocturna, sufrió un balazo en la cabeza y otro en la espalda con intención de robar el vehículo. Dante Nicolás Alfonso, entonces de 21, autor de uno de los disparos, recibió tres años y siete meses de cárcel en suspenso por una figura menor, homicidio en riña. Nunca estuvo preso. Es el único condenado.

La familia Rojas denuncia que el otro tiro fue obra de José Antonio Paz, de 17. Al parecer, este y Alfonso integraban una pandilla adolescente que aterrorizaba la zona. Los Bad Boys o los Guerreros se autodenominaba la horda, según la prensa local.

La madre participa en dos entidades civiles, la Comisión de Familiares que Luchan Contra la Impunidad y la Fundación Cintia Fernández, que aglutinan cientos de casos y son célebres por sus rondas en la Plaza 9 de Julio.

«Le pido a la Corte Suprema de Justicia que se aplique la ley en el caso de mi hijo y si estas palabras llegan al Presidente de la Nación, que me escuche. Quiero que termine la causa para poder descansar y ver por mis otros nenes, por el bienestar de mi familia.»

«Hagan eco»

«Soy Verónica Cardozo, de Salta capital. El caso de Eduardo está con la jueza Claudia María del Milagro Ibáñez, del Juzgado en lo Civil y Comercial de Instrucción 7. Marcela Verónica Dávalos, la defensora oficial, es apoderada del expediente mío. Todavía están haciendo los trámites por embargo contra Dante Nicolás Alfonso, así que tenemos que esperar un poco más.»

«Es una sola persona que está condenada, los demás delincuentes la Justicia no los buscó ni los juzgó, están libres. Pido cadena perpetua para todos estos asesinos que le quitaron la vida a mi hijo Eduardo Rojas.»

«Saludos a todos los periodistas de allá, de la Capital [Federal]. Que no se olviden de la gente humilde de acá, de Salta. Porque muchas veces uno habla y dice cosas, pero las palabras se las lleva el viento. Les pido que hagan eco de la Comisión de Familiares que Luchan Contra la Impunidad.»

«Hay muchas mamás que necesitamos justicia, porque no tenemos justicia todavía; los casos quedaron ahí; desde la pandemia que no podemos salir a marchar; ahora ya estamos grandes, no estamos con tanta fuerza como antes para salir a dar tres, cuatro o cinco vueltas a la Plaza 9 de Julio».

«Pedimos por medio de ustedes, señores periodistas, que nos ayuden, que por favor no se olviden de que acá hay gente humilde como yo, que no tenemos para llegar hasta ahí, hasta la Capital, para pedir justicia».

«Era mi hijo mayor»

«Voy a decir unas palabras para el señor presidente de la Nación, el doctor Alberto Fernández. Que por favor nos reciba a [los integrantes de] la Comisión de Familiares que Luchan Contra la Impunidad, porque hace 23 años que vengo peleando; desde que le quitaron la vida a mi hijo siempre di la vuelta a la plaza para pedir justicia».

«Hoy no podemos salir a pedir justicia porque estamos todos enfermos, grandes, mal de salud; somos muchas las familias que necesitamos que nos reciba el señor Presidente de la Nación; yo quiero llegar hasta el y hablar con el, explicarle cómo sucedieron las cosas».

«Estos salvajes así le quitaron la vida a mi hijo, salvajemente; mi hijo no se merecía; ha ido a rendir a Buenos Aires para suboficial y le quitaron la vida; no le dieron oportunidad de seguir adelante. Mi hijo trabajaba y estudiaba, era un chico que vivía por su familia, por su hogar, por seguir adelante por todos; destruyeron la vida a mi familia; a mí me destrozaron totalmente porque era mi hijo mayor.»

«Señor Presidente, acá tenemos mucha gente que se está quedando sin justicia. Necesito que nos reciban, que se pongan en contacto con nosotros o con la Fundación Cintia Fernández, de Ana Fernández, para poder llegar a la Capital. Porque ya es mucho, son 23 años que vengo luchando por justicia por mi hijito Eduardo Rojas.»

