Hasta quién sabe dónde (episodio 2)

1°/8/2025

Ricardo Gabriel Bermejo es luchador, mago y poeta. Este relato por entregas recoge su testimonio apasionado. Nacido en la ciudad bonaerense de Pergamino, se considera habitante del mundo. Entre infinidad de peripecias, que incluyen los sueños, la perplejidad y la tragedia, conoció la gloria como héroe olvidado del atletismo y campeón de boxeo sin corona.

Decir que soy poeta es una falta de respeto a García Lorca, Neruda, Bendetti y todos los grandes. Soy un tipo creativo que expresa de distintas formas lo que siente. Soy un enigma de mi propio yo, define una de las poesías que escribí; tengo un montón de frases por el estilo. La poesía es una vía de comunicación más a la que me volqué quizás sin darme cuenta, sin querer, obligado por las circunstancias, por trances de crisis o vacío existencial, para evitar otras cosas. Algunos se entregan a vicios como el alcohol o la droga, yo me dediqué a escribir.

Toqué fondo por primera vez cuando me vine a Buenos Aires. Encima pasó lo que pasó con una chica que me había dejado; aunque en seguida ya tenía otra, nunca tardé mucho para las relaciones. Venir de una ciudad pequeña a esta jungla fue una experiencia brutal; me sentía nada, una hoja seca flotando en el mar bamboleada para todos lados y a la deriva. Entonces, andaba triste, por el piso, y como que vino a mí el papel en blanco con una birome para plasmar todo lo que me invadía; la congoja, el miedo, la soledad, mucha soledad.

Creo que esta faceta de mi vida, escribir poemas, fue necesaria para poder soportar todo lo que estaba sufriendo en ese entonces. Soledad, soledad padecí de manera despiadada dos veces. La primera en 1999, sentado al fondo de un colectivo urbano viajando para Avellaneda; ahí sentí soledad; soledad profunda ¿no? La segunda fuerte fue en 2017, cuando Cristina, mi esposa, me dejó en la provincia de San Luis, donde estaba haciendo la temporada como Mago, para viajar a Buenos Aires; ella tenía que arreglar unas cosas con la mamá; me quedé solo con la chata [una camioneta], donde dormía y guardaba mis artículos de actuación.

Gabriel Bermejo y su esposa Cristina en la playa.

La soledad de 1999 fue peor, con angustia; estaba sin nadie de verdad. Buenos Aires es un monstruo. Yo venía de un pueblo donde la gente te saluda por la calle: hola, Gabriel, esto, lo otro; cuando veía a alguien que pasaba caminando lo conocía aunque tal vez ignorara su nombre; cuando iba a correr al terraplén [relleno parquizado junto al arroyo Pergamino, hecho durante la inundación de 1995], pasaba lo mismo. La capital es otra cosa, nadie te identifica, todos andan rápido, miran con desconfianza si uno se acerca; hay gente, gente, gente; calles, calles, calles. Es totalmente distinto; allá podés ir a todos lados caminando, acá necesitás moverte en micro. Me mudé en 1996, pero en 1999 tomé conciencia, me cayó la ficha. La anécdota fue viajando a bordo del colectivo 33; yo vivía en la localidad de Sarandí, partido de Avellaneda. Soy un tipo muy melancólico, romántico; ahora me volví un poco más duro, pienso menos, para evitar darme manija; creo que el cerebro debe analizar lo justo y necesario.

Con Cristina en 2017 estábamos viviendo en Potrero de los Funes, nos habíamos mudado después de casarnos; primero hicimos un viaje, conocimos, nos enamoramos del lugar y luego nos fuimos a instalar allá, solos, lejos de todo, sin amigos ni parientes ni nadie. Me vinculé con alguien que tenía un comedor en una casa media campera, retirada del casco urbano; la mujer que lo manejaba era un ser humano admirable, había sufrido mucho y le daba de comer a gente pobre. Desplegando shows de magia para niños en ese lugar hice contacto con alguien de la productora de La causa humana, un programa televisivo que contaba historias de vida y era muy famoso en la provincia.

Cristina tenía que partir a Buenos Aires sin saber por cuánto tiempo, una semana o dos; fue la primera vez que nos separamos desde nuestro casamiento; fue una situación singular, emotiva; ella se fue llorando porque no quería dejarme solo. Habíamos salido de una casa que alquilábamos y me instalé en la chata para ahorrar. Es una zona turística bastante cara, tiene complejos de cabañas de alto nivel.

Los hermanos Hernán y Gabriel Bermejo.

Le pedí a la encargada del comedor que me hiciera la gamba; le pregunté ¿puedo meter la chata en tu predio para dormir adentro? Me respondió sí, Gabriel, no hay problema, me es imposible alojarte en la casa porque tengo varios hijos y vivimos apretados. Le agradecí, lo único que quería era estacionar la camioneta, una Fiat Fiorino de caja cerrada, en un sitio seguro. Estuve dos semanas parando ahí con un colchón y mis cosas. La protección era inigualable, ella tenía seis perros; yo les traía comida, una bolsita con huesos, por lo que dormían todos alrededor del vehículo; en cuanto pasaba alguien por la esquina empezaban a ladrar; ellos me cuidaban. No existe mejor amigo que un perro.

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La soledad, la angustia, la depresión son diferentes estados que tienen un hilo conductor; si la persona se siente sola después empieza a angustiarse y más tarde se deprime. En cambio fenómenos como la euforia son opuestos. Todos están presentes en la vida de cualquiera. A veces uno entra a preocuparse por algo; por un malestar quizás externo, por cómo está la realidad, el país, la economía, los ingresos que no alcanzan, la gente que no tiene para subsistir; ese tipo de cosas que uno percibe con cierto estremecimiento aunque se encuentre acompañado.

La soledad es una experiencia interior; hay individuos que están rodeados de gente y se sienten solos; hay personas que viven aisladas en el medio del campo, pero se hallan plenas. La enorme mayoría de las cosas que vive el ser humano suceden en la mente; ni siquiera existen, las inventa, las imagina. Por eso disciplinas como la neurociencia estudian el pensamiento y su mecanismos. Mi frase de cabecera dice donde va la atención va la energía y en eso se transforma el sujeto. Si se deja invadir por ideas nocivas, entra en esos estados; si uno en cambio apuesta por la capacidad de superación, dice yo puedo, yo puedo, yo puedo, la energía se redirige y eso sucede. Se trata de ejercitar el autodominio o autocontrol; hay que evitar que la mente genere pensamientos negativos, porque ya sabemos adónde llevan. En ese entonces yo tal vez ignoraba todo esto, pero ya exploraba una salida, por eso volcaba mis estados de ánimo en palabras con la forma de poesías, algo que hice probablemente hasta que intuí que podía ser feliz.

Alejandro Rémolo, amigo de Gabriel Bermejo.

Claro que tuve miedo. Todas las personas pelean estas batallas internas; algunos te van a decir que nunca sintieron pánico o abandono, es mentira; cada ser humano sin excepción está expuesto a todo. La primera vez que me oprimió el miedo fue al morir mi hermano Hernán, me agarró temor a la muerte. Había un antecedente, con un amigo llamado Alejandro Rémolo; falleció en un hecho vial; fui al velorio, lo vi inerme en el cajón; me invadió un respeto hacia la muerte; quedé perplejo; pensé qué pasó acá, era un pibe sano, con toda la vida por delante. Varios años después ocurrió el asesinato de mi hermano y entonces sentí algo más profundo, miedo a la muerte, que creo que es la única cosa que de verdad me asusta.

Soy consciente de que todos nos vamos a morir y de que no hay forma de escapar de ese trance. Algunos pueden decir que hay espíritus que envían señales desde el más allá. Una vez escuché la historia de un médico que dejó un cofre cerrado con una clave y les dijo a los amigos que sí había manera de comunicarse les iba a dar el código; al cabo de un montón de tiempo seguían esperando, no podían abrir el cachivache. Yo no creo en las religiones y tantos mecanismos de dominio y manipulación creados por el hombre, tengo otra visión de la vida. Para mí cuando nos morimos se termina todo, como una trompada que te deja knock out y quedás así durante un tiempo indeterminado; puede ser un segundo a un millón de años; capaz que abrís los ojos y volvés en un ser distinto; lo que sea; no sé ni cuándo ni dónde ni cómo; lo que quiero decir es que somos energía que vuelve, que está continuamente dando vueltas; pero ignoramos nuestras vidas pasadas; tal vez en un tiempo yo fui una mujer, un león o un sapo.

El poeta y dramaturgo español Federico García Lorca.

Conocí a Alejandro Rémolo a los 13 años, cuando fuimos rivales en una carrera de atletismo que se hizo en un barrio de Pergamino; era musculoso pero chiquitito, más bajo que yo; era una prueba de 1200 metros; salió primero, me ganó y esto me incitó a entrenar más. En la siguiente competencia me impuse yo; desde entonces gané siempre, el nunca me volvió a superar, pero venía pegado atrás mío. Después se especializó en distancias cortas, la velocidad, porque era rápido; hacía diez segundos y monedas en los cien metros; era un animal. Pero en tramos más largos, llamados de fondo o medio fondo, yo era mejor. De esa manera nos hicimos amigos; éramos de la misma edad y categoría, pero corríamos en distintos rubros. Mucho después, Alejandro abrió una pollería en el centro de Pergamino y me contrató para pintar el local. Luego, al tiempito, con 25 años, murió en un siniestro vehicular; el iba de acompañante, iba dormido; el conductor chocó contra un camión; Alejandro golpeó hacia atrás y se desnucó.

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En la escuela lo que más me gustaba era lengua o literatura; o sea que tenía cierta tendencia natural a escribir. En cambio la matemática me genera rechazo, evito las cuentas, no me interesan. Más materias de mi gusto eran historia o geografía; prestaba especial atención a las guerras. Cuando era pibe hice algún que otro verso, pero donde me largué a escribir fue acá, en Buenos Aires; mi primera rima es de 1992, la tengo guardada, como todo lo que compuse. Años después anillé la colección, es una pila de cuadernos redactados con birome a mano. Los libros contienen grupos de poemas. Por ejemplo, el primero abarca de 1992 a 1995, cuando me inspiraba esporádicamente. Después la creación se volvió una práctica diaria, cotidiana; me levantaba a la mañana y escribía; iba viajando en tren y de nuevo, terminaba de entrenar y otra vez. Volcaba lo que estaba viviendo. Como se acumuló gran cantidad, me di cuenta de que la manera de almacenar aquello era separar por meses y cuestiones; para eso elegía subtítulos que contenían una tanda, capaz diez o doce coplas; uno es alma de pájaro, otro brisa de verano. Cada mes podía sumar hasta 50 rimas. La colección completa ronda el millar. Los años más prolíficos fueron 1998 y 1999, después el impulso fue mermando y en el transcurso de 2005 dejé de escribir. Es como un ejercicio, actualmente no lo hago; creo que todo tiene su tiempo y espacio, su etapa; quizás vuelva a hacerlo o tal vez ese fue el momento en que el universo tenía previsto que yo transmitiera un mensaje de ese tipo para todos, para la gente.

El poeta chileno Pablo Neruda.

Aparecen distintos temas, montones de instantes. Podía sentarme en una plaza a observar a un niño que estaba jugando o un vendedor para después describirlos, examinar lo que me estaba pasando, vincularlo con mis sentimientos o recordar a mi pareja de ese momento y dedicarle unas palabras. El amor, la primavera, la ciudad; hay infinidad de inspiraciones. Observar para después escribir relaja y ayuda a elaborar las cosas; mirar es una habilidad maravillosa; traducir verbalmente lo que se ve es como pintar paisajes de manera que quedan eternizados en el papel.

Es mentira que los boxeadores necesariamente son violentos. Lo que sucede con frecuencia es que los vuelven agresivos a través del maltrato; si uno lastima a alguien y reacciona, es otra cosa. Debe distinguirse el deporte de quien lo practica; es una barbaridad decir que una persona que ejerce una disciplina de contacto es agresiva, existen seres así, pero hay que conocer a la gente. Quizás el tipo elige esa rutina para exteriorizar un trauma, eso es diferente de un carácter violento. Cuántas veces me vi envuelto en altercados de la vida cotidiana y jamás usé las manos, consciente de mi formación. En una época se decía que era necesario romperse el tabique para ser boxeador; una locura, cómo pueden quebrarle un hueso sin motivo a alguien, es totalmente demencial. Algunos se hacían pegar en las costillas para demostrar resistencia, son salvajadas.

Hay mujeres que reaccionan como varones, que te quieren pelear; me ha pasado; sin embargo, nunca le toqué un pelo a una chica, porque no soy agresivo, aunque ella lo sea. Otros con nulo raciocinio piensan si una señorita se maneja como un hombre se la tiene que aguantar, de lo contario que actúe de manera femenina y delicada. Me refiero a situaciones comunes simples de la vida.

El poeta uruguayo Mario Benedetti.

Nadie me enseñó a escribir poesía, fue un impulso natural. Hay personas que empiezan a tocar la guitarra solos y llegan a desarrollar ese talento de manera autodidacta, sin saber leer partituras. Me puse a plasmar mis pensamientos por curiosidad y porque me pareció que era una canal de expresión que me daba felicidad, me alegraba leer lo que inventaba y compartirlo con los demás; a veces alguien me hacía un comentario; che, qué lindo, me gusta como suena. Intuía que se parecía a la música, sin tener conocimiento. Con el tiempo se me ocurrió investigar, cuando tenia bastantes rimas propias; me puse a leer a los poetas; me enteré de quiénes eran Machado o Vallejo o Alfonsina Storni. Yo estaba árido de eso, virgen de eso; ni siquiera sabía que existían.

La mujer es la musa inspiradora habitual de cualquier poeta, el motivo que lo incita a escribir, la leña que enciende el fuego. Pero a continuacion surgen otros temas; el amor se transforma en distintas cuestiones. El poeta al principio le escribe a su enamorada y después descubre infinidad de realidades paralelas hermosas.

En el presente mi vía de expresión es la magia, que es un arte muy completo; excede la mera repetición de un truco, se trata de inventar cómo lo voy a hacer. De qué manera manipular una pelotita, un naipe o una soga; cuándo la voy a hacer aparecer, con qué mano la voy a tomar, cuál va a ser el entorno sonoro, qué voy a decir, si conviene contar una historia y así hasta el infinito.

Los poetas que más he leído son García Lorca, Neruda, Benedetti, Machado, Vallejo, Alfonsina Storni, que son clásicos. A lo largo de la historia de la humanidad las personas siempre le cantaron a lo mismo; el amor presente o ausente, la alegría, la tristeza; en ese terreno está todo inventado, cambia la forma de manifestarlo; los poetas de todos los tiempos se inspiraron en el miedo, los sueños y tantas sensaciones. Recomiendo a todos que lean poesía y que lean todo lo que encuentren; de lo contrario, nos quedamos en la ignorancia y pasa lo que pasa; la gente vota a personajes que quieren destruir en vez de construir, autoridades o presidentes insensibles, sin moral, sin ética; pasa ahora en la Argentina con Javier Milei.

La poetisa argentina Alfonsina Storni.

La poesía, igual que la música, la pintura, la danza, la escultura y el cine, que son las demás ramas del arte, está conectada con la realidad. Un cantautor crea con lo que está pasando, también con la realidad política. Algunos afirman que son apolíticos, pero eso es cuestionable porque todos los ciudadanos deben participar en la vida comunitaria. La política nos traspasa a todos, aunque alguien desconfíe del Gobierno o los partidos y elija votar en blanco, mandar un voto nulo o directamente abstenerse, se trata de cuestiones que afectan a cada uno. Hay figuras del nivel internacional que con sus medidas influyen en el resto del planeta; un ejemplo presente es Donald Trump. Por eso creo que la política nos tiene que importar siempre, el ciudadano debe comprometerse y participar.

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Los gobiernos autoritarios atacan en primer lugar la libertad de expresión y adelante están los artistas, por ejemplo los poetas y los cantantes, que se ven obligados a esconderse o huir. Esto confirma que todo está conectado, aunque lo neguemos o nos disguste; todos estamos enlazados; algo que pasa en la India tarde o temprano salpicará nuestra circunstancia; quizás mañana o la semana que viene o el año que viene. Al comenzar la pandemia del Coronavirus, en el año 2020, yo me reía de los que usaban barbijo; veía la población de China y otros países con la boca tapada en las noticias; sin embargo, semanas después me lo puse. Ocurre que estamos vinculados, somos un conjunto; nadie se salva solo, tenemos que ayudarnos, ser más empáticos; ninguna situación es completamente individual.

Un lema que me encanta [de Martin Niemoller, pastor luterano alemán perseguido por el nazismo] es el que dice: primero vinieron por los socialistas y guardé silencio, porque no era socialista; luego vinieron por los sindicalistas y no hablé, porque no era sindicalista; luego vinieron por los judíos y no dije nada, porque no era judío; luego vinieron por mí y para entonces ya no quedaba nadie que denunciara en mi nombre.

Hay que ser solidario con el entorno, hasta por un perro que uno encuentra abandonado en la calle; si se puede actuar, hay que hacerlo; es un error pasar de largo, ser indiferente; porque nos convierte en cómplices de la injusticia. Algunos les niegan la limosna a quienes duermen en la calle con el argumento de que después se maman o se drogan; pero es imposible saberlo; además, qué me cambia dar unos pesos; no voy a ser más o menos rico. Lo que importa es la actitud. Hay gente que se lamenta, pero jamás se involucra; a veces me dan ganas de reprocharle a la persona ¿te acercaste al afectado, le preguntaste qué necesita?

Gabriel Bermejo, el mate y el mar.

El primer paso es el pensamiento, el segundo la acción. Si nos limitamos al análisis o el debate de ideas, todo continuará igual. Los argentinos ahora se quejan del gobierno de Milei, pero se quedan en eso; cuando alcanzaría con que unos pocos valientes fueran y agarraran a ese petiso de los pelos ¿a cuántos pueden matar las fuerzas estatales con sus balas? Atrás surgirán miles ¿cómo puede ser que un enano cabezón esté haciendo semejante desastre sin que nadie lo frene?

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Mi vida ha sido bastante enquilombada; sin embargo, con mi obra poética fui metódico. La colección completa está anillada y guardada en una caja. Algunas rimas quedaron de primera mano, otras recibieron correcciones. Durante décadas viví como un nómada; muchas, pero muchas veces me mudé; al dejar un sitio lo primero que agarraba era la caja de los poemas, los recortes periodísticos con noticias de mi carrera como boxeador, atleta y futbolista, y el álbum de fotos. Todo eso es mi tesoro, constituye el registro físico de mi vida personal y deportiva. Aparte tengo más de mil videos en mi canal de You Tube.

El material empieza con mi nacimiento; tengo fotos de esa época. En las noticias de La Opinión de Pergamino aparecí por primera vez a los ocho años como jugador de fútbol infantil; después continué saliendo a través del atletismo y el boxeo. El que tuvo la iniciativa de archivar fue mi viejo, me enseñó a recortar el diario y pegar eso en una carpeta; así fueron pasando los años; con el tiempo hice carpetas de carpetas. Hoy tengo todo en un libro gordo. En paralelo, armé un segundo volumen con recortes de mi trayectoria como mago.

Hernán Bermejo, hermano menor de Gabriel.

Si Jesús estuviera vivo, sería un preso político; lo tildarían de zurdo de mierda, para usar el lenguaje del presidente nefasto y cipayo que está ahora; es el peor de la historia reciente; mirá que hay que ganarle a Mauricio Macri; pero lo paso por arriba. Yo me considero justicialista, más que peronista. Porque Juan Domingo Perón estuvo en otro tiempo, fue importante hace muchos años; cambió el país, pero pasó y quedó su doctrina, el justicialismo, la justicia social, que contiene la esencia, es una especie de Biblia de la política, con la patria y la dignidad como prioridades. En este momento esos dos principios se encuentran borrados, el dogma es el dinero y el método arrastrarse como una víbora o un gusano. Milei fue a arrastrarse a Estados Unidos, a chuparle las medias a Trump. La idea de justicia está corrida por la de liberalismo. Este Gobierno hace cuanto prometió en la campaña electoral y más también; sin embargo, la gente se encuentra paralizada o peor, lo defiende. De manera que todo tiene que ver con todo.

La poesía sería el vestigio más espiritual o profundo de todo lo que soy. Uno de mis mayores sueños es publicar mi obra completa, de manera que pueda compartirla; creo que poseer algo y guardarlo es una manera horrible de egoísmo; después de tantos años, es el momento de difundir mis poemas. Pienso igual de la magia; sería un desgraciado si aprendiera o inventara un truco y me lo reservara; esa creación perdería su sentido; la finalidad del arte es transmitir emociones, lo cual constituye una forma de solidaridad; es donarse o entregarse a los otros.

Como ejercicio y como desafío recomiendo leer al menos una hora todos los días. Hay millones de libros; historias reales o inventadas, actuales o antiguas; debates sobre ideas que uno comparte o rechaza; temas que uno conoce o ignora completamente. Agregaría la doctrina justicialista; por ejemplo, el título La comunidad organizada o alguno de los escritos esenciales de Perón; para que aquellos que odian a los peronistas sepan quiénes son sus oponentes. Los que lograron que el ciudadano común tenga sindicato, vacaciones, aguinaldo, salud, educación de todos los niveles, incluso universitaria; lograron el voto femenino, con Evita como pionera. Quien lee desarrolla una mirada propia; de lo contrario, la persona queda expuesta al bombardeo de los medios masivos; como la televisión y ahora las redes sociales de internet, que repiten, repiten, repiten basura; como que quienes defienden a la gente sencilla son todos malos y chorros. Mi consejo es que apaguen el televisor, dejen el teléfono celular y abran los libros.