Sonia Centeno: «Yemina es una víctima más del genocidio encubierto»
15/10/2025
por Lucio Casarini
Su nieta Yemina Gil tenía 11 años cuando el 11 de octubre de 2011, mientras iba en bicicleta a la escuela, fue muerta por un camión que circulaba de forma prohibida en Vicuña Mackenna, provincia de Córdoba. El conductor está condenado por homicidio culposo. La voz de esta nota vive en Hurlingham, al oeste del Conurbano.
«Les voy a contar una pequeña historia; dice que se produjo un gran incendio en el bosque y había un colibrí que iba hasta el lago, traía una gotita de agua y la tiraba en el fuego; iba y venía, una y otra vez; en una de esas idas y vueltas se encontró con un tigre subido a un poste que le dijo: vos que tenés alas, por qué no te vas; le contestó: estoy haciendo mi parte, aunque sea pequeña; los familiares de víctimas somos la voz de los que no tienen voz; todos los días hacemos nuestra pequeña parte para que a ninguno de ustedes le pase lo que sufrimos nosotros, para que ninguno de ustedes tenga una silla vacía en la mesa».
Mientras habla de pie con el micrófono en la mano, la oradora pasea su mirada carismática entre quienes la oyen en el anfiteatro de la Plaza de las Carretas, a tres cuadras de la Estación Muñiz del ferrocarril, partido bonaerense de San Miguel. El sol de la tarde se cuela entre las nubes, los pinos y las columnas del techo de diez metros de diámetro. Quien tiene la palabra luce el cabello castaño recogido, remera gris y calzas color granate. La camiseta lleva estampados, curiosamente, los mismos ojos carismáticos, aunque dentro de un semblante infantil. «Yemina», se lee debajo en letras negras.
«Mi nombre es Sonia Centeno, soy abuela de Yemina, mi princesa», comienza el audio de esta nota; «una persona más que fue asesinada; porque Yemina no murió, ella fue asesinada por un homicida al volante que decidió no respetar las reglas básicas de tránsito», denuncia; «somos familiares de víctimas de siniestros viales», incluye a algunos de quienes la ladean; «les puedo asegurar que de esto no se vuelve; no hay varita mágica que nos retorne al ser querido; nosotros además de pedir justicia y visibilizar esto, queremos que se concientice, porque es un genocidio encubierto a la vista de todo el mundo».
Sonia Centeno con un cartel de su nieta Yemina Gil.
En el escenario hay otras tres madres de damnificados. Lorena Paola Osores, que es la anfitriona, pues la intervención de la abuela de Yemina se desarrolla durante el quinto aniversario del crimen de la hija de aquella, Lucía Ayelén Costa Osores, víctima del incendio de un bar. Claudia López, mamá de Ariel Oviedo, también fallecido en un siniestro vial. Y María Soledad Ríos, de Lautaro Flores, ídem. Más familiares presentes en el evento son Ricardo Arce, papá de Franco, ídem, Victoria Cruz, hermana de Juan Carlos, asesinado por asaltantes, y Sandra Pérez, mamá de Zaira Rodríguez, ídem.
«Hace un año, en el mes de noviembre, estuve en un congreso que hizo el SAME [Sistema de Atención Médica de Emergencia] con el señor [Alberto] Crescenti [el director]; dijo algo que me horrorizó, que registran [en todo tipo de hechos] una víctima fatal cada 45 minutos; o sea que en pocos años llegamos a los 30 mil desaparecidos [de la última dictadura]; por eso [la violencia vial] es un genocidio; somos 45 millones de argentinos; todos los días en un bolillero salen 40 [cifra de los que según algunos mueren en el tránsito vehicular] que no vuelven a casa y dejan una familia totalmente destruida».
«Nosotras vivimos con el dolor; pasan los años y es el mismo sufrimiento», se angustia Sonia, abriendo su corazón; «que esa muerte no sea en vano», proclama con esperanza; «no pisó una cucaracha, le quitó la vida a mi princesa», agrega compungida en referencia a Rodrigo Daniel Pérez, el camionero que circulando de forma ilegal arrolló a Yemina Gil mientras la niña de 11 años pedaleaba su bicicleta; ocurrió el 11 de octubre de 2011 en la ciudad de Vicuña Mackenna, provincia de Córdoba; la víctima se dirigía hacia la escuela junto a un hermanito; el chico sobrevivió, pero padece secuelas físicas y psicológicas.