«Sé que el me da fuerzas, me da valor para seguir adelante y bueno, acá estoy siempre. Eduardo presente. Eduardo presente ahora y siempre. Espero que estas palabras lleguen al señor Presidente de la Nación.»

«Trabajaba y estudiaba»

«El 4 de julio de 2000 mi hijo fue asesinado por 15 malvivientes [con] tres armas de fuego y una tumbera. Fue disparado por la espaldita y [además] tenía un impacto de bala en la cabeza. Los pertrechos fueron lavados con lavandina y luego escondidos.»

«Tuve mucho tiempo para agarrar a estos delincuentes. No los podía capturar la Policía, la brigada, digamos, que es trabajo de ellos. Tras largo tiempo que no podía dar con ellos me tuve que disfrazar mucho tiempo, cambiarme en las orillas de los ríos para seguir buscando a estos delincuentes que terminaron con la vida de mi hijo.»

«Eduardo era mi hijo mayor, trabajaba y estudiaba. Se fue a examinar a la Escuela de Suboficiales a Buenos Aires. Rindió bien, tenía que incorporarse en febrero del año que venía, 2001. No lo dejaron estos delincuentes porque le quitaron la vida. El veía por mí y por sus hermanas, me quede sola con mis hijas.»

«Salí adelante, gracias a Dios, sigo andando, pidiendo justicia por Eduardo, sigo yendo a la Ciudad Judicial. Tantas marchas que hice, ni un viernes bajaba los brazos, todos los viernes estaba marchando. Después de la pandemia ya no fui a las marchas, pero sigo yendo a la Ciudad Judicial, viendo el caso de Eduardo.»

«Me han amenazado»

«Desde que le quitaron la vida a mi hijo siempre me han amenazado de muerte para que no vaya a pedir justicia, que no vaya al escrache social, porque va a haber otra víctima y tienen el chumbo para mí. A la Justicia le digo esto. No sé cómo voy a poder seguir con mis hijos porque ellos tienen miedo de salir conmigo. Entonces yo no salgo con ellos, salgo aparte y si salgo me esperan en el centro o me esperan en otro lado.»

«A mi otro hijo lo tuve que mandar lejos a estudiar por miedo de ellos. Porque ellos son los poderosos, ellos tienen el chumbo. Entonces yo me siento mal en esta sociedad porque veo que la Justicia no está haciendo su trabajo y si me pasa algo o les pasa algo a mis hijos no sé qué sería de mí.»

«Eduardo fue a la escuela de Villa las Rosas y después, como había, digamos, partidos políticos, lo cambiaron a la Escuela Provincia de Buenos Aires; luego la nombraron Colegio 2 de Abril. Cuando lo pasaron ahí ya no podía volver a la escuela anterior. Faltó tres días; no quería ir; yo le dije papito, tenés que seguir, porque tu carrera ya está.»

«Faltó esos tres días y después fui al colegio. El me dijo mamá, yo no quiero ir a ese colegio, porque roban mucho y pegan. Yo le dije vos salite temprano o avisame y te voy a buscar. A muchas reuniones fui, andaba todo bien. Después que pasó un mes, me le pegaron a Eduardo para robarle la bicicleta.»

«Pasó una semana y media, por ahí. El llevó su moto, era el 4 de julio de 2000. Estos tipos eran más de 40 personas, estaban en la Plaza de la Veloz del Norte, que le llamamos acá en Salta capital. La Policía estaba pero no los corrió, no les hizo nada. Los tipos siguieron y siguieron hasta que salieron los chicos a la noche.»

«Cuando mi hijo salió se inició la balacera. Empezaron a correr a todo el mundo con balas. Había dos maestras, una se quedó detrás de un auto y las balas pasaban. Los tipos dieron la vuelta y le dispararon por la espalda a mi hijo, a Eduardo, y otro impacto tenía en la cabeza.»

