Lorena Osores: «Sin conciencia, lo que sufrió Lucía va a seguir pasando»

14/10/2025

Su hija Lucía Costa Osores tenía 18 años al morir el 10 de octubre de 2020 por las quemaduras que recibió en la taberna Zar, partido bonaerense de San Miguel, durante un incendio que dejó además varios heridos graves. El supuesto dueño del comercio es el único condenado, aunque hay indicios de responsabilidad estatal.

«A veces voy a los colegios y les pregunto a los chicos cuántos saben usar un matafuego o qué deben hacer cuando alguien es víctima de un incendio; cosas básicas que tendrían que estar en el programa desde el comienzo; nadie sabe nada; así es como pasan las cosas; así es como nos quieren, ignorantes, para que otros se aprovechen de la situación; esto no tendría que haber ocurrido, Zar no tendría que haber estado abierto y podríamos haber evitado el bar nosotros mismos; desde mi lugar quiero contagiar a la gente para que tome conciencia y sepa que puede lograr algo muy importante, salvar una vida».

El cabello lacio, negro y brillante de Lorena Paola Osores flamea por momentos movido por la brisa primaveral mientras ella habla con ahínco parada detrás del micrófono. El amplificador está fijo sobre un pie delante del escenario circular de cemento del anfiteatro de la Plaza de las Carretas, a tres cuadras de la Estación Muñiz del Ferrocarril San Martín, en el partido bonaerense de San Miguel. El sol potente de la tarde se cuela entre las nubes y los pinos. La pechera blanca de ella contiene el rostro de la hija junto a un corazón violeta. «Movimiento Lucía», puede leerse en el margen inferior del semblante.

«Se cumplen hoy cinco años desde que en octubre de 2020, acá en San Miguel, en [la calle] Paunero, en un lugar llamado Zar…», comienza la madre su memoria del horror que terminó con la vida de Lucía Ayelén Costa Osores, de 18 años; «saliendo de la pandemia, acá había fase tres y se permitió abrir locales como Zar en condiciones que no correspondían: mediasombras, centros de mesa generados con combustión, mucha gente…», enumuera varias de las irregularidades que concibieron la infamia; «la verdad es que fue un día terrible, tanto para la familia como para toda la comunidad».

Lorena Osores junto a los participantes del aniversario.

El infierno ocurrió la noche del 9 de octubre de 2020, mientras Lucy y algunos compinches del Espacio Joven de la Catedral de San Miguel disfrutaban de su primer paseo en el marco de la cuarentena. El local de la taberna Zar Burgers & Beers, en el presente clausurado, se encuentra en Paunero 1189, a cuatro cuadras de la iglesia y a cinco del predio del homenaje relatado en esta crónica. Lorena y otros familiares de las víctimas, junto a organizaciones civiles, piden que el Estado lo transforme en un edificio dedicado a la memoria y la prevención, tal vez una especie de museo histórico o cultural.

«Hago esto para generar conciencia, porque lo que pasó en Zar se podría haber evitado de un montón de maneras; sabiendo cómo usar el extintor, pidiendo al dueño del emprendimiento sacar los centros de mesa generados con combustión, quitando las mediasombras, que desde Cromañón estaban prohibidas…», menciona la masacre ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en el barrio porteño de Once, de igual especie, pero inconmensurablemente peor; «miles de cosas; la salida de emergencia no estaba habilitada, por eso cuando se prendió el fuego se metieron todos en un lugar y quedaron atrapados».

El episodio que arrebató la vida de Lucy y provocó heridas graves en varios jóvenes comenzó cuando Priscila Marlene Lucca, mesera de igual edad que la fallecida, acercó un bidón de alcohol etílico de cinco litros al grupo. Su intención era alimentar la llama encendida que adornaba el centro de mesa. La maniobra conectó el fuego y el recipiente vertedor, que explotó tras ser soltado por la empleada. El acto homicida de la moza aún debe ser examinado en un juicio. Su defensa alega que obedecía órdenes, era inexperta, pues llevaba un mes en el puesto, y además se desempeñaba en negro.

«Mereces lo que sueñas», afirma el chaleco en la espalda de Lorena Osores.

El único condenado del sumario es Carlos Eduardo Oliverio, alias Tato, presunto dueño del bar. El Juzgado Correccional 3 de los Tribunales de San Martín difundió el veredicto el 16 de noviembre de 2023 tras un proceso oral y público que sumó unos 400 testigos y 15 jornadas de debate. Los magistrados consideraron al hombre autor de los delitos de homicidio culposo y lesiones culposas leves y graves. Lo castigaron con seis años de prisión y diez de inhabilitación especial para actos de comercio; con costas y accesorias. En simultáneo, María de los Ángeles Ramírez, la cajera, fue absuelta.

«Se cumplen cinco años», suspira Lorena hacia la multitud que la escucha en silencio en la Plaza de las Carretas, mientras alrededor continúa el movimiento en torno de la fuente, la calesita y la feria; «voy a llevar el dolor toda mi vida, pero quiero decir que esto no tiene que volver a suceder», declara compungida; «quiero que la gente tome conciencia de que se podría haber evitado; todos estamos expuestos a que nos pase», advierte; «nosotros, ayudando, sabiendo RCP [Resucitación Cardio Pulmonar], observando pequeñas cosas cuando uno va a un lugar, para que esté en condiciones, podemos salvar vidas».

A espaldas de la madre se extiende una bandera horizontal blanca que cuelga del escenario, elevado un metro y medio del suelo. «Justicia para Lucía», proclama en letras rojas enormes junto a un retrato de la fallecida. «Francisco Pérez, Thiago Zadro, Agustín Díaz, Denise Bustamante, Rodrigo Cano, Santino Diaco, Franco Racca, Ivo Schmidt», nombra a otros damnificados, que además de las quemaduras de diferente gravedad han enfrentado serias consecuencias psicológicas. El fuego atacó de manera directa a una decena de los 80 clientes aproximados que se encontraban en el inmueble fatídico.

Folleto entregado a los concurrentes del aniversario (galería de fotos).

«Están los chicos de los Bomberos para generar conciencia», anuncia Lorena mirando hacia el autobomba estacionado en un lateral del anfiteatro; «enseñarnos cómo se usa un extintor, cómo hacer RCP; nadie sabe cuándo va a ocurrir algo; con ese conocimiento se puede salvar una vida»; a algunos metros de distancia están desplegadas varias colchonetas con muñecos diseñados para realizar ejercicios de simulacro; «vení Guillermo», le entrega el micrófono al bombero coordinador, para que introduzca la clase que va a brindar junto a su equipo; «es muy importante que estén ustedes».

A pesar de que el castigo que recibió Oliverio implica cárcel efectiva, el hombre se encuentra en prisión domiciliaria por supuestos inconvenientes de salud. Los familiares de las víctimas aducen que el empresario goza de protección política. Además, exigen que la Justicia establezca la responsabilidad administrativa, institucional o estatal. Un fardo que podría corresponder Jaime Méndez, intendente de San Miguel hasta la actualidad, y Mariano Calvente, subsecretario de Control y Ordenamiento Urