Natalia Cura: «Duermo con la ropita de Valentino, lo siento presente conmigo»

16/8/2024

por Lucio Casarini

Denuncia que su hijo es una víctima de mala praxis. El niño tenía cuatro meses cuando expiró el 20 de febrero en el Hospital de Niños de San Miguel de Tucumán tras una cirugía innecesaria por personal carente de habilitación. La madre menciona pruebas, nombres y apellidos. Acusa a Luis Medina Ruiz, ministro de Salud provincial, de complicidad con el encubrimiento.

«El Hospital tapa todo; la muerte de mi hijo no es la primera tragedia en manos de estas personas; cuando falleció Valentino me contactaron muchas mamás y muchos papás a los que les había pasado lo mismo; terminaron con la vida de sus niños de igual forma; [me dijeron que] lamentablemente no pueden pelear contra este sistema corrupto; ellos quedaron en el camino; abandonaron; no quieren seguir; hace unos días hablé con un hombre que me contó que Pablo Carreras, el residente [uno de los implicados], se comunicó de la misma manera; estaban a punto de operar a su hijo, también del corazón…».

Para Natalia Verónica Cura, la llegada de Giuliano Valentino al mundo había sido un auténtico milagro. «Es lo mejor que me pasó en la vida», se emociona la madre, «era un angelito, un regalo de Dios». Al principio la angustió terriblemente que el pequeño padeciera algunas falencias de salud relativamente complejas. Encima, el papá de la criatura se borró del mapa. De manera que eran ella y su niño contra la adversidad. Pero los doctores de la clínica donde se realizó el parto, que fue de riesgo para ambos, la tranquilizaron. Al parecer, con amor, dedicación y paciencia todo podría encaminarse.

«Mi hijo nació con una cardiopatía congénita y síndrome de Down; estaba siendo tratado por una cardióloga y mi pediatra; estaba siendo medicado; me dijeron que no había necesidad de cirugía, ya que su problema en el corazón mejoraría; con el tiempo se cerraría el ducto que tenía abierto [que provocaba flujo excesivo de sangre]; lamentablemente, la cardióloga no pudo seguir atendiéndomelo; me derivaron al Hospital de Niños, donde empezó mi pesadilla; cuando llegué apareció una mujer que se presentó como Emilia Croigverg, cardióloga; ella le hizo una ecografía de corazón y un análisis de sangre».

Promediaba el mes de febrero. Natalia a continuación habló con Magdalena Reyes y Pablo Carreras, que dijeron ser cirujanos cardiovasculares. Le transmitieron un diagnóstico repentino e inesperado. Valentino requería una intervención quirúrgica a la brevedad. La madre objetó que tenía dudas al respecto, que eran necesarios estudios de cierta envergadura y que el niño estaba débil. Le contestaron que alcanzaba con un simple análisis de sangre. Al final ni siquiera este examen se llevará a cabo de manera correcta. El niño ingresó al quirófano en menos de lo que toman los resultados de un hemograma.

«Mi hijo se ahogaba, lloraba; le dije al doctor [Carreras] ¿usted está seguro de que Valentino se encuentra apto para la cirugía? porque yo lo percibo mal; me dijo que lo veía bien; al otro día me lo buscaron a las 8.45 de la mañana para llevarlo al quirófano; me tuvieron cinco horas en la puerta; es lo que duró la cirugía, supuestamente; cuando salió del quirófano mi hijo…; hasta ese momento no me habían dicho quiénes participaban de la operación; la anestesista me lo quitó prácticamente de los brazos y se lo llevó; …salió despierto y llorando; Pablo Carreras me dijo que ya lo ingresarían a terapia y podría verlo».

«Se me acercó una persona que se presentó como jefe de cirugía, Rubén Toledo; me dijo que había actuado con el equipo de Pablo Carreras y Magdalena Reyes; que la cirugía había estado bien; que se había dado con la sorpresa de que el ductus que ellos tenían que cerrar ya estaba ocluido [esta era la finalidad de la intervención], pero igual habían puesto un dispositivo; que debían controlar la respiración porque mi hijo tenía síndrome de Down; que sus órganos no eran como los de otros niños y supuestamente no podía respirar por sí solo; me pareció bastante raro; lo sacaron extubado, despierto y llorando».

«Yo desesperada por entrar a terapia; se encontraba lleno de nenes y enfermeras; lo vi a mi hijo; estaba llorando; les pedí que por favor hicieran algo; que lo durmieran, le dieran algo para el dolor; seguía llorando; en eso, se me acerca una mujer; ahora sé que se llama Gabriela Sangero, es una doctora; me dijo qué pasa; de mala manera; le contesté pido que duerman a mi niño, porque me dijeron que iba a salir sedado, intubado; me replicó que estaba caprichoso; lo habían atado de pies y manos; Valentino era hipotérmico; lo tenían con el aire a ful, hecho un hierro, helado; tapados con un plástico los pies, nada más…».