Claudia López, Ricardo Arce, Sandra Pérez, Soledad Ríos y Sonia Centeno.
Pérez está condenado por homicidio culposo. Los magistrados fallaron en el veredicto que manejaba su Ford Cargo por una zona prohibida para el tránsito pesado al provocar lo irreparable. Eliana Centeno y Ángel Gil, los padres de Yemina, impulsaron el reclamo de justicia y actualmente integran el movimiento de las estrellas amarillas, una estrategia nacional que promueve los astros de cinco puntas como símbolo de memoria, conciencia y prevención. Un cartel vertical de chapa con ese emblema y el nombre de la pequeña puede contemplarse hoy en su localidad en Avenida Yde al 1300, escenario del drama.
Sonia los acompaña a la distancia, pues vive en el partido de Hurlingham, al oeste del Gran Buenos Aires, junto a otros hijos y nietos. En ese distrito preside la Unión de Familiares de Víctimas Viales (Ufavic), iniciativa civil que también integran Mary Puntano, Delia Pérez y Roberto Escalada, entre numerosos ciudadanos. Brindan charlas a distintos públicos; por ejemplo, estudiantes secundarios, personas que quieren obtener o renovar el registro para manejar e infractores condenados. En paralelo, asisten a los agentes de tránsito en operativos de control en puntos estratégicos del Conurbano.
«Doy clases en la escuela de jóvenes conductores», se entusiasma la abuela de Yemina, sobre uno de sus desafíos, ante la muchedumbre congregada en la Plaza de las Carretas; se refiere a la Escuela de Conductores de Hurlingham, abierta a candidatos de entre 17 y 30 años; la primera camada egresó en 2024; «les quiero decir a los pibes, tomando en cuenta que hemos perdido tantos derechos, que la vida es un derecho y tener una licencia de conducir también; porque nos están matando las nuevas generaciones; el 90% de las víctimas fatales del tránsito vehicular son jóvenes de entre 14 y 34 años».
Sonia Centeno, Ricardo Arce y Claudia López junto a una bandera con estrellas amarillas.
«Hace dos años bajó la estadística a la primera infancia; todas las semanas muere un niño en la puerta de una escuela y no se dice», advierte un nuevo dato estremecedor; «por cada víctima fatal quedan entre diez y 20 personas con secuelas severas», amplía el panorama alarmante; «eso quiere decir con oxígeno de por vida; una chica que conozco perdió el 70% de su cerebro, imagínense en qué condiciones está», se estremece; «los siniestros viales se llevan el 2% del PBI [Productor Bruto Interno] nacional», informa; «en los hospitales, el 70% de las camas está ocupado por personas siniestralizadas».
«Queremos decirles que la vida es linda», invita a la reflexión fijando la vista en los adolescentes; «si andan en moto, usen casco, por favor; el paragolpes de la moto es la cabeza; les puedo asegurar que quedan con pañales y respirador; lo veo todos los días», sugiere tomando en cuenta su experiencia cotidiana junto a damnificados viales; «ustedes son jóvenes, tienen todo el derecho a disfrutar, pero si toman no conduzcan; el que toma no maneja; nadie les dice que no beban; tomen todo lo que quieran, hagan todas las previas que quieran, dénsela en la pera, hagan lo que quieran; pero no manejen».
Aviso de la jornada en la Plaza de las Carretas, quinto aniversario del crimen de Lucía Costa Osores.
«Si tienen un amigo que quiere manejar y tomó, no suban, porque todos los fines de semana de un grupo de cinco amigos tres no vuelven», agrega la abuela de Yemina; «el caso más tremendo, no hace mucho tiempo, fue en la Panamericana; murieron cinco jóvenes de menos de 20 años, solo se salvó el conductor porque tenía puesto el cinturón de seguridad», relata otro hecho escalofriante; «a veces los adultos rezongamos; he tenido hijos adolescentes y tengo nietos; les puedo asegurar que ninguno espera la muerte de su hijo; el alcohol al volante mata; no se trata ni de una copa ni de media ni de nada».
