Tras 26 años, crece el misterio sobre la extraña muerte de Gerardo Sueldo

21/8/2024

El obispo de Santiago del Estero cumpliría hoy 88 años. Su vida se interrumpió de forma abrupta el 4 de septiembre de 1998 en un arcano episodio vehicular nunca investigado. Ocurrió en un contexto de notoria violencia contra el prelado por parte del régimen de Carlos Arturo Juárez. Numerosas voces, incluidos familiares y autoridades, reclaman memoria, verdad y justicia.

¿Quién fue Gerardo Eusebio Sueldo? ¿Por qué lo persiguieron de manera impune durante años? ¿Qué indicios existen de su tragedia? ¿Por qué la investigación judicial está pendiente? ¿Por qué ni siquiera se realizó la autopsia? ¿Su muerte es un homicidio? ¿Es un crimen de Estado? ¿Hay sospechosos que puedan mencionarse con nombre y apellido? ¿Qué dicen los principales testigos? ¿Sus familiares, amigos y colaboradores han sido también hostigados? ¿Por qué décadas después continúa el misterio? ¿Aún puede hacerse un juicio formal para averiguar qué sucedió? ¿Alguien intenta ocultar el asunto y sus consecuencias? ¿Alguien pretende que la víctima y su mensaje queden en el olvido?

«Del lat. tardío martyrium, y este del gr. martýrion. 1. m. Muerte o tormentos padecidos por causa de una religión, unos ideales, etc. 2. m. Dolor o sufrimiento, físico o moral, de gran intensidad. 3. m. Trabajo largo y muy penoso». Esto dice sobre la palabra martirio el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española. Para el término mártir, la misma fuente define: «Del lat. tardío martyr, –yris, y este del gr. mártys, –yros; propiamente ‘testigo’. 1. m. y f. Persona que padece muerte en defensa de su religión. 2. m. y f. Persona que muere o sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias o convicciones. 3. m. y f. Persona que se sacrifica en el cumplimiento de sus obligaciones».

Manto de misterio

«Estimado doctor Storniolo: lo molesto para consultarle sobre la siguiente publicación: Realidad Social y Derechos Humanos en Santiago del Estero. Gerardo Sueldo. Soy periodista independiente, resido en la Ciudad de Buenos Aires, estoy escribiendo la historia de las Madres del Dolor y me gustaría citar su trabajo, de gigantesco valor documental. Espero que podamos establecer contacto por esta vía. Desde ya, muchas gracias. Lucio Casarini.»

«Estimado Lucio: el material al que aludes lo utilizo para dar clases en la UCSE (Universidad Católica de Santiago del Estero) en Doctrina Social de la Iglesia. Lo estoy mejorando para publicarlo como libro con la colaboración del presbítero Marcelo Trejo, que era el brazo derecho del obispo Sueldo. También soy profesor en Penal I. Desde hace casi once años me desempeño como vocal de Cámara de Juicio Oral en lo Penal».

«Acompañé al obispo Sueldo en la Secretaría Diocesana para los Derechos Humanos del Obispado de Santiago del Estero desde la creación de este organismo diocesano en las Pascuas de 1996 hasta su fallecimiento en accidente de tránsito del 4/9/1998. Posteriormente continué asesorando (voluntariado gratuito) hasta que asumí la función de magistrado en mayo de 2004. Este organismo diocesano ha sido el primero en su género en la iglesia argentina, no sé si será el único».

«Las Madres del Dolor en Santiago del Estero tenían personería jurídica y fueron las primeras del país. Anduvieron por la CABA formulando reclamos ante el Congreso y otros organismos nacionales. Tenían un diario propio (quincenal), La Verdad , y un espacio radial, El rinconcito de las Madres del Dolor. La denominación viene de la Virgen Dolorosa o Madre Dolorosa».

«Este grupo surge por sugerencia del obispo Sueldo como una consecuencia de los reclamos de numerosos cuestionamientos institucionales (Policía, áreas gubernamentales, etc.) de padres que tenían hijos muertos cuyos crímenes gozaban de impunidad. También de padres que denunciaban maltrato de sus hijos presos».

«Las Madres del Dolor eran asistidas desde el obispado con un grupo interdisciplinario —abogados, psicólogos, médicos, asistentes sociales— en la lucha por sus derechos. El obispo Sueldo tenía una línea sacerdotal muy similar a la del papa Francisco».

«No tengo problema que cites mi trabajo como apunte de clase. Cualquier duda que tengas por este medio podría contestar a tus inquietudes o enviarte algún material que pudiera conseguir para tu trabajo. Nos mantenemos en contacto. Juan Carlos Storniolo».

Este intercambio de mensajes por correo electrónico ocurrió el 13 de marzo de 2015. El indagador rastreaba en internet información sobre las Madres del Dolor, grupo de mujeres de la Capital Federal y sus alrededores, cuando ocurrió el hallazgo: se topó con el documento firmado por Storniolo. El texto describe a las Madres del Dolor santiagueñas, antecesoras de las otras, y le da un rol protagónico al obispo Gerardo Sueldo.

El periodista jamás había escuchado el nombre del prelado. Una búsqueda rápida lo cautivó. «La muerte de Sueldo sigue bajo un manto de misterio y dudas», denuncia un artículo de 2009 de El Liberal de Santiago del Estero. Dos notas de Página 12, ambas de 2004, sugieren un crimen estatal: «La voz de los silenciados en Santiago» y «Me ordenaron que cerrara el caso». La segunda cita a la exjueza María Luisa Cárdenas de Infante.

Intuición y audacia

Gerardo Eusebio Sueldo Brión nació en Rosario, provincia de Santa Fe, el 21 de agosto de 1936. Sus padres fueron Miguel Gerardo Sueldo, empleado contable y comerciante, originario de Belén, Catamarca, y Elda Brión, ama de casa, rosarina. El niño creció en un entorno de clase media relativamente ilustrada. Los Sueldo tienen siglos de tradición en la Argentina, con militares, políticos y clérigos entre los ancestros. Gerardo Eusebio fue el primogénito y su hermana Beatriz, dos años menor, el segundo y último retoño de los esposos. Gera o Gerita son los apodos con que llamaron al futuro obispo desde pequeño en la intimidad familiar.

Tras la muerte prematura de la madre por una dolencia cardíaca, el padre regresó a Belén, donde el niño hizo la escuela primaria. Mientras tanto, don Miguel Gerardo —que era peronista y ocupó algunos cargos políticos, como diputado provincial— se casó en segundas nupcias con Lidia Rosa Cordero, igualmente nativa de Belén, con quien tuvo seis hijos: José Miguel, Ramón, Carlos, René, Pedro y Lidia. Además, llegaron al mundo dos vástagos extramatrimoniales que el papá de Gerita tuvo con Beatriz Medina, una vecina: Gerardo Mario y José Ramón, que llevan el apellido materno. Finalizada la escuela, el protagonista de esta historia se trasladó a San Fernando del Valle de Catamarca con su abuela paterna, María Dolores —doña Lola—, para cursar el seminario eclesiástico, menor y mayor.

La ordenación como sacerdote fue el 9 de julio de 1961. Las fotos de entonces muestran a Gerita con sotana negra hasta los pies y con sus rasgos característicos: mirada sencilla e inteligente —ojos color castaño oscuro—; sonrisa espontánea y serena; rostro proporcionado; estatura algo inferior a la media; cabello negro, abundante y levemente ondulado; y personalidad introvertida, pero resuelta, alegre y tenaz.

En 1961 debutó como administrador parroquial en la localidad de Paclin y en 1962 fue vicario en la sede eclesiástica de otra ciudad, Andalgalá. A continuación, en el transcurso de los años 1963 y 1964, se desempeñó como vicerrector del seminario mayor de Catamarca.

En 1965, el futuro obispo fue enviado a estudiar a Europa. Se recibió de licenciado en teología en la Universidad Santo Tomás de Aquino, en Roma, y de perito en liturgia en la Universidad de Tréveris, Alemania. Además, hizo posgrados en catequesis y pastoral en la Universidad de Bonn, igualmente en Alemania, y de sociología religiosa en la Universidad de Lovaina, Bélgica.

A partir de su regreso a la Argentina en 1969, Gerardo Eusebio desempeñó varias funciones en la diócesis de Catamarca: secretario canciller; director de la junta catequística; director de liturgia; maestro de ceremonias de la catedral y santuario de Nuestra Señora del Valle; y vicario de pastoral y parroquias.

Simultáneamente, en la región eclesiástica del Noroeste Argentino, fue director de la junta catequística. Como tal, fue también miembro de la institución homónima del Episcopado Nacional. Por otra parte, en la ciudad de Córdoba, fue profesor de liturgia tanto en el seminario diocesano como en la Orden Claretiana.

El 30 de abril de 1982, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo de San Ramón de la Nueva Orán, provincia de Salta. Fue ordenado el 3 julio en San Fernando del Valle de Catamarca y asumió el 1° de agosto. Estuvo en Orán hasta el 15 de mayo de 1993, cuando se trasladó a Santiago del Estero, para el 31 de octubre de 1993 asumir como prelado coadjutor y el 23 de noviembre de 1994 convertirse en el titular de la diócesis.

En la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Sueldo lideró la pastoral aborigen, 1983-1984; la catequesis, 1984-1987 y desde 1996; la liturgia, 1990-1993; y la organización del Congreso Eucarístico Nacional de Santiago del Estero, 31 de agosto al 4 de septiembre de 1994. También fue miembro permanente de la CEA desde 1996. Dentro de esta entidad integró específicamente la comisión para el Gran Jubileo, 1995-2000; y la de liturgia, desde 1996.

Fue delegado argentino en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se hizo en Santo Domingo, República Dominicana, 1992. Cumplió igual rol en los Congresos Eucarísticos Internacionales de Sevilla, España, 1993, y Wroclaw, Polonia, 1997.

En la región eclesiástica Cono Sur (Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay) fue el máximo responsable de la publicación de libros litúrgicos. En el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), fue presidente de liturgia y de pastoral de santuarios, 1991-1995.

Era un hombre genuinamente espiritual, apasionado por la Iglesia y entregado al servicio del pueblo. En la intimidad era familiero y exteriormente un estratega que trabajaba hasta el agotamiento, aunque en el trato con la gente se volcaba a dialogar y escuchar como si no tuviera otra cosa que hacer. Su trayectoria revela además notables intuición, creatividad y audacia. Su predicación era concreta, contundente y directa. Se desenvolvía con igual naturalidad en el Vaticano, las universidades europeas y los ranchos de los pobres. Era sociable, futbolero, ocurrente,  austero, desprendido, magnánimo.

Violencia desembozada

—¡Un caballo! —gritó el padre Marcelo Trejo, sentado en medio del asiento trasero del automóvil con los codos sobre los respaldos de las dos butacas frontales. Hasta ese momento, conversaba animadamente con el obispo Gerardo Sueldo, que iba al volante con su calma y seguridad habituales. La lucidez del prelado era óptima pues el día anterior había descansado. En el lugar del acompañante dormía otro cura, Jorge Ramírez, que minutos antes, mientras lo invadía la modorra, se había abrochado el cinturón de seguridad. El mate que acababan de compartir los tres estaba a un costado junto al termo vacío. Monseñor Sueldo, en contra de su costumbre, llevaba la faja de protección desprendida, probablemente confiado por su familiaridad con el trayecto, el estado impecable de la carretera, el tráfico escaso y la claridad de aquella serena noche de invierno.

Eran las 4.45 del 4 de septiembre de 1998. El Renault 19 patente RZS-031 había recorrido 450 kilómetros desde la ciudad de Salta, donde los tres hombres habían participado de la asunción de Mario Cargnello como arzobispo coadjutor. Habían partido poco antes de la medianoche, por lo que se habían desplazado a una media de 100 kilómetros por hora. En el instante en que Trejo advirtió la presencia del animal sobre la Ruta Nacional 9, circulaban por el paraje San Marcos, un kilómetro y medio antes de llegar al empalme con la Ruta Provincial 208 y a 13 kilómetros de su destino, el Obispado de Santiago del Estero.

Sueldo había decidido viajar de noche para llegar con tiempo a preparar la celebración, ese mismo día, del cuarto aniversario del Congreso Eucarístico Nacional, realizado en territorio santiagueño. El evento había sido su primer desafío oficial como pastor de la diócesis, y le había permitido sumergirse en el contexto provincial, involucrarse con la gente y tal vez intuir lo que vendría.

La violencia desembozada contra el prelado había empezado al año siguiente del Congreso Eucarístico, en 1995, cuando Carlos Arturo Juárez había vuelto a la gobernación. «Ni la misericordia de Dios va a salvar al obispo», escuchó Sueldo en el teléfono por entonces. Intimidaciones como esa y otras que le hacían personalmente sujetos anónimos, generalmente en la calle, se volvieron cotidianas. Igual que las escuchas ilegales de sus comunicaciones y las de sus allegados, la presencia de extraños en los sitios en los que desarrollaba su trabajo, la grabación clandestina de sus homilías y las notas solicitadas en los periódicos que respondían a su prédica con difamaciones. Asimismo, el pastor padeció episodios puntuales de singular saña, como seis sugerentes robos en su residencia y el ataque directo de la policía, que lo golpeó en la vía pública mientras intentaba mediar en una protesta de un grupo de colectiveros.

