Pamela Aramayo: «Me quiero ir a casa, acá se pudrió todo, dijo Romina»

13/6/2025
por Lucio Casarini
Su hermana menor, que tenía 25 años y una hija de ocho, apareció muerta violentamente el 10 de abril de 2014 en las afueras de San Salvador de Jujuy. Una hipótesis apunta al cabaret donde la víctima había trabajado, concurrido por policías y funcionarios. La voz del testimonio cree que entre los comprometidos están el padre de la pequeña y una amiga de la fallecida.
«¿Cuál es la intención de ocultar todo esto? Y bueno, que ellos estaban ahí; estaba involucrado todo el Gobierno; quien era gobernador en ese entonces, Eduardo Fellner; se habló de que el, su hijo, varios jueces reconocidos y la Policía eran asiduos clientes del club nocturno, donde se ejercía la prostitución; había trata, droga; todo el mundo sabía, pero nadie hacía nada. Mi papá se enfrentó a todo eso; dio nombres; todo lo posible hizo mi papá. A raíz de eso se retoma la investigación, cambiando de fiscal; [asume] Diego Cussel; nos dijo que era difícil, habían pasado varios años; hizo lo que pudo, lo que el otro fiscal no hizo».
«El verdadero amor perdona», rezaba el tatuaje, impreso en la espalda, que permitió identificar a Romina Magalí Aramayo (foto principal). El cuerpo se encontraba en un estado espeluznante debido a lesiones múltiples y varios días de descomposición. Fue hallado el 10 de abril de 2014 cerca de un canal derivador del dique Los Molinos, a pocos kilómetros de San Salvador de Jujuy. Como Juan Víctor, el papá de la chica, padecía una dolencia cardíaca, los investigadores se comunicaron con la mamá, Zenaida Fernández, encargada de la certificación. El salvajismo del femicidio conmocionó la opinión pública provincial y nacional.
«Soy [Sandra] Pamela Aramayo, hermana mayor de quien en vida fuera Romina Aramayo, una joven de 25 años que fue asesinada cruelmente en San Salvador de Jujuy», comienza el audio de esta nota. «Paso a contarles el caso, que hasta el día de hoy sigue impune; el 6 de abril se cumplieron once años; es el día de hoy que no tenemos justicia, no tenemos detenidos, no tenemos nada en la causa. Nosotros vivimos en Libertador General San Martín, [departamento de Ledesma] alejado de la capital, San Salvador. Ella tenía una hijita de ocho años, estaba juntada, en pareja con Nicolás [Ángel] Villarruel, el exmarido».

Pamela Aramayo, la voz del testimonio.
«Un día estábamos en casa, estaba papá, estábamos en la casa de mi abuela, cuando se aparece Nicolás Villarruel diciendo que Romina se había ido a San Salvador de Jujuy; que él no sabía a qué y que la había dejado en la terminal con una amiga; que le había dicho que iba a cobrar una plata que le debían; eso le dijo Nicolás a mi papá; que él prácticamente no sabía nada a qué iba Romina a San Salvador; eso le dijo a toda la familia; no sé a qué se fue, yo la traté de retener, don Juan; así se llamaba mi papá; la traté de retener, pero ella se fue; la dejé en la terminal con una amiga que se llama Jésica [Andrea] Pantoja».
Como cuentan Pamela y Zenaida en la entrevista del siguiente video, Romina había ejercido la prostitución en el Wolf Night Club, un cabaret de las afueras de la capital provincial, y se caracterizaba por una personalidad avasallante. Sabía karate y boxeo. Además, era bastante corpulenta. Una de las fotos de esta cobertura la muestra con indumentaria de la Policía de Jujuy, algo que quizás podría estar conectado con su oficio clandestino, pues la clientela del burdel incluía a miembros de la fuerza de seguridad. Sin embargo, al parecer, en 2013 había decidido volver al pago para iniciar una vida distinta.
«Ante todo esto, mi papá muy enojado llama a Romina por teléfono y le pregunta a qué se había ido a San Salvador», continúa el relato de la hermana mayor, «pensando que se había ido con la amiga a bailar, a una fiesta, qué se yo, todo eso; ella le contesta, le dice papá vine a San Salvador a cobrar un dinero que le deben a Nicolás; el lo sabe bien, el me mandó a cobrar; cosa que mi papá en ese entonces no le creyó, porque Nicolás estaba con que no la había mandado, que esto, que lo otro, que no fue así; por lo que mi papá finalmente enojado la retó».
Pamela Aramayo y su mamá Zenaida Fernández con periodistas jujeños (19 de voviembre de 2021).
«Ella partió el viernes 4 de abril de 2014; desde entonces no sabemos nada», precisa el testimonio de esta cobertura el arranque de una cronología que suma once años. «En ese tiempo, Nicolás se presentaba por todos lados haciéndose ver; en casa de una familia, de otra; nos pareció raro que anduviera por todos esos lugares durante el transcurso del viernes y el sábado. Llegó el domingo; comenzamos a preocuparnos porque mi papá llamaba, mi mamá llamaba y Romina no contestaba el teléfono; no contestaba, no contestaba. Su última conexión en WhatsApp había sido el sábado 5 de abril a las 13″.
«La voy a matar», solía expresar Villarruel, cuando se disgustaba, en referencia a la víctima, hace memoria Pamela en el video. «Del primero que van a sospechar es de mí», repetía atemorizado al comenzar la investigación. Respecto de Jésica Pantoja, es la última persona que vio con vida a la fallecida y conservaba la mochila de esta con algunas pertenencias. Otro implicado clave sería Diego Martín Alemán, alias Chicago, patovica o encargado del Wolf. «Me peleé con mi novia, casi la mato», respondió el sujeto a algunas chicas del burdel que esa noche le preguntaron por qué estaba visiblemente arañado y golpeado.

Cartel difundido durante la búsqueda de Romina Aramayo.
«Preocupados, nosotros seguíamos intentando; la llamamos todo el domingo [6 de abril]; su celular daba apagado, apagado. Llegó el domingo a la noche; Romina no contestaba, no respondía el teléfono. Empezamos a llamar desesperados a todos los hospitales de la ciudad de San Salvador, empezamos a buscar por todos lados. Al otro día, el lunes, mi mamá y mi papá se deciden a ir a hacer la denuncia por desaparición; nos toman la denuncia y todo eso. Después pasaron cuatro días; llega el terrible día jueves; llaman por teléfono a mi papá; le pidieron que se presente acá, en Libertador, en la Comisaría».
«Le preguntaron cómo era Romina; les dio las características de ella», avanza la narración sosegada de Pamela. «Le informaron que lamentablemente habían encontrado un cuerpo en el barrio Los Molinos de San Salvador, al borde de un canal, en una garita; que todo parecía coincidir con que se trataba de Romina. Una vez que le tomaron los datos y todo, fue reconocida por un tatuaje que ella tenía», rememora el indicio inequívoco de la víctima. «Era mi hermana; habían encontrado a Romina asesinada, tirada en un costado de un canal, al lado de una garita, en un barrio alejado, en las orillas de San Salvador».

Romina Aaramayo con indumentaria de la Policía de Jujuy.
«Nos enteramos de todo eso y comenzó la lucha de mi papá y mi mamá, de todos, por obtener justicia por mi hermana. Todo eso nos lleva a abrir la investigación. Se hizo cargo un fiscal, Carlos Farfán. A todo esto, la necropsia dio que ella fue asesinada; murió por politraumatismos en todo el cuerpo; en la cabeza; o sea que la reventaron a patadas, a piñas; tenía en todo el cuerpito marcas de borcego. El médico forense que hizo la necropsia nos dijo que tenía signos de defensa y que todo el cuerpito presentaba marcas de botines, de borcegos, como los que usa la fuerza policial; también fue violada, empalada.»
«Tenía golpes en la cabeza con un objeto contundente, reveló la necropsia; esa fue el motivo del fallecimiento. Se abre la causa ¿Quién investiga? El señor Carlos Farfán. A través del escudriñamiento nos dimos con que Romina trabajaba en un club nocturno en San Salvador. Asimismo mediante las pesquisas se descubrió que en ese local había trata de personas, explotación sexual, droga; y concurría gente del poder, del Gobierno, fiscales conocidos, jueces, incluso la Policía, que tenía como un lugar reservado para los jefes. En ese club nocturno donde se ejercía la prostitución y todo lo que mencioné».

Romina Aramayo con Nicolás Villarruel, el padre de su única hija.
Carlos Enrique Farfán, el primer fiscal del expediente, es acusado por la familia Aramayo de haber obstruido la pesquisa de manera flagrante durante años. El escándalo provocó su reemplazo por Aldo Hernán Lozano y más tarde Diego Cussel, que obtuvo indicios determinantes y en 2022 pidió la elevación a juicio, sin éxito, con tres acusados: Nicolás Ángel Villarruel como supuesto homicida, Jésica Andrea Pantoja como encubridora y Gabriel Osvaldo Zapana, comisario, ídem. La querella, de todas maneras, siempre dudó de los roles asignados y de que esos nombres agotaran una intriga compleja con múltiples derivaciones.
Un personaje crucial del drama sería Roberto Gabriel Fontanet, el propietario del Wolf Night Club, que el mismo 2014, meses después del femicidio, fue acusado y procesado por la Justicia Federal por trata de personas con fines de explotación sexual, agravada porque las víctimas eran más de tres personas. Las investigaciones habían comenzado a mediados del 2012, luego de una denuncia anónima realizada a la línea telefónica 145 del programa nacional de rescate y acompañamiento a las personas damnificadas por el delito de trata de personas del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la República.
«Nos dimos con esa cruel noticia», sigue el relato de la hermana mayor de Romina, tirando gradualmente de la cuerda con el desafío de deshilvanar la tragedia. «El dueño del lugar era el señor Gabriel Fontanet; no solo tenía clubes nocturnos como el Wolf; así se llamaba ese local, Wolf Night Club; tenía otro en las afueras de San Salvador llamado Libra», menciona el Libra Show, que era igualmente harto conocido. «Con el tiempo fueron allanados y clausurados. Se dio con chicas de diferentes provincias y países; había tucumanas, haitianas, cubanas. Fontanet vive en Buenos Aires y tenía sus negocios en San Salvador».

Los padres y la hermana menor de Romina Aramayo durante la primera época del reclamo de justicia. Detrás está Nicolás Villarruel, que luego dejó de participar.
«Se siguió con la investigación», retoma Pamela, que conoce la causa como nadie; homicidio calificado agravado por violencia de género, reza la carátula. «Mi papá trabajó duro, se enfrentó a todo, hizo marchas; mi papá vivió, se dedicó solo a buscar justicia. Todo una casualidad terrible, porque justamente Osvaldo Zapana, que en ese tiempo era jefe de Especiales [División Trata de Personas y Leyes Especiales de la Policía de Jujuy], oh, casualidad, cuando pasa lo de Romina lo nombran para investigar y dirigir el caso ¿Quién es este tipo? El que llevaba la cuenta de las chicas que ingresaban a este lugar».
«Se hizo todo lo contrario; borraron pruebas. Chicas que trabajaban ahí fueron a declarar. Este señor Osvaldo Zapana guardó el famoso libro donde estaba el registro de las chicas; hizo desaparecer ese libro y las pruebas fundamentales», cuestiona la hermana mayor. «Oh, casualidad, cámaras no había en ningún lado, según ellos. No tenían ninguna prueba; según ellos no había nada. Lo más curioso de todo es que cuando nos llamaban a declarar… Por ejemplo, a mí el policía que me estaba tomando la declaración me dice ¿Cómo era el teléfono de tu hermana? ¿Era así, así y asá? Lo describió pero a la perfección».

Los padres de Romina Aramayo y una tía, hermana del papá.
«Le dije sí, ese es el teléfono de mi hermana ¿Acaso lo encontraron, tienen el teléfono? No, me dijo sorprendido el policía, te pregunto cómo era. Pero lo estás describiendo mejor que yo, le dije. No se encontró nada todavía, me dijo», se indigna Pamela. «Mi papa pide ayuda al Ministerio [de Justicia de la Nación], gente de Buenos Aires. La Policía Aeroportuaria iba a venir a allanar el Wolf; el local está ubicado frente a la penitenciaria», refiere la Unidad Penal 8, que pertenece al Instituto Penitenciario Federal de Jujuy; está situada en el barrio de Alto Comedero; alberga detenidos por tráfico de estupefacientes.
«Vecinos dijeron que uno o dos días antes de que llegara la Policía Aeroportuaria, a la noche, hubo una movida terrible; se veían móviles de la Policía [de la provincia] sacando cosas del Wolf, como colchones; no sé qué más habrán ocultado. Por lo mismo que este policía jefe, Osvaldo Zapana, pasó a ser el que dirigía la investigación. Ocultaron un montón de pruebas, no se investigó para nada. Al marido no lo investigaron; no pidieron llamadas telefónicas, no pidieron registro de llamadas, mensajes de texto; no pidieron nada, nada de nada. Se ocultó todo. El fiscal Carlos Farfán, totalmente corrupto».

Pamela Aramayo y su mamá Zenaida Fernández en una foto de 2021.
«Así estuvimos varios años. Mi papá en la lucha jamás descansó; buscó ayuda por todos lados; hasta con la hermana Martha Pelloni se había comunicado; luchó hasta conseguir pruebas que el señor Farfán ocultó; estaba haciendo un mal manejo de la investigación. Ante eso, pidió al gobernador Gerardo Morales que por favor [corrieran a Farfán] y fue así como logró cambiar el fiscal». Morales, de la Unión Cívica Radical, sucedió a Fellner, del Partido Justicialista, en 2015 y ocupó el cargo hasta 2023. Los Aramayo al principio se ilusionaron con el reemplazo de mandatario, pero a la larga quedarán decepcionados.
La última novedad considerable del expediente se conoció en octubre de 2024. El Superior Tribunal de Justicia de la provincia sobreseyó a Yesica Pantoja, acusada de encubrimiento agravado y falso testimonio. Como respuesta, la Procuración del Ministerio Público de la Acusación anunció un recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Pantoja era la única persona que permanecía procesada, aunque se encontraba en libertad. Según la prensa jujeña, cambió su versión en las indagatorias al menos seis veces; sus exposiciones fueron contradictorias, confusas y por poco auto incriminatorias.
«Entró el señor Diego Cussel [en el cargo de titular de la Unidad Fiscal Especializada en Delitos Contra la Integridad de las Personas y Homicidios del Ministerio Público de la Acusación] y nos dijo con toda sinceridad que muchas pruebas para recabar no había, por el transcurso del tiempo». Cussel tomó la posta de la pesquisa a fines de 2018. «En la necropsia no había indicios. En la uñas de ella no había nada de nada de nada; ningún rastro de nada. Por ejemplo, en la necropsia dijeron que fue violada, pero no encontraron ningún rastro de semen. Todo esto según ellos, pero es totalmente mentira, todo para ocultar».

Romina Magalí Aramayo tenía 25 años y una hija de ocho.
«Mi papá insistía con las pericias informáticas en el celular de mi hermana», hace memoria la hija mayor de Zenaida y Juan; «que lo investigaran, que lo abrieran. Creo que mi papá pidió eso en Buenos Aires. Desde allá ordenaron a la Fiscalía que abriera el celular, por el chip; que investigaran, que hicieran la pericias informáticas. A todo esto, mi papá falleció; se pidieron las pericias informáticas y en el transcurso de ese año mi papá lamentablemente falleció. Era transplantado de corazón, estaba enfermo; así y todo luchó mucho por mi hermana. Falleció en 2019 sin saber el resultado de las pericias por las que tanto había luchado».
«Las pericias informáticas llegaron a principios de 2020. La causa dio un giro, un vuelco tremendo. Las pericias encontraron llamadas y mensajes del marido de Romina que desmentían totalmente lo que él había dicho, había declarado; que no sabía a qué se iba Romina a San Salvador. En los mensajes dice clarísimo, enviado desde el teléfono de él, andá a cobrar, no le digas nada a tu familia y yo no le digo nada a la mía. Mi hermana le contesta ok; después también dice mi hermana por favor podés decirle a la arquitecta si me puede ver, porque tengo acá… Dijo una palabra, nunca logré entender de qué se trataba».
«En el mensaje dice por favor decile a la arquitecta si me puede adelantar, porque ya me quiero ir. Eso es en la madrugada, todos esos mensajes fueron en la madrugada del día sábado [5 de abril]; mantuvo contacto, se estuvieron whatsappeando toda la madrugada. Así le dijo ella, decile a la arquitecta si me puede adelantar, porque ya me quiero ir a casa, porque acá se pudrió todo, dijo Romina, así», cita la voz del testimonio una frase sugerente de la víctima. «Él le contesta sí, le voy a hablar y te aviso. Al rato le manda mirá, dice que no puede, que quedan como dijeron y listo. Ah, bueno, le dice mi hermana, está bien».

Las dos hermanas de Romina con un cartel de reclamo de justicia.
«O sea que Villarruel sabía adónde había ido mi hermana y con quién se fue a encontrar», concluye horrorizada Pamela Aramayo. «Romina desaparece exactamente a la hora en que deja de tener conexión, exactamente a la hora en que tenía la cita adonde él la había mandado a cobrar a esa supuesta arquitecta. A todos nos cayó como un baldazo de agua fría la manera en que giró la causa. Claramente, con mi hermana menor teníamos las pruebas acá en la mesa; nos pusimos a ver los mensajes de mi hermana; te das cuenta por la forma de hablar, de escribir; eran mensajes de mi hermana y el marido».
«Hay otro mensaje medio perturbador. Le dice andá a cobrar, te espera un regalito hermoso acá, cuando vuelvas. Medio escalofriante ese mensaje. Bueno, gira la causa y [en 2020] detienen al exmarido, después de tantos años. El en ese entonces se había ido a vivir a San Salvador, estaba casado con otra mujer, tenía su vida, tenía una empresa de ascensores, tenia sus autos. Estaba viviendo una vida pero fenomenal. Cuando gira la causa lo detienen, pero el nunca declaró, a pesar de todas las pruebas. La hija que tuvo con Romina, que era chica en ese entonces, lo iba a visitar al padre al penal y le preguntaba.»
«El negó totalmente, le dijo que nunca le hizo nada a la madre. Nunca jamás declaró nada. Lo único que dijo es que esos mensajes eran plantados, que alguien plantó esos mensajes. Así pasó la causa esperando y nunca declaró. Pasaron cuatro años hasta que lo liberaron porque la Fiscalía mandó la causa a Tribunales y durmieron el expediente», menciona la hermana mayor de la víctima lo ocurrido en septiembre de 2024. «Por una ley que dice que el detenido no puede estar preso mas de tres o cuatro años sin las pruebas, en la Suprema Corte de Justicia [de Jujuy] dieron la liberación al único detenido de la causa».