Alberto Santillán: «¿Por qué nos quedamos dormidos y no salimos todos?»

2/4/2025

El papá de Darío homenajeó junto a Leo, su hijo menor, a las víctimas de la masacre de Avellaneda durante una peña realizada en ese partido bonaerense. Denunció que los responsables políticos permanecen impunes. Comparó el contexto actual con el del 26 de junio de 2002. Se manifestó solidario con los jubilados y con Pablo Grillo, el fotógrafo malherido.

«Siempre hablo a corazón abierto; no me interesa hablar bien; lo que me preocupa es decir las cosas que siento y así las largo; uno quisiera cubrir tantas cosas que uno pasa y el de al lado pasa y se siguen practicando y se siguen practicando… ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo todo esto? por eso es bueno refugiarse en estos lugares de resistencia y es bueno, compañeros y compañeras, tener bien en alto lo que queremos; porque acá está el que quiere estar; nos encontramos en la misma vereda, la misma sintonía y sentimos lo que nos pasa a todos; no bajemos los brazos, honremos a nuestros caídos».

Luis Alberto Santillán y su difunta esposa Mercedes Isabel Castillo, enfermeros ambos, trajeron cuatro hijos al mundo: Javier, Darío, Noelia y Leonardo. El más conocido es Darío, por un motivo desolador: sumaba 21 años e integraba el movimiento piquetero cuando fue fusilado, junto a Maximiliano Kosteki, de 22, por policías bonaerenses. La llamada masacre de Avellaneda, ocurrida el 26 de junio de 2002, dejó además un saldo de 33 heridos de bala. La foto de Darío indefenso agachado junto al cuerpo agonizante de Maxi con una mano levantada a punto de ser acribillado es un emblema de entrega heróica.

«El miércoles fueron varios compañeros y compañeras al Congreso [Nacional]; lo vi por televisión; realmente, estos hijos de una gran mierda cómo siguen ¿no? con un plan sistemático cada vez más perfeccionado de agresión; ojalá que el cumpa que han herido se recupere de todo el daño que le hicieron, ojalá lo podamos volver a tener en las calles sacando fotos, acompañándonos y nosotros acompañándolos a el y a sus padres en este momento tan difícil; he visto al papá, lo he escuchado; es muy desgarrador; dice las cosas clarísimas, [como sucede] cuando las palabras salen de la entraña».

Darío junto a Maxi agonizante apuntado por los policías.

Alberto, de cabello y barba gris, tiene el micrófono y está parado junto a Leo, el menor de sus pibes, sobre el asfalto de la avenida Hipólito Yrigoyen, en Avellaneda. Ambos son los encargados de las palabras de cierre de la peña realizada en el Centro Cultural Manuel Suárez. Es el sábado 15 de marzo. Hace tres días de la represión en los alrededores del parlamento argentino mientras se debatía el caso $Libra, escándalo que involucra al presidente. Una jubilada recibió un palazo en el cráneo. Pablo Grillo, reportero gráfico, quedó moribundo con un impacto de cartucho de gas lacrimógeno en su frente.

«A veces uno no piensa en hablar bonito, sino que a veces uno piensa en la mierda que le pasa a uno como familiar, como papá, como hermano, como hermana, como compañero o compañera de militancia; cómo pega en la sociedad escuchar al padre hablar: por culpa de una borracha y un loco de mierda mi hijo está agonizando; más o menos esas fueron las palabras; lo que pasó ese miércoles me retrotrajo al 26 de junio de 2002; por eso sé por dónde va a transitar el camino, el dolor de sus padres, hermanos, hermanas; el camino largo que van a transitar sus amigos, la militancia, el camino que uno como pueblo comparte».

Alberto en el Centro Cultural Manuel Suárez.

«Nosotros, los que estamos en la calle, sabemos que cada dos por tres nos reprimen, que cada dos por tres nos persiguen, que cada dos por tres nos amenazan, que cada dos por tres nos mandan a la mierda; en este momento se repite con los jubilados, hermosos jubilados, personas que tienen una claridad, un concepto de la vida; da gusto escucharlos, porque ellos hablan con mucho fundamento, con mucha historia, de cosas que han pasado y no quieren volver a pasar; sin embargo, están ahí firmes».

«Porque si tenés un problema, tenés un cáncer, nadie te facilita los remedios oncológicos, te morís; lo que comés ya no es ni comida de segunda calidad, es de tercera; en definitiva, vos no sabés si la leche es leche o es algo artificial o si te comprás un queso, el más barato, no sabés si es queso o es algo artificial; entonces, los jubilados, yo soy uno, porque me jubilé hace dos años, son una molestia, un gasto; pero cómo nos enseñan, qué camino nos enseñan y qué orgullo».

Leo y Alberto Santillán durante el cierre de la peña.