Gerardo Sueldo pisó el freno del Renault 19 a 75 metros del caballo y volanteó hacia la derecha, donde comenzaba la banquina de tierra. El obstáculo era inesperado y repentino, y el peligro cierto y grave, pero la maniobra parecía sencilla en manos de un piloto experto y fresco. Además, la carretera estaba desierta de otros automotores. Sin embargo, justo a la altura del equino, a cinco metros del asfalto, emergían del suelo, como colmillos, pequeños pilotes de cemento que coronaban la estructura de una alcantarilla. Un par de mojones a la derecha y otro par a la izquierda. Era una trampa perfecta. Al divisar el nuevo obstáculo, el obispo alcanzó a maniobrar en sentido inverso, mientras Trejo se zambullía atrincherándose en el piso del coche. 

El Renault 19 impactó los pilotes y los arrancó de cuajo. Luego cruzó la carretera hasta la otra banquina, dio varios tumbos aparatosos girando y rebotando, y quedó volcado sobre el pasto a 125 metros del sitio de la colisión y a 40 del asfalto. El coche tenía el exterior de chapa abollado por donde se lo mirara, los vidrios pulverizados y todas las ruedas averiadas, salvo la trasera izquierda, la más alejada del choque. La puerta del conductor había quedado abierta. Trejo y Ramírez, prácticamente ilesos, al cabo de algunos minutos lograron escabullirse hacia el exterior y encontraron a Sueldo tirado inconsciente a varios metros. Mientras Ramírez hacía señas a un camión que se aproximaba por la ruta, Trejo localizó el teléfono móvil del conductor para llamar a Raúl Lludgar y Sergio Lamberti, asimismo sacerdotes y colaboradores del prelado, y pedirles que buscaran ayuda. Lludgar fue el primero en llegar al sitio, acompañado de otro cura, Domingo Esteban Michelini.

Continuaba con vida

«Monseñor estuvo con vida en el traslado», tituló El Liberal en el interior de su edición especial. «El obispo fue la única víctima. La atención que le dispensaron no alcanzó para salvarle la vida. APE [servicio de emergencias médicas] fue el primero en llegar», dice a continuación la bajada. «Entre las 5 y las 5.05 de la madrugada, la operadora de APE recibió una llamada en la que se indicaba que un auto había tenido un accidente», comienza el relato de la crónica periodística. «El doctor Sergio González estaba de guardia por lo que se encaminó en una ambulancia hasta el lugar».

«Una vez allí vieron que los dos sacerdotes que acompañaban a monseñor Sueldo, Ramírez y Trejo, habían salido del auto por sus propios medios», continúa. «El padre Ramírez indicó al equipo médico que el hombre que se encontraba en el suelo, en posición decúbito dorsal, era el obispo de Santiago del Estero».

«Según el doctor González, monseñor estaba a unos diez metros del auto, inconsciente, con una presión de 11.70, el pulso bajo y respiraba», sigue la nota. «Decidieron ponerle un corset en el cuello, por precaución, a pesar de que no tenía ninguna fractura visible, aunque sí varias raspaduras en la cara».

«Hacia las 5.25 decidieron su traslado inmediato y el padre Ramírez fue quien acompañó a monseñor en la ambulancia. El padre Trejo se quedó en el lugar y fue trasladado a un sanatorio en un auto privado».

«En el camino el obispo comenzó a vomitar por lo que le colocaron una cánula [tubo corto, en general de goma] para que respirara mejor. Por lo tanto, según el doctor González, respiraba bien; además lo monitorizaron para controlar su actividad cardíaca. Pero no recuperó la conciencia en ningún momento».

«Cuando llegaron al sanatorio San Francisco pasaron a monseñor directamente a terapia. Allí encontraron un hematoma en el muslo izquierdo [probablemente por el impacto con la puerta del coche], aunque no se sabía si había alguna fractura. Tenía sangre en la cabeza, pero no mucha. En terapia le pusieron una canalización, es decir una aguja, para inyectarle líquido».

«Entre las 6.15 y las 6.30 llamaron del sanatorio a APE para que trasladaran al herido a Sescan [entidad especializada en diagnóstico] ya que querían hacerle una tomografía. En el trayecto, el obispo seguía respirando aunque más lentamente. Cuando llegaron le hicieron un estudio y se lo volvió a trasladar a sanatorio».

«Monseñor continuaba con vida, a pesar de que tenía la presión un poco más baja», termina la crónica. «En el sanatorio San Francisco quedó en terapia intensiva, donde lo intubaron. Hacia las 6.45, cuando los miembros de la ambulancia se retiraron, monseñor tenía la respiración y la actividad cardíaca presentes».

Golpes en la nuca

«Sufrió serias lesiones a nivel cerebral, lo que le provocó un estado de coma grado cuatro debido a un coágulo en el cerebro», dijo el doctor Alejandro Gómez Jensen sobre la muerte de Gerardo Sueldo, que ocurrió a las 7.15 en el sanatorio San Francisco de la capital santiagueña. «Sufrió un paro cardiorrespiratorio del que logramos sacarlo y luego otro que fue fulminante», siguió el informe del jefe del equipo de neurología. «Se observaron lesiones cerebrales que comprometían la vida del paciente y un hematoma grande que obligaba a una cirugía inmediata». 

«Se le efectuó una tomografía que dio como resultado un enorme coágulo en la región del cerebro además de múltiples golpes en la nuca y un coma profundo, de manera que el estado era más que delicado», dijo Marta María Lobo de Hourcade, secretaria de prensa del Obispado, en diálogo con los medios de comunicación. «Se intentó un cirugía de urgencia pero antes de ingresar y comenzar esta sesión se produjo un paro cardiorrespiratorio en el que falleció el obispo».

Posible atentado

«Veníamos normalmente, con un ritmo normal de velocidad y totalmente descansados y lúcidos», dijo Marcelo Trejo en la misma conferencia de prensa que la señora Lobo de Hourcade. «Veníamos con mucha tranquilidad hasta cerca de San Marcos, donde nos encontramos con un caballo atravesado en la ruta. Entonces monseñor trató de esquivarlo y al hacerlo nos encontramos junto a unos pilares o mojones y hubo que hacer una contramaniobra para no agarrarlos, entonces eso produjo que el coche terminara volcándose».

«Tuve la oportunidad de ver que a 300 metros exactos del lugar seguía todavía una tropilla de al menos nueve animales», dijo el padre Raúl Lludgar, también participante de esa exposición ante el periodismo.

«La policía, intentando determinar las causas del accidente, realizó un rastrillaje por la zona con personal de la montada y efectivos de la seccional novena, sin poder encontrar animales sueltos», dice la edición especial de El Liberal. «El Renault 19 que conducía monseñor Sueldo cruzó perpendicularmente la ruta después de chocar con los mojones», dice el epígrafe de una foto en la que se contempla una decena de cuadrúpedos en las cercanías. «Al fondo, una majada de cabras que pasta junto a la banquina refleja el peligro que subyace en la ruta».

«El accidente ocurrió como consecuencia de la presencia de un animal yeguarizo que transitaba en medio de la ruta», reitera un comunicado posterior de Marcelo Trejo y Domingo Michelini en nombre del Obispado. «Realizamos esta declaración debido a los trascendidos surgidos de la investigación policial y judicial, referidos a que no había animales sueltos en la ruta», continúa. «Circunstancias estas corroboradas por monseñor Domingo Michelini juntamente con monseñor Raúl Lludgar, quienes constataron minutos después del choque una tropilla de no menos de nueve caballos en la zona», sigue el texto. «Generan en la población grandes dudas», argumenta sobre las falsedades denunciadas, «incluso al extremo de pensarse diversas hipótesis, entre las que no se descarta la de un posible atentado».

«No sé de dónde salieron esas versiones a las que se hizo referencia», respondió María Luisa Cárdenas de Infante, jueza del caso, respecto de la controversia acerca del animal. «Sin embargo, la policía en el momento de inspeccionar el lugar de la tragedia no habría encontrado ningún caballo», aclaró. «Eso no quiere decir que el animal no exista, es por eso que se están haciendo averiguaciones para saber quién sería el propietario del equino; el accidente es muy reciente, por lo que no nos podemos quedar con una sola hipótesis».

«La jueza entra en una serie de contradicciones que realmente nos causan mucha alarma», contestó esta vez el padre Marcelo Trejo. «Primero dijo que no había caballos, ahora dice que podría haberlos; esto solo perjudicará aún más la credibilidad de la justicia».

«Cierrelá, terminelá»

«Me ordenaron que cerrara la causa», revela María Luisa Cárdenas de Infante en la entrevista de 2004 con Página 12; son palabras dichas después de dejar su cargo. «Además del auto volcado con un aparente accidente, a mí me extrañó la presencia de gente de seguridad, de inteligencia, ¡en un accidente!; seguridad dependía en ese momento de [Jorge Alberto] D’Amico y de [Antonio] Musa Azar; como no eran los policías con los que trabajábamos siempre, los identifiqué muy fácilmente; me extrañó que estuviesen en un accidente porque normalmente no lo hacían», explica; «lo tomé como que, bueno, era el obispo el que estaba en ese lugar; pero después, no sé, pienso que es extraño».

«Mencionaban una tropilla de caballos; en realidad había excrementos de caballos cerca», agregó Cárdenas. «Hablaban de los caballos, de un atentado», abundó. «El obispo no tenía nada: no tenía un rasguño, lo único que tenía era un pequeño hundimiento en la frente», dijo sobre el cadáver, que pudo ver directamente en el sanatorio. «Las pericias que se hicieron [en el escenario] determinaron que habría sido el auto que lo golpeó», comentó. «Yo le pagué el perito, si no, no hubiese podido ni siquiera tener esa pericia, que es lo único que hay», protestó. «Los funcionarios de la Iglesia se opusieron en su momento a la autopsia», aclaró respecto del examen forense del cuerpo de la víctima. «Podía haber pasado por sobre ellos pero había ya tanto lío: nos corrieron del velorio, del entierro, y era natural; pero en cuanto a la investigación no pudimos avanzar».

«Frente a las versiones de los caballos: jamás pude investigarlas», denunció Cárdenas; «porque no tenía ni un policía para buscar testigos, para buscar a alguien; porque alguien siempre ve; no se pudo hacer; no me dieron los medios, no me dieron bolilla; incluso me decían: bueno doctora, termínela con eso; recibí reprimendas por querer investigar», reveló. «Varias veces fui a decirle expresamente: mire quién es que ha muerto», dijo respecto del titular del Tribunal Superior santiagueño, Ernesto Nicolás Kozameh. «La respuesta siempre era: ya está, doctora, ya está; sabemos quién es el que ha muerto; esa era la reprimenda: ciérrela, termínela con esa causa», siguió. «Había una presunción de que no había sido accidente normal», agregó. «No teníamos elementos a analizar, salvo el auto; al cerrar la causa, dejé constancia de que por un motivo que no se pudo establecer él perdió el control del rodado».

«Yo venía adentro»

—Había un caballo en la mitad de la ruta, puesto así, cruzado —confirma el padre Marcelo Trejo, tomando un café en una confitería de Santiago del Estero—; lo logramos esquivar, pero inmediata y consecuentemente nos encontramos con un pilote de la alcantarilla; es este movimiento y la inercia del segundo movimiento; si no estuvieran esos dos obstáculos simultáneamente, pienso, que es una de las grandes dudas, vaya a saber.

—Yo no puedo decir que lo de monseñor Sueldo fue un atentado, como tampoco puedo decir que fue un accidente normal —aclara el sacerdote—; yo venía adentro; mientras que no haya una cosa externa, que alguien verifique, no lo puedo hacer; ni lo uno ni lo otro, puedo tener mi inclinación, pero no lo puedo confirmar.

—En algún momento habrá algo o alguien que pueda decir una palabra mucho más confirmante de esto, una palabra que vuelva a abrir el proceso con seriedad —predice Trejo—; cuando algún tipo tenga un cáncer, se esté muriendo, va a golpear la puerta de una Iglesia y va a decir lo que tiene que decir; así va a ser; cuando sepas que es tu límite de vida y que tienes pasado mañana que encontrarte cara a cara con Dios y tienes un obispo muerto de por medio, todo esto se precipita.

«Sabía que lo iban a matar»

—Gerardo era consciente del riesgo que corría, estaba jugado, sabía que lo iban a matar —dice Carlos Sueldo, uno de los hermanos, compartiendo unas empanadas en la cocina de su casa de San Miguel de Tucumán—. En el momento de la tragedia, la policía del camino entre Tucumán y Santiago estaba comunicada, iban hablando sobre el recorrido del auto —revela—. Cuando él recibía alguna amenaza nos llamaba y nos pedía que no fuéramos a Santiago, nos cuidaba —recuerda—. Yo recibí amenazas telefónicas. Con mi esposa fuimos seguidos varias veces [después de la tragedia] por autos cuando hacíamos el recorrido entre Tucumán y Santiago del Estero, a la ida o a la vuelta. Con la causa judicial no se llegó a nada, me fundí pagando abogados, todo quedó en la nada —se indigna don Carlos—. Si hubo un crimen pudo ser tramado por [Antonio] Musa Azar con el apoyo de la Curia [la jerarquía de la Iglesia]; él sería el culpable; y quién sería el que ordenaba: [el gobernador Carlos Arturo] Juárez y la mujer [Nina Aragonés].

—Recién lo vimos cuando estaba en el cajón —dice Elba del Valle Medina de Sueldo, sentada junto a su esposo Carlos, acerca del momento en que los familiares tuvieron acceso al cadáver—; nosotros éramos los primeros [parientes en verlo]; después han ido llegando todos; lo trajeron en el auto funerario y Carlos por supuesto subió, porque no se podía creer; por otra parte, teníamos derecho a intervenir, porque Gerita nos había dicho del Código Canónico que quien decide es la familia, quien decide la autopsia, qué se hace con el cuerpo, dónde lo entierran; pero a nosotros se nos ha blanqueado la mente —lamenta la cuñada del obispo—; después, llega el primo Nardo Sueldo, el de [la ciudad de] Rosario; Nardo llega y da la primera puteada entre nosotros y dice, ¡hermanos, si sabíamos que lo iban a matar!

—Su caso es parecido al de Enrique Angelelli —dice Pedro Enrique Sueldo, alias Rico, otro de los hermanos, por teléfono desde su casa de Belén, Catamarca—. Fue un trabajo de personal de inteligencia del Estado provincial —deduce—. La última vez que ví a Gerardo, unos días antes de la tragedia, fue un momento singular; mi hermano estaba inusualmente emocionado, sensible; cuando nos despedimos hasta lagrimeó; era algo muy raro en él, jamás lloraba; en ese momento me dejó perplejo; ahora intuyo que de alguna manera se estaba despidiendo, porque se la veía venir.

—El 31 de marzo de1998 [meses antes de la tragedia] murió la madre de todos nosotros y madrastra de Gerardo, que lo quería a él más que a los demás hijos—recuerda—; hablaron por teléfono por última vez algunos días antes; ella le dijo, ¡cuidate de ese viejo [en referencia a Carlos Arturo Juárez], que te quiere matar! El paso de Gerardo por Orán como obispo fue importante: impulsó la ley a favor de los indígenas, entre otras cosas —destaca—. En la Dictadura salvó a tres curas, hizo que los trasladaran; uno a Uruguay; después los tres retomaron el sacerdocio de la mano de mi hermano.

—Me voy a morir y no me voy a convencer de que fue una situación accidental —dice José Miguel Sueldo, otro hermano, conocido en la familia como Bocha, en su living, asimismo en Belén—. Cuando [horas después de la tragedia] vamos al Obispado [de Santiago del Estero, el cadáver] todavía estaba en la morgue, no lo habían llevado a la Catedral; vamos, tocamos el timbre, pero no por el frente de la Catedral, sino por detrás, por donde es el Obispado; no podíamos entrar a la morgue; bueno, esas cosas; esa misma noche ha sido el velatorio —relata—. Él era muy comprometido con los más débiles; ahora está de moda la violencia de género, ha tenido participación en los juzgados de Orán detrás de eso, tanto en los provinciales como en los federales.

—Vaya a saber, quizás dentro de unos años se sepa la verdad —dice Lidia Sueldo de Ferreyra, una prima de Gerita, en el comedor de su casa, igualmente en la ciudad de Belén—; el hecho de que no haya habido investigación y que a la familia le hayan cerrado todas las puertas es más sospechoso todavía; algo hay que no se quiere que la gente sepa; la misma Iglesia.

—Gerita era políglota; hablaba español, inglés, alemán, latín, italiano —dice Ricardo Ferreyra Sueldo, hijo de Lidia y sobrino del obispo, revisando papeles familiares, sentado al lado de su madre—. No solo estaba amenazado, sino que además era consciente de que estaba amenazado. El tío sabía perfectamente dónde estaba parado y no voy a decir que no le importó, porque no era tonto tampoco, pero a pesar de eso él siguió porque consideraba que eso era lo que tenía que hacer.

Voz de los sin voz

—Gerardo Sueldo es un mártir —dice el padre Sergio Lamberti, uno de los que recibió la llamada telefónica de Marcelo Trejo inmediatamente después del vuelco—; de hecho, desde la pastoral que animo, que es la pastoral social y la Secretaría de Derechos Humanos, hemos sido los primeros en sugerir eso —cuenta mientras ceba mate en el estudio radial de su p, donde conduce un programa cotidiano—; es un paño enorme que tenemos con el rostro de monseñor Sueldo; lo titulamos abajo: monseñor Gerardo Sueldo, profeta y mártir de la iglesia santiagueña; porque más allá de los detalles del accidente y de la causa de su muerte, se puede hablar de martirio durante su vida, por la persecución que sufrió; además, bueno, del agregado de algunas cuestiones llamativas en torno a la muerte trágica.

—Primero le cerraron las misas radiales y televisivas que él solía tener desde la Catedral —recuerda el sacerdote—; Canal 7, de aire, que es del poder económico, Néstor Ick; y una campaña mediática por los diarios, El Liberal y Nuevo Diario; cartas al director pagadas y demás criticando a monseñor Sueldo y diciendo: la Iglesia no debe meterse en estas cuestiones, la Iglesia está para las cuestiones intraeclesiales.

—Va viviendo el proceso de todo mártir y de todo profeta —interpreta Lamberti—, que implica el tema de la soledad, pero al mismo tiempo un proceso espiritual de mayor confianza en Dios, propio de esas experiencias. Cuando la gente te dice: quisiera hablar con usted, pero no puedo ir a verlo porque si no me corren del trabajo, me están amenazando; quisiera ir a su misa, pero no puedo; cuando vas sintiendo ese vacío humano, los hombres y mujeres de fe afianzan más el abrazo con toda confianza en el amor de Dios.

—Sueldo luchó, arriesgó su vida, se entregó totalmente, no escatimó esfuerzos a pesar de las dificultades, no se callaba, era la voz de los que no tenían voz —dice el padre Domingo Esteban Michelini, otro colaborador directo, por teléfono desde su casa de Selva, en el interior santiagueño—. Pienso en mí mismo, que tal vez no supe acompañarlo, me quedé corto.