«Voy todos los fines de semana a hacer operativos de control de alcoholemia en las autopistas», destaca el trabajo silencioso que lleva a cabo mano a mano con la iniquidad; «se escucha cada cosa; el que comió la lechuga con mucho vinagre», hace una mueca; «el que dijo lo que pasa es que tengo mucho perfume en el auto», se avergüenza; «el alcohol al volante mata; el 80% de las víctimas fatales son asesinadas por alguien que tenía alcohol o sustancias prohibidas en la sangre; el alcohol al volante mata; por eso los familiares de víctimas hacemos mucho hincapié y peleamos por la ley de Alcohol Cero».
Sonia y sus compañeros de Ufavic promueven el Alcohol Cero al manejar. En 2022 lograron que se convirtiera en una ordenanza municipal votada por el Concejo Deliberante de Hurlingham. De esta manera, el partido integra al club de más de medio centenar de localidades argentinas en las que tiene vigencia la norma. En 2023, celebraron la aprobación del proyecto en el Congreso Nacional y su posterior promulgación por parte de la Casa Rosada. Además, la veda rige en territorio bonaerense; igual que en casi todas las provincias, 18 de 24; una de las comarcas rebeldes es la Capital Federal.
Sonia Centeno junto a todos los congregados en la Plaza de las Carretas.
«Nadie les dice que no tomen, les reitero; pero no salgan a manejar; porque en el mejor de los casos se matan ustedes y en el peor arruinan una familia; la vida no vuelve a ser la misma cada vez que se pierde un ser querido; el próximo domingo es el Día de la Madre», anticipa pensando en el 19 de octubre y en la ausencia de Yemina, junto a los miles de argentinos que anualmente devora el desmán automotor; «después vienen las benditas Fiestas, los benditos cumpleaños; es todo dolor y todo tristeza; es una herida que no se cierra nunca, nos vamos a llevar este dolor hasta el día que partamos junto a ellos».
Como se contó en párrafos anteriores, el evento en el que Sonia realiza su disertación es el quinto aniversario del crimen de Lucía Costa Osores. Un viernes. La joven tenía 18 años cuando el 10 de octubre de 2020 murió por las quemaduras que sufrió en la taberna Zar Burguers & Beers, situada a pocas cuadras de la Plaza de las Carretas. La barbarie, motivada por numerosas irregularidades en el funcionamiento y las instalaciones del comercio, dejó además heridos graves. El único condenado es Carlos Eduardo Oliverio, alias Tato, presunto dueño del bar, aunque hay indicios de responsabilidad estatal.
«Tengan en cuenta que el que maneja solamente puede conducir con calzado cerrado; eso significa estilo zapatilla», se detiene la abuela de Yemina en otro aspecto; «en los operativos aparecen las chicas con alcohol en sangre y taco», cita una inconciencia al manubrio más; «no se puede, es ley y si la ley está hecha por algo es», sostiene; «ahora estamos peleando por la modificación del Código Penal en siniestros viales», menciona el proyecto que debate el Congreso de la Nación; busca endurecer el castigo para los infractores; luego del visto bueno de la Cámara de Senadores, debe votarlo la de Diputados.
Sonia Centeno junto a otros congregados en la Plaza de las Carretas.
«Porque en este país el crimen perfecto es matar a alguien al volante; les puedo asegurar que los asesinos tardan menos en llegar a su casa que nosotros en volver del cementerio», pasma a los oyentes; «mi yerno al ver a su hija muerta sufrió una crisis de nervios; no lo podían tener, hasta que lo tiraron boca abajo, lo esposaron y se lo llevaron detenido por resistencia a la autoridad», relata el trato miserable que padecieron los seres queridos de Yemina; «al asesino, pobre, lo trasladaron al hospital porque estaba angustiado», agrega con ironía y resignación; «no sé qué esperaban que dijera el padre; gracias, hermano».
Sonia y sus socios de Ufavic han asistido a varias ediciones del Congreso Nacional de Víctimas Viales. Se llevaron a cabo en Colón, provincia de Buenos Aires (2022), Viedma, Río Negro (2023), Santa Rosa, La Pampa (2024), y la ciudad de San Juan (2025). Se trata de movidas ciudadanas impulsadas por aquellos que han perdido a sus seres queridos en manos del flagelo automotor y apuestan por una revolución pedagógica, legislativa, institucional y principalmente cultural. Con la presencia de funcionarios, expertos, divulgadores, autoridades, estudiantes, investigadores y público en general.