«Ver los rostros de los miembros de la Policía o de cualquiera de las cuatro fuerzas, porque son todos la misma mierda; verlos a los ojos, verlos con esa sonrisa y con esa cara de hijos de una gran mierda; ver que están satisfechos después de haberle pegado a una pobre compañera jubilada partiéndole la cabeza; tenemos a Patricia Bullrich, la borracha; pero no la juzgo por ser borracha, sino por ser una mierda como persona; ¿cómo los ciudadanos que estamos en la calle somos los culpables por reclamar y cómo nunca hay ningún policía que tenga que responder o hacerse cargo de los atropellos que se cometen?»

Silvia Bignami, una de las presentes en la peña, les canta a Darío y Maxi.

«Que no ocurren únicamente acá; pasa en el sur, pasó con Santiago Maldonado, pasó con Mariano Ferreyra, pasó con Pocho Lepratti, pasó con mi hijo, pasó con Maxi ¿hasta cuándo vamos a seguir soportando esto? esta mañana hablaba con una compañera de lo que había pasado, las cosas que vienen ocurriendo; le di la razón; ella me decía sabe qué sucede, que la sociedad de 2025 no es la misma de aquel 2002; la gente ha cambiado, tenemos una sociedad dormida; yo soy parte del pueblo y me autocritico, porque muchas veces tendría que estar en la calle y no estoy; entonces, no tengo por qué señalar a los demás, pero sí tengo que ser autocrítico y decir que en las cosas que nos pasan todos tenemos una gran responsabilidad».

Afiches y carteles expuestos en el Centro Cultural Manuel Suárez.

«¿Por qué nos quedamos tan dormidos y por qué no salimos todos? quizás porque los sindicalistas, sentados en sus cómodos sillones, muy cretinos, siguen inflando sus panzas, rascándose las pelotas y traicionando a todo el pueblo trabajador; entonces, qué bueno poder estar en las calles, qué bueno poder estar en este espacio, qué bueno poder estar acá, qué bueno saber, tener la consciencia de que acá estamos los que queremos estar, qué bueno saber que este es el lugar de lucha y qué bueno saber que formamos parte de ese fuego que decía Galeano, ese fuego que no vamos a permitir que se muera».

«Ese fuego que ha estado acá y en tantos lugares; que en nuestra Argentina todos los fuegos estén encendidos; algún día todos esos fuegos terminarán siendo un gran fuego para sacar a las patadas a los que siguen impunes; como [Felipe] Solá, como Aníbal Fernández, que jamás han sido investigados por la masacre de Avellaneda y se siguen postulando, se siguen paseando por los canales de televisión, por los diarios; yo no quiero esa impunidad, quiero que termine la impunidad; no quiero que este Gobierno de mierda se vaya y no pague por las cosas que hizo, que está haciendo y que va a seguir haciendo».

«Peña de la memoria y la rebeldía», titula un aviso difundido durante los días previos en las redes sociales de internet; «sábado 15 de marzo de 16-22», convoca; «Darío y Maxi no están solos; todo lo recaudado será para contribuir con la querella de la causa por justicia por Darío y Maxi», explica; «artistas que nos acompañan: Pablo Bernaba (Vozaneón); Norma Aguirre – Priscila Whet – Vero Oroná; Abelardo Martín; Maleza Ruda (con taller baile); La Combination; Les Ñeris», anuncia; «en el CC Manuel Suárez; Av Hipólito Yrigoyen 1635, Avellaneda», sitúa; «organizan familiares y compañeres de Darío y Maxi».

El afiche es protagonizado por una fotografía icónica de los dos jóvenes piqueteros tomada minutos antes de fueran fusilados por los policías. La toma es un plano medio con Darío de espaldas, mirando hacia una nube gris de gas lacrimógeno, y Maxi de perfil, más cerca de la cámara. Ambos tienen trapos negros que les cubren la cara desde la nariz. Darío, de chaqueta de cuero azabache, lleva un gorro blanco y Maxi, de campera de corderoy marrón, una gorra oscura. La escena tiene acción, como si fuera cinematográfica, y sugiere un dramatismo sobrecogedor que anticipa la tragedia inminente.

«Honremos a Darío, a Maxi, a los 30 mil compañeros y compañeras, a Norita [Cortiñas], a Mirta Baravalle, a Vicente Zito Lema y cuántos compañeros y compañeras que han caído con las balas de este maldito Estado; siempre los debemos tener presentes, ahí debemos refugiarnos, ahí tenemos que volver a aprender y seguir y seguir y seguir; yo ya no pienso qué mundo le estoy dejando a mi hijo, pienso que mundo les estoy dejando a mis nietos; realmente no quiero esta Argentina para ellos; decimos qué linda Argentina, pero también decimos qué políticos de mierda, nos están haciendo pelota a todos».

«Sé que desde algún lugar Dari está acá presente», concluye Alberto; «por eso les agradezco; esto es reconfortante; hoy me puedo ir tranquilamente a mi casa, satisfecho de haber estado acá; después de tanta lucha pudimos hacer esto; qué buena la compañía de todos ustedes», se emociona; «quiero agradecer a los cumpas del Centro Cultural que nos han facilitado el lugar [para organizar esto] que llevaron adelante siete u ocho compañeros y compañeras que han puesto, han dado todo y un poquito más; este pequeño grupo que formamos los familiares, compañeras y compañeros de Darío».