—Algunos sectores de la sociedad santiagueña se alegraron, gozaron, festejaron, la muerte de Gerardo Sueldo —recuerda además—. Él jamás tuvo expresiones respecto de la persecución que sufría, a pesar de que tuvo enemigos políticos realmente importantes.

—Era un obispo joven con gran capacidad de trabajo —sigue el padre Michelini—; la formación de Sueldo se notaba en su labor pastoral; estaba trabajando en un misal nuevo para Argentina, Uruguay y Chile, adaptado al vocabulario local; para eso, se reunía con curas de esos países; recuerdo que se impacientaba porque los otros demoraban la parte que les correspondía hacer. Dentro del episcopado argentino, Sueldo fue muy valorado; se comentaba que en algún momento sería arzobispo de Tucumán, Salta o Córdoba.

—Sueldo tenía una capacidad organizativa extraordinaria —dice Enrique Hisse, exsacerdote y colaborador del obispo, cebando mate en la cocina de su casa de Santiago del Estero—. Es totalmente coherente que lo hayan matado; si no lo mataron realmente o físicamente, tenían la intención de matarlo; un tipo que enfrenta así el poder y que desnuda así el poder.

—Juárez no era un bebé, un joven, un inocente —destaca—; no, era un tipo que sabía; sabía las buenas y las malas, todas las artimañas; manejaba el sentido popular y manejaba la estructura estatal; lo legal, lo informal, lo comunitario. Sueldo se fue quedando reducido en la gente, que para mí habla muy bien de él —agrega Hisse—; no hay ningún profeta que convoque masas; de hecho, las últimas alocuciones de él eran prácticamente un cuestionamiento al pueblo.

«Lo han limpiado»

—Los símbolos de la violencia del Juarismo son Musa Azar, Jorge D’Amico, Néstor Ick —dice María Celeste Schnyder, politóloga, en su despacho de la Universidad Nacional de Santiago del Estero—. Hay una línea entre hechos violentos sucesivos de gran impacto: las muertes de [César Eusebio] Iturre [exgobernador fallecido misteriosamente en 1997], Sueldo y La Dársena [asesinato de Leyla Bshier Nazar y Patricia Villalba en esa localidad en 2003], además del episodio de [Juan Carlos] Maccarone [sucesor de Sueldo; renunció en 2005 por un escándalo sexual; fue filmado intimando con un hombre]. El caso más investigado fue el de La Dársena, que probablemente fue perpetrado por los mismos actores que realizaron los otros. Esta visión es compartida por la enorme mayoría de los santiagueños; la gente nunca consideraría que se trata de deducciones forzadas.

—Después de la muerte de Sueldo, lo que nos ha pasado a muchos es una gran sensación de horfandad —dice Mónica Valeria Únzaga, socióloga, en un café de Santiago del Estero—; hemos perdido a esta persona que sentíamos que canalizaba y nos escuchaba. Me acuerdo que yo llegaba a la universidad a veces —cuenta sobre sus años de estudiante— y había panfletos en contra de monseñor Sueldo, porque el tipo estaba hablando con los empleados de una empresa que estaba cerrando; monseñor Sueldo iba y hablaba con los empleados; el tipo estaba y le ponía el pecho. Es la primera vez que en una homilía en la Catedral hablan de Juárez —agrega interpretando las palabras de Sueldo, que nunca mencionaba expresamente a los políticos—; que en la Catedral, en la homilía, el obispo diga lo que él decía de Juárez era algo absolutamente impensado.

—Para mí lo han limpiado, para mí lo han matado —dice Luis Garay, víctima de la Dictadura y defensor de los Derechos Humanos, compartiendo un café en el Instituto de la Memoria de Santiago del Estero, que dirige—; si yo tengo que sacar alguna conclusión, es esa. Era un enfrentamiento que podía terminar en su muerte, ya sea provocada o no —analiza—; no hay investigación judicial, no se ha podido demostrar; la situación era de mucha violencia, de mucho enfrentamiento; hacía previsible una finalización del proceso de esa manera. Ha habido un gran silencio por parte de la Iglesia Católica; hasta podríamos decir una falta de colaboración directa de la Iglesia.

«Ha metido la mano Musa»

—Sueldo fue asesinado —dice Luis Lupieri, expolicía y colaborador de Gerita, compartiendo una pizza en un bar de la ciudad de Santiago del Estero—; alguien puso un caballo justo en el camino. Musa Azar armó todo y los ejecutores son los integrantes del mismo grupo de tareas del doble crimen de La Dársena; son cuatro o cinco personas dedicadas a hacer ese tipo de cosas. Sueldo tenía grandeza, por eso iba contra cualquiera, sin importarle nada —se emociona—; sus homilías eran directas, provocaban reacciones a favor y en contra. Lo que él quería era ocupar la posición de pastor, con un rebaño que necesitaba tener un pastor en ese momento; veníamos del Santiagueñazo [rebelión popular ocurrida en 1993 que provocó la intervención federal de la provincia]; veníamos de una situación crítica.

—Hablar de un plan para matar a Sueldo no es descabellado —dice Ricardo Cárdenas, colaborador de Gerardo Sueldo, mateando en su imprenta de la ciudad de Santiago del Estero—, porque la Iglesia era molesta, molestaba al Herodes de turno, decía Sueldo. Supongamos que esto no haya sido un accidente, que haya sido un accidente provocado —elucubra—; aunque no necesariamente él quería ser un mártir, quería entregar la vida, instituirse en una autoridad distinta. Dios se equivoca con nosotros, dice: muchachos, tienen la Creación, vayan y disfrútenla; nosotros agarramos para cualquier lado; entonces viene hace dos mil años, viene de vuelta, y dice: muchachos, no les he dicho que la cosa es por allá, y qué hacemos, lo crucificamos, le decimos: estás loco, vos; no, la cosa es por acá; y seguimos discutiendo; nos manda a Gerardo Sueldo, nos manda a la madre Teresa de Calcuta, nos manda a Gandhi.

—Venían informando por donde venía el obispo Sueldo —dice Juan Carlos Storniolo, compartiendo el desayuno en la Terminal de Ómnibus santiagueña, respecto del trayecto del vehículo—; la Policía por ejemplo decía: pasa por Termas [de Río Hondo]; lo venían informando, sabemos por la Policía. No se hizo la autopsia, que es fundamental, y por eso uno no puede establecer cuál es la causal de la muerte —agrega el juez provincial del fuero penal—.Gerardo Sueldo no tuvo grandes problemas con el accidente, pero después se agrava cuando llega esa gente, que no se sabe quiénes eran; lo pusieron en la ambulancia vivo y llegó al sanatorio y ahí no sabemos que pasó —plantea—.Ha metido la mano Musa a través de la gente que ha mandado antes de que llegue la ambulancia; en esa época aquí estaba el gobierno juarista; por un lado estaba D’Amico y por otro estaba Musa Azar; ellos eran los que estaban en Santiago del Estero y los que ordenaron o mandaron a ver este accidente.