«Me disfracé de maestra»

«Estos delincuentes se llaman Dante Nicolás Alfonso, José Antonio Paz, hay dos Delgado, Luis Miguel [Ángel] Delgado y el otro [Diego César Luis] Delgado, que son hermanos. Son muchos, son 15. Carlos Ferreyra, Marcos [Guillermo] Rivadera, Héctor [Arturo] Peredo. A veces de nombrarlos me da más bronca, porque la Justicia no hizo nada por un estudiante salteño.»

«Como autores son Alfonso y el que le disparó en la cabecita, Paz. [Otros son] Diego Orlando Figueroa, Diego Matías Exequiel Arandia. Carlos Ferreyra tiene caídas como pelos en la cabeza en la Policía. Este tipo entra y sale, nadie le hace nada. Para mí es el que me amenaza. [José] Daniel Rojas y otros como eran menores de edad no los pusieron, entonces faltan.»

«Mala gente que vive robando, que son delincuentes; viven robando, haciendo daño; pegan a las mujeres embarazadas, a las mujeres que tienen niños, a los ancianos; les quitan sus pertenencias. Entonces, en qué sociedad vivimos.»

«Hace poco fui a la Ciudad Judicial; me hablaron, fui y me dijeron que habían secuestrado dos máquinas electrónicas de gomería. Les contesté mi hijo no vale dos máquinas. Que se haga lo que firmaron en los papeles. Ellos en ese entonces, cuando le quitaron la vida a mi hijo, eran mecánicos de alta categoría. Yo no era nada para ellos, entonces los señores jueces han firmado.»

«No los encontraba la Justicia por ningún lado; siempre iba a la brigada y me daban la misma respuesta. Ya como que me cansé. Iba a la Quinta Nominación [el juzgado]. Lo mismo, no había ninguna novedad. Entonces, qué me quedó; qué pensar; no dormía la noche entera; me cansé de llorar, de pedirle a mi hijo que me ayude.»

«Tuve que agarrar unos delantales que [usaba cuando] iba a la Cruz Roja y llevar [los] en un bolso a la orilla del río y cambiarme. Me disfracé de maestra y fui a buscarlos. Preguntando, preguntando, a la tercera semana me dijeron sí, los vemos acá, los tipos andan por acá, señora, pero usted no tiene que andar, me advirtió una mujer.»

«No tiene que andar, por qué le digo, porque estos tipos son delincuentes, no tienen, digamos, miedo de nada, ellos te disparan o te hacen algo, no ande por acá. Yo no me achiqué, por mi hijo yo fui. El tipo sabe dónde vivía, en un barranco grande alto, que andaban los caballos por abajo y por arriba.»

«Quiero que los vayan a buscar»

«Ese día que lo agarré al tipo, era que mi hijo me decía este, mamá, ahí está, mamá. Me agarró como calofríos, me cansé de llorar ahí parada, calladita. Vi de espaldas al tipo. Vivía en una choza que tenía de cartones, de bolsas. El tipo tenía de todo; después la brigada me contó que tenía navajas, que tenía cuchillos, que tenía cadenas, que tenía de lo que el quería comer. El tipo no salía; tan solo a la noche y los domingos a hacer sus fechorías.»

«El resto lo mismo. A uno lo tuvieron en el horno de barro casi dos años. El otro, cavaron los padres bajo de la cama una fosa; lo tenían escondido ahí; de ahí lo sacó la brigada. Está escrito que los sacaron de ahí a los delincuentes.»

«Entonces, digo yo, la Policía, la brigada dónde está. Yo tuve que hacer el trabajo de ellos, por mi hijo seguir adelante con esas cosas. Cuando lo encontré me pedían en la Quinta Nominación [el juzgado] un escrito, que haga una denuncia. Les dije yo no quiero denuncia, quiero que los vayan a buscar, porque el tipo esta ahí, se va a escapar y es peligroso.»

«Entonces fueron a buscarlo, lo encontraron. Fueron a mi domicilio, pedí que fueran de civil porque realmente tenía muchísimo miedo en ese momento y ahora lo sigo teniendo. No crean que se me ha ido el miedo, no, yo sigo teniendo miedo de andar por la calle, de andar por ahí. Usted no sabe si están ahí o están en otro lado. Porque estos tipos no merecen estar entre medio de la sociedad, uno de ellos es violador.»