«El que maneja un auto usa un arma de más de mil kilos», agrega la disertante; «un arma policial pesa 937 gramos; un coche, por pequeño que sea, más de una tonelada; conducen un arma de cuatro ruedas; necesitamos adquirir conciencia», reclama; «hay que respetar el semáforo; el 45% de las víctimas peatones son ancianos y discapacitados; son los más expuestos porque tardan más en cruzar la calle; como si nadie fuera a llegar a viejo; de eso no zafa nadie; todos tenemos un abuelo, una abuela, una mamá; no se pasa el semáforo en amarillo, que significa parar», recuerda; «al contrario, ven el amarillo y aceleran».
Sonia Centeno en el escenario junto a otras madres de víctimas.
«Es real que los peatones tampoco respetan las reglas básicas de tránsito, pero la ley dice: haya o no semáforo, haya o no senda peatonal, haya o no córdon, siempre tiene prioridad el peatón», se detiene la abuela de Yemina en un punto crítico adicional; «hace dos días, una mamá, una mamita asesina, la llamo yo, mató a su hijo de dos años en la Ruta 11», recuerda una noticia que provocó estupor; «esa mamá iba a más de 170 km/h con su bebé sentado atrás en una sillita; a la velocidad que iba chocó un poste, partió el auto al medio y mató a su bebé; pobre madre, que mal se debe sentir», comenta con sarcasmo y desazón.
«Mentira, mató a su hijo, es una asesina», retruca observando con tristeza a quienes se encuentran presentes en el anfiteatro; «porque el que desobedece la ley tiene intención de hacer daño», acota; «cualquiera que porta un registro sabe que hay que respetar la velocidad, que no se puede consumir alcohol, que hay que ponerse casco», cita el caso de quienes viajan en moto; «también cinturón de seguridad cuando llevamos criaturas», refiere la circunstancia de los automovilistas; «dependen de nosotros», acentúa; «se sacan selfis, les dicen sos todo lo más hermoso; pero los llevan en moto sin casco».
«Los menores de 16 años solo pueden viajar en moto de acompañantes», amplía el inventario normativo; «si un niño se les cae de la moto sin casco, hagan de cuenta que tiraron una sandía de esta altura», coloca la mano izquierda por encima de sí, mientras con la derecha sostiene el micrófono; «ese es el daño que pueden causar en su cabeza», advierte; «un niño no va suelto en el auto», vuelve al manejo de un coche; «para ellos está la sillita», completa; «un caso en la General Paz; un alcoholizado chocó otro auto de atrás; el niño salió despedido; por dónde creen que voló; todos dicen por el parabrisas…».
Sonia Centeno junto a las otras madres en el escenario.
«…Salió por una ventanilla lateral, su cabeza pegó en el guardarrail y murió», describe espantada; «el nene iba acostado en el asiento trasero durmiendo sin sillita y sin cinturón de seguridad», completa la situación; «es cierto que los chocó un borracho con exceso de velocidad, pero también es real que esos padres colaboraron en la muerte de su hijo», concluye; «es cara la sillita, es verdad», argumenta poniéndose por un instante en la piel de los infractores; «ahora, si se les rompe o pierden o les roban el celular, algunos venderían a la madre para reponerlo», desbarata de inmediato la excusa; «la sillita salva una vida».
Junto al equipo de Ufavic, la oradora ha multiplicado su tarea a través de más proyectos con presencia en toda la Argentina. Dentro del mencionado movimiento de las estrellas amarillas, asesora y acompaña a quienes, en el Gran Buenos Aires, desean honrar a una víctima del flagelo vehicular colocando un cartel como el que recuerda a Yemina en Vicuña Mackenna. La Agencia Nacional de Seguridad Vial, que declaró el astro de cinco puntas una señal de tránsito, es otro hábitat destacado de la trayectoria de la voz de esta crónica. Igual que el Programa Nacional de Lucha contra la Impunidad (Pronalci).
«Algunos nos dicen vas a cobrar», evoca Sonia Centeno la indemnización económica prevista por las leyes para quienes sufren un daño; «no nos importa», replica; «nos pueden poner un piso de diamante», imagina, «no nos importa», reitera; «queremos a nuestro ser querido; por eso les pedimos que se cuiden y que nos cuiden; les ruego principalmente a ustedes, chicos», mira a los adolescentes; «cuiden su vida y la de los demás; tengan en cuenta que siempre hay una mamá, un papá, un tío, un hermano, una abuela, que los espera; respeten la vida y por sobre todas las cosas la de los demás».