Lesa humanidad

Antonio Musa Azar y Jorge Alberto D’Amico eran en el momento de la muerte de Gerardo Sueldo jefes de inteligencia y seguridad de Santiago del Estero, respectivamente. El primero había hecho carrera en la Policía y el segundo en el Ejército. Ambos coordinaron la violencia juarista desde la década de 1970 hasta la caída del régimen, en 2004. Participaron en el terrorismo de Estado antes y durante la última Dictadura. Posteriormente, los dos acumularían varias condenas a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Además, Musa Azar fue declarado responsable del doble crimen de La Dársena, ocurrido en 2003. Carlos Arturo Juárez, por su parte, murió en 2010 sin haber llegado a sentarse ante un tribunal.

Antecedente 1

Enrique Ángel Angelelli, obispo de La Rioja, iba el 4 de agosto de 1976 al volante de una camioneta Fiat 125 en plena luz del día acompañado por el sacerdote Arturo Pinto. El vehículo circulaba por la Ruta Nacional 38, en el paraje Punta de los Llanos, cuando salió de control y quedó volcado en la banquina. Angelelli fue encontrado muerto a algunos metros del coche con una fractura letal en la nuca. Pinto sobrevivió y denunció que la tragedia había sido provocada por otro auto que los había encerrado deliberadamente, que el lugar había sido rodeado en seguida por personal policial y militar, y que el pastor había sido víctima de un homicidio. 

En el momento de la tragedia, las víctimas regresaban de la localidad de Chamical a la capital riojana luego de celebrar una misa en honor de Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, sacerdotes que dos semanas antes habían sido torturados y muertos. Además, días después de este horror, Wenceslao Pedernera, obrero rural, padre de familia y colaborador estrecho de Angelelli, había sido fusilado por desconocidos en la puerta de su casa en el pueblo de Sañogasta. 

En 2013, la justicia argentina condenó a varios integrantes de las fuerzas armadas por el crimen de Murias y Longueville. En 2014, tomó una decisión análoga respecto de la muerte de Angelelli. En 2018, el papa Francisco declaró mártires al obispo, los dos curas y Pedernera. De esta forma, se convirtieron en las primeras cuatro personas consideradas oficialmente con ese rótulo por haber derramado su sangre en territorio argentino. En 2019, además, todos fueron beatificados.

Antecedente 2

Carlos Horacio Ponce de León, obispo de San Nicolás de los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, iba el 11 de julio de 1977 como conductor de un automóvil Renault 4 en un día lluvioso con el joven Víctor Oscar Martínez como copiloto. El coche se trasladaba por la Ruta Nacional 9 a la altura de Villa General Savio cuando se le cruzó una camioneta Ford 100 que circulaba en sentido opuesto y lo chocó violentamente. El prelado murió horas después en el hospital de la ciudad de Ramallo, de una hemorragia cerebral. La investigación estuvo plagada de irregularidades y fue clausurada prematuramente. La autopsia fue realizada recién en 2009. Martínez sobrevivió y denunció haber visto personal militar en el escenario. Además, el joven dijo que después de su recuperación fue perseguido, secuestrado y torturado de forma reiterada.

«Podría tratarse de un atentado pergeñado por las autoridades militares de la región», dijo Matías di Lello, fiscal federal de San Nicolás, en 2014. «Por cuanto existen pruebas claras de que monseñor Ponce de León era objeto de operaciones de inteligencia por parte de la dictadura cívico-militar», continuó. «También en dicho contexto recibía cuantiosas amenazas de muerte, todo ello en virtud de la ayuda, contención y defensa que profesaba respecto de personas y/o grupos de personas perseguidas o desaparecidas por cuestiones políticas, gremiales, sociales y/o religiosas».

En 2023, la Cámara Federal de Rosario reabrió la causa para investigar si se trata de un crimen de lesa humanidad, con la hipótesis de que el siniestro quizás fue un ataque planeado por el gobierno militar.

Antecedente 3

Vicente Faustino Zazpe, arzobispo de Santa Fe, viajaba el 15 de agosto de 1982 solo en su coche Renault 12 por la Ruta Provincial 6, en pleno día, llegando a la localidad de San Carlos Centro, cuando fue repentinamente embestido de atrás por un camión. La cola del auto quedó dañada y el prelado sufrió traumatismo de cráneo simple, al parecer sin consecuencias. «Si bien técnicamente fue imposible determinar si se trató de un accidente o de un atentado, las sospechas quedaron flotando en la cabeza de muchos y seguramente también en la de Zaspe», dijo la periodista Olga Wornat, que investigó el hecho. «En ese año había recibido intimidaciones y amenazas de muerte».

«El chofer del camión decía que él había frenado, pero que no había podido evitar la embestida porque monseñor había girado de golpe, sin hacer señas, en la entrada de San Carlos», dijo Juan José Botta, párroco del lugar. «Es cierto que monseñor era despistado, también es cierto que si no hubiera frenado lo podría haber matado. La verdad, yo creo que si el camionero clavaba los frenos no le daba semejante golpe para dejarlo con conmoción cerebral; a mí siempre me quedó la duda de si no lo habían mandado para asustarlo y amedrentarlo, porque a Zaspe lo vivían amenazando y todos velábamos y rezábamos por él. Yo no podría afirmar nada, pero no me pareció una casualidad y yo sé que después de ese accidente monseñor no quedó bien; además era muy fácil atentar contra él: andaba solo y a su auto cremita, gastado por tanto uso, lo conocía toda la gente».

«Un choque de un camión de atrás, dicen», comentó José María Vernet, gobernador de la provincia de Santa Fe en el momento del episodio. «Pero hay muchas sospechas; fue un golpe muy violento».

Zazpe falleció de un paro cardíaco en 1984. «Se fue apagando como se apaga la voz de los profetas: cuando Dios quiere», lo homenajeó en 2011 Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y futuro papa Francisco. «Conoció esa soledad del calabozo espiritual de quien no tiene voz para defenderse; y Zazpe muere así: en ese calabozo existencial de quien dijo todo lo que tenía que decir y ahora, desde el alma, se le mandaba callar; una suerte de martirio».