«Lo agarraron, lo mandaron a la cárcel a uno de ellos, a Alfonso. Cosa que nunca pisó, nunca pisó una cárcel; porque se hizo el loco; el juez lo mandó al domicilio. Ahí no lo controló nadie, nadie, nadie. Todos salieron a la cancha, salieron a perpetrar las delincuencias que hacen. Entonces, acá no hay justicia para nosotros, digamos. Yo quiero tener justicia por Eduardo, eso es lo único que pido, justicia y que el caso termine.»

«Que estos tipos se pudran en la cárcel y los padres por tapetes, digamos, por otras cuestiones, que los encubrieron a estos. Son sus hijos, pero los pudieron entregar a la Justicia, decir acá esta mi hijo. Ellos no, [a uno] lo metieron en el horno de barro, [para otro] cavaron bajo de la cama y a otro lo mandaron a vivir en el barranco alto, le llevaban todo en la noche.»

«Tuve que seguir»

«En 2011 fui demorada por la Policía, dijeron que mi hermano tenía mal la luz de la camioneta, que iban a hacer una investigación. Nos llevaron a la calle Bolívar, nos tuvieron desde las tres y media de la tarde hasta las once y media de la noche.»

«Llegamos allá, nos sacaron la ropa. A mí me hicieron [realizar] 30 abdominales desnuda. Ellos podían mirarnos de arriba abajo y uno no podía mirarlos ni a los talones. Me levantaban el pelo con los reglones; me pegaban con los reglones en los brazos, en las piernas para que pudiera hacer las 30 abdominales.»

«Los denuncié. Quedó ahí. A mis niñas también las trataron mal, a mi hermano, a mi cuñada los tuvieron como Dios los mandó al mundo también, igual que yo. Después me dijo uno no vaya a ir al escrache social por los asesinos, los delincuentes.»

«Tuve que seguir, seguir y seguir en la lucha. Viendo de dónde era que venía eso. Ahí me di cuenta de que Dante Nicolás Alfonso, autor del disparo de mi hijo, le disparó por la espaldita, tenia un tío policía y bueno, eso para mí que es mandado.»

«Pero no terminó ahí. Me hicieron entrar a la Ciudad Judicial. Me dijeron que me iban a atender. Pero después no me hablaron más. Cuando fui pregunté cómo va el caso [de] que me tuvieron ahí. Me dijeron que luego me iban a citar. No me llamaron y quedó ahí el sumario, cerrado, digamos, permanezco con la duda.»

«Me fui a tomar la presión a la salita, como siempre recomienda el médico. Más o menos como a las cinco y media, por ahí, estábamos yendo con el aparato en mi mano y se sube una moto a la vereda, una moto grandísima con dos tipos. Yo qué hice, me tiré al costado de la vereda, me golpeé toda la espalda, las costillas.»

«Al poco tiempo no pude caminar, andaba agarrándome de las cosas y gracias a los médicos que me volvieron a hacer caminar ahora ando bien, camino sin dificultades. Pero sí tengo mucho dolor de columna. Porque me golpeé, tenía bastantes moretones; me lastimé las manos, las rodillas, la cara. Porque me tiré, no pensaba otra cosa que tirarme. Los tipos se iban encima mío y al ver que yo no me movía los tipos arrancaron con todo y se fueron.»

«Todo fue quemado»

«Fue quemada la grutita de Eduardo y venía pensando en todas estas cosas que me hicieron y me vino un infarto. Los médicos del Hospital Oñativia, de San Bernardo, me salvaron la vida, por eso estoy hablando y pidiendo justicia. Si no, bueno, ya hubiera quedado el caso de mi hijo cerrado. Nadie se iba a acordar, porque mi familia tiene miedo, mis hijos tienen miedo, mi esposo tiene miedo.»