Natalia y Valentino se encontraban en una maraña que quedará a la vista demasiado tarde para salvar al niño. De todos los intervinientes, el único habilitado era Rubén Toledo. Los demás usaban el sello de el. Magdalena Reyes y Pablo Carreras son médicos residentes (los profesionales transitan varios años de práctica antes de rendir los exámenes necesarios para la certificación en su especialidad). El caso de Emilia Croigberg es peor todavía, adeuda varias materias de la cursada. Los retratos respectivos de esta nota lucen tal como los difunde la familia de la víctima en sus redes sociales de internet.

«El ministro de Salud, Luis Medina Ruiz, se comunicó con uno de mis hermanos para contarle que estaban intubando a Valentino porque le había agarrado una arritmia; minutos después llegué al Hospital; sentí un llanto de criatura, pero no pude pasar todavía, grité qué le pasó a mi hijo; salió la mujer que me había comentado que mi bebé era caprichoso [Gabriela Sangero]; me dijo venga estamos reanimando a su hijo hace 30 minutos y no reacciona; fui, me tiré arriba de el, les pedí que no pararan de masajearlo, que no pararan…; me dijeron que no había nada que hacer; mi hijo murió en mis brazos».

«Cuando mi bebé falleció desaparecieron todos; nadie me dijo qué había pasado con mi chiquito; nada; me dejaron sola en terapia con otras criaturas; mi hijo se iba en sangre; lo tenía abrazado, me quedé un rato; la verdad no sé cuánto tiempo; me mandaron a sacar con unos policías; mi bebé estaba desnudo, lo único que atiné fue a agarrar una sábana para envolverlo y llevarlo así; me sacaron por el pasillo; todas las mamás escucharon mis gritos; lloraban porque me echaban así; me guiaron a la morgue; no sé hasta qué hora estuve ahí; hasta que lo llevé a casa para cambiarlo; porque estaba lleno de sangre».

«Me mandaron a decir por la Policía y una enfermera que si tenía preguntas volviera al día siguiente a las nueve y media, que estarían las personas que operaron a mi hijo; no pude porque estaba velando a mi hijo; fui al tercer día a buscar la historia clínica; me estaba esperando la directora del Hospital, Gramajo [Inés]; me hizo esperar afuera 40 minutos; me estaba esperando con un abogado; me dijo que si tenía preguntas para hacer que volviera al otro día con un abogado y entonces me daría la historia clínica, cosa que nunca pasó; ella sabía que algo ocurría ¿por qué me recibió con un abogado?».

«Yo no había acusado a ninguno todavía, no había dicho nada; yo sabía que algo estaba mal ¿por qué a mi hijo lo sacaron de esa forma?; me fui a hacer la denuncia; había hablado ya con un abogado y con un médico; les conté lo que había pasado; me dijeron que a mi hijo me lo mataron; que es un caso de mala praxis; a todo esto, días después realicé una marcha [en la puerta del Hospital]; me llamó el doctor Medina Ruiz, el ministro de Salud de Tucumán; me recibió, me dijo que el haría una investigación, que si fue como yo digo y si había pruebas, el tomaría medidas; le dije que le iba a llevar las pruebas».

«Hace poquito me recibió por segunda vez [el ministro]; le llevé las pruebas; el informe de mi perito de parte con la mala praxis, la negligencia y la inobservancia médica; todo; Valentino jamás tuvo que ser operado; me lo dijo el forense, el doctor [Fernando] Vázquez Carranza, que es mi perito de parte; me lo confirmó el pediatra; me lo ratificaron todos; cuando murió mi chiquito me enteré de que los que lo habían operado son todos residentes; el único médico matriculado es Rubén Toledo; la supuesta cardióloga [Emilia Croigverg] adeuda materias desde 2018; se me vino el mundo abajo; dije adónde me metí con mi hijo».

«Le llevé el informe al ministro, pero lo único que le importa es que yo pare las marchas [de protesta hasta la puerta del centro de salud]; me dijo que les hago daño a los médicos; le dije que esas personas no están capacitadas para hacer cirugías; son residentes; además tienen la obligación de decir que esa es su condición; no pueden presentarse como médicos cirujanos del Hospital de Niños; usan el sello de Rubén Toledo; lo hicieron en el prequirúrgico; tengo las pruebas de lo que digo; el Hospital tapa todo esto; lamentablemente terminé mal con el ministro Medina Ruiz, a pesar de que le mostré la evidencia».

«Hice público el caso; en cada marcha los periodistas me acompañaban y de repente dejaron de hacerlo; una periodista, en confianza, me reveló el vocero del ministro es dueño de radios y canales de televisión; no te van a dar más prensa; no quieren que hables; así me lo dijo; me quieren callar; pero yo voy a seguir; no le tengo miedo a este sistema corrupto; estoy peleando contra algo grande y no le tengo miedo; voy a continuar hasta el final por justicia; adulteraron la historia clínica; se hizo una primera junta médica en la cual participó uno de los integrantes del equipo que demando; así que se pidió la nulidad».