Fuentes

Las citas del diccionario (Rae.es), el ida y vuelta de correos electrónicos (Lucio Casarini…; Juan Carlos Storniolo…;ambos del 13/3/2015) y las menciones iniciales de la prensa («La muerte…», El Liberal; «La voz…», Página 12; y Dandan, Alejandra…, Página 12) vislumbran el enigma.

La biografía y el perfil de Gerardo Sueldo provienen de la síntesis de la iglesia santiagueña (Lobo de Hourcade…, Obispado de Santiago del Estero) y de los entrevistados, en primer lugar los familiares. La descripción física se basa en las fotos tomadas el día en que Gerita celebró su primera misa, en Belén. El álbum familiar guarda numerosos retratos del personaje y de sus parientes, incluidos diversos ancestros.

El relato de la tragedia se funda esencialmente en las charlas con Marcelo Trejo y otros testigos, la cobertura de El Liberal, que reproduce al menos parcialmente y de forma tácita las pesquisas policiales(«La fatalidad…»; «Monseñor estuvo…»; «Sufrió serias…»; «El anuncio…»; «Todo fue…»; «Cómo ocurrió…»; «Jorge Ramirez…» —todas de la Edición especial del 4/9/1998—; «La jueza…», 7/9/1998; y «Críticas a…», 9/9/1998), el comunicado del obispado (Trejo, Marcelo, y Michelini, Domingo…) y la nota mencionada de Alejandra Dandan con la jueza en Página 12.

Los testimonios citados son solo algunos de los obtenidos. La transcripción de los que restan está en proceso. La lista completa de entrevistas efectuadas puede consultarse más adelante en estas páginas, igual que algunos nombres de charlas pendientes.

El apartado Lesa humanidad, sobre la suerte de los jerarcas del Juarismo, tiene información cubierta en la prensa, por caso: «Lesa humanidad…», Centro de Información Judicial; «El militar…», La Gaceta; «Escrache al…», Clarín; «Murió Carlos…», La Nación.

La sección final, sobre los tres obispos argentinos envueltos en circunstancias más o menos similares a las de la tragedia que padecióGerardo Sueldo, reproduce también asuntos que pueden encontrarse desarrollados en las noticias periodísticas: Mareco, Alejandro…,La Voz del Interior; «Reconocen el…», Aica.org (acerca del caso de Enrique Angelelli); Latrille, Fernando…, Agenciapacourondo.com.ar; «El fiscal…, Fiscales.gob.ar (Carlos Ponce de León); Sivak, Pedro…, Criterio; Bergoglio, Jorge…, La Nación (Vicente Zazpe). Para el último caso se recurrió además al libro de Olga Wornat.

Libros

Wornat, Olga. Nuestra santa madre: Historia pública y privada de la Iglesia Católica Argentina. Capítulo 9: El Príncipe y el Pastor. Vergara, Buenos Aires, 2002.

Prensa

Bergoglio, Jorge Mario. «Monseñor Zazpe, un profeta». La Nación, Buenos Aires, 12/9/2011.

«Cómo ocurrió el accidente». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

«Críticas a la investigación realizada por la Justicia». El Liberal, Santiago del Estero, 9/9/1998.

Dandan, Alejandra. «Me ordenaron que cerrara el caso». Página 12, Buenos Aires, 25/2/2004.

«El anuncio oficial de la muerte se hizo poco después de las 10». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

«El fiscal de San Nicolás pide información al Vaticano en la investigación de la muerte de Ponce de León». Fiscales.gob.ar, Buenos Aires, 30/7/2018.

«El militar retirado Jorge D’Amico fue condenado a prisión perpetua». La Gaceta, Tucumán, 4/9/2014.

«Escrache al represor Musa Azar en Santiago del Estero por el beneficio de prisión domiciliaria». Clarín, Buenos Aires, 10/1/2018.

«Jorge Ramírez, sentado a la derecha del obispo». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

«La fatalidad acabó con la vida del obispo Gerardo Sueldo». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

«La jueza niega versiones sobre el accidente de Sueldo». El Liberal, Santiago del Estero, 7/9/1998.

«La muerte de Sueldo sigue bajo un manto de misterio y dudas». El Liberal, Santiago del Estero, 5/1/2009.

«La voz de los silenciados en Santiago». Página 12, Buenos Aires, 25/2/2004.

Latrille, Fernando. «A 40 años de la sospechosa muerte del Obispo de San Nicolás Horacio Ponce de León». Agenciapacourondo.com.ar, Buenos Aires, 29/9/2017.

«Lesa humanidad: la Cámara Federal de Casación Penal confirmó condenas y anuló absoluciones en la causa Musa Azar». Centro de Información Judicial, Buenos Aires, 4/7/2019. En Cij.gov.ar.

Lobo de Hourcade, Marta María. Semblanza de monseñor Gerardo Sueldo (gacetilla). Secretaría de Prensa. Diócesis de Santiago del Estero, 1998.

Mareco, Alejandro. «Angelelli y sus compañeros mártires fueron declarados beatos ante una multitud». La Voz del Interior, Córdoba, 27/4/2019.

«Monseñor estuvo con vida en el traslado». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

«Murió Carlos Juárez, ex gobernador de Santiago del Estero». La Nación, Buenos Aires, 3/7/2010.

«Reconocen el martirio de monseñor Angelelli y sus compañeros riojanos». Aica.org. Buenos Aires, 8/6/2018.

Sivak, Pedro. «Zazpe, el obispo que habló cuando otros callaban». Revista Criterio (número 2380), Buenos Aires, 2012.

«Sufrió serias lesiones cerebrales». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

«Todo fue rápido, hasta su muerte». El Liberal/Edición especial, Santiago del Estero, 4/9/1998.

Trejo, Marcelo, y Michelini, Domingo Esteban. «La verdad de los hechos». Obispado de Santiago del Estero, 5/9/1998.

Citas y signos

La manera de reproducir los dichos de otros suele cambiar con los autores, los géneros y las tradiciones; por eso, quizás sea útil argüir el criterio usado aquí, que involucra tres marcas ortográficas prominentes:

1. Guión de diálogo o raya (—): Acompaña las declaraciones recogidas en persona, sea cara a cara o mediante algún sistema de comunicación, como el teléfono o internet. Las citas directas refieren palabras del entrevistado y las indirectas reproducen expresiones de un tercero. Una función alternativa de esta herramienta es encerrar oraciones aclaratorias.

2. Comilla doble (“): Distingue aquellas alocuciones extraídas de registros publicados, que pueden ser de variada naturaleza. La bibliografía anexa propone las siguientes categorías: libros, academia, documentos, prensa, internet y audiovisual. Otro cometido particular de este recurso, acorde con el uso más habitual o común, es envolver los títulos de las repercusiones periodísticas.