«Le hice un mural a mi hijo donde le quitaron la vida, una gruta y fue quemada, fue quemado todo. La gente que pasaba, una señora ha ido a mi casa. Eduardo hacía milagros, porque ella estaba enferma y le apareció plata en su cajón.»

«Como ella, mucha gente ha dejado cositas; ha dejado rosarios, pulseras, estampas para mi querido hijo y fueron quemadas. La estampita del Señor del Milagro, que tanto en el día de el toda la sociedad sale con buena fe a pedir trabajo, salud y bienestar por nuestros patrones. Todo eso fue quemado por los malvivientes estos.»

«Tuve un infarto. Quedé mal y no me puedo acordar las cosas, las pongo en otro lado. Entonces, no estoy bien y yo quiero estar mejor para mi familia, para verlos crecer a mis hijos, verlos en sus carreras que han elegido, que estén bien, que trabajen, eso quiero.»

«Mi familia está conformada por mi esposo y mis hijos; tengo tres nenas y un varón; también tengo tres nietos. No quisiera que le pase nunca nada a mi familia ni a mis hermanos, a ninguno de mi familia, porque sería un doble sufrimiento que estos delincuentes, como han amenazado, hagan lo peor.»

«Le pido a Diosito que nos proteja y proteja a mi familia, porque yo poseo mucha familia. Tuve cinco hijos, me quedé con cuatro por estos delincuentes. Se merecen la cárcel perpetua. A mí me amenazaron de muerte; que tienen el chumbo, que tienen esto, lo otro; que no vaya al escrache social porque me va a pasar esto, le va a pasar a mi familia.»

«Ahora mi familia se hizo a un lado, ya no me acompaña a las reuniones, ya no van a las marchas. Cuando hay que ir a la Ciudad Judicial no me pueden acompañar ellos, porque tienen terror, tienen miedo.»

«A veces va a la una y media de la noche la Policía a mi casa a decirme que me presente al otro día. Por qué. No sé por qué. A los delincuentes creo que no los encuentran en el domicilio; pero a mí sí. A qué voy. Ustedes, como fiscal, como juez o como periodista dirán cómo sigo yo. A qué me refiero. Que el caso ya termine.»

«De salud ando mal. Esto viene desde que me disfracé y busqué a los tipos; después me amenazaban; venía con la presión alta, con idas y venidas al médico. En 2011 tuve un gran problema también con mi salud, con la diabetes, que no podía ver.»

«Estoy bien, mamá»

«Ustedes no saben el sufrimiento, el dolor que tengo, porque a Eduardo no lo voy a volver a ver más. Pero yo sé que me acompaña; en cada momento está el, en cada suspiro que doy está el; dándome fuerza, dándome aliento para seguir adelante y hacia sus hermanos y hacia su padre.»

«El infarto, cuando me dio, era fatal, ya me iba de este mundo. Veía que iba gente de gala, ángeles de todo tipo. Había una raya blanca y apareció Eduardo; me agarró de la campera, me puso a un costado y me dijo mamá, no pasás, por los chicos; los chicos, mamá; yo estoy acá bien; estoy bien, estoy bien, mamá. Eso es lo que me dijo mi hijito y bueno, desperté al otro día. Como que era del otro mundo cuando me agarró el infarto.»

«Hay otra cosa también que les voy a comentar. Cuando nos quemaron la grutita me dio mucha tristeza, mucha pena, mucho dolor. En la noche me fui temprano a acostar; más o menos a las ocho me habré ido a acostar. Lo soñé a mi hijo, que me decía mamita no sufras por mí, yo estoy bien, perdoname porque yo no sabía que me iban a disparar por la espalda.»

«Eso me dijo Eduardo. Yo no sabía, mamá, que me iban a disparar por la espalda; están los chicos, otra vez, están los chicos; yo estoy bien, mamá. El estaba bien, como era, me hablaba bien. Hablábamos así y hasta recordábamos a los chicos. Bueno, eso es lo que yo quería comentar. Todo lo que me pasó y que lo sueño siempre a mi hijo y bueno, que me dé fuerza y valor mi hijito, mi Eduardo, que yo sé que está bien.»