Pablo Carreras es quien estuvo en la junta médica y como perito de parte. El veredicto, según puede intuirse, fue favorable para el personal de salud. Por lo que Natalia y su representante legal, Diego Piedrabuena, reclaman que el procedimiento sea efectuado nuevamente. Este escándalo es un botón de muestra adicional del peregrinaje de la mamá de Valentino. Otro es su experiencia con Sergio Pérez, el primer abogado que la asesoró. Ella cuenta que le cobró de antemano, entorpeció la causa, hizo que se perdiera la autopsia y de pronto desapareció. Según dicen, el hombre presta servicios en el Ministerio de Salud.

La carátula del expediente judicial es homicidio culposo. También llamado involuntario, es un delito que consiste en causar la muerte a una persona por una acción negligente. La expectativa de la querella, tomando en cuenta los antecedentes en el terreno de la mala praxis médica, es que (incluso con la perspectiva más optimista) ninguno de los acusados termine en prisión. Rubén Toledo, de máxima, podría perder de manera temporaria la matrícula para el ejercicio profesional. Los demás involucrados, en caso de que se los considere culpables, lo mismo; como mucho, recibirían inhabilitaciones por un plazo limitado.

«Lleno de vida me lo arrebataron, de la peor forma; todo por una matrícula y plata, porque con cada cirugía se llenan los bolsillos; era mi hijo o cualquier otro niño», ha comentado la mamá de Valentino en Facebook. La controversia sobre el vínculo entre el sistema de salud y los negocios tiene ecos permanentes. Tanto por lo que hacen mal como lo que dejan de hacer. Un ejemplo que trascendió en la prensa. En 2022, Swiss Medical fue condenada por la Justicia porteña a reintegrar 360 mil pesos e intereses a un paciente con cáncer de próstata debido una cirugía que la empresa de medicina prepaga se había negado a cubrir.

Natalia trabaja como secretaria en el Arzobispado de Tucumán, con cuyas autoridades está profundamente agradecida, pues respetan su lucha. Reconoce que su formación y su trayectoria en un ámbito de considerable prestigio han sido cruciales en el desarrollo de los acontecimientos. Tanto para que ella pudiera desenredar la madeja, como para que accediera a determinados espacios y reclamara con eficacia. Cuenta que el papá de Valentino brilla por su ausencia de manera definitiva desde que decidió dar batalla en la esfera pública. Por lo que ella se apoya en su mamá, dos hermanos y ciudadanos solidarios.

«Valentino, a pesar de ser tan chiquito, era una cosita bella, bella, bella; como les digo a todos, irradiaba una luz…», se conmueve la mamá, que abstraída del dolor de la tragedia habla con la mayor ternura; «las personas quedaban enamoradas; casi no se le notaba el síndrome de Down; salvo en algunas fotos que le sacaron, un poco en los ojos; era un angelito; era todo el tiempo sonrisa; los médicos me decían que no se iba a poder mover; que los bebés con el síndrome recién a los cinco o seis meses tiene fuerza en los músculos, los bracitos; pero el al mes y medio ya se daba vuelta en la cama, se quería parar».

El único hermanito de la víctima tiene tres años y medio. La familia se agrandó en cierta forma con otros parientes de víctimas de mala praxis de todo el país, como Roxana Dángelo, mamá de Katerina Azor, que tenía 19 años cuando perdió la vida en la Clínica Fátima del partido bonaerense de Pilar. Ella integra la Comisión de Acompañamiento de Familiares de Víctimas (Cafavi), fundada por Silvana Mancuso, mamá de Mora Callejón, fallecida también en manos de doctores. Otra luchadora del rubro es Gabriela Covelli, progenitora de Nicolás Deanna e iniciadora de la Asociación por la Vida y la Salud.

La mala praxis médica constituye el trauma provocado más letal en todo el mundo. Implica unas 300 muertes por hora en la humanidad. La violencia automotor, otra hecatombe silenciada por los entramados estatales, es origen de más o menos 150. La Organización Mundial de la Salud suele incluir el segundo estrago entre las diez primeras causas generales de fallecimiento. La mala praxis, ignorada en ese ranking, es calculada por Naciones Unidas. La trata de personas (o esclavitud) ostenta números menores, pero igualmente impactantes. En la Argentina hay una denuncia cada cinco horas ―1800 por año―.

«Desde que murió Valentino pude soñarlo una sola vez», evoca Natalia su experiencia íntima, que es de alguna manera inefable; «fue como al mes y medio; soñé que lo abrazaba, que lo besaba y que me lo traía una mujer para despedirse; desde ahí nunca más», se resigna tironeada por el instinto materno, cuya capacidad trasciende todos los límites y establece una comunicación espiritual; «duermo con su ropita, la que usó la última vez, antes de perder la vida; siento su energía; muchas, muchas noches percibo que el está conmigo; lo siento en mis brazos; así es como lo siento cada día conmigo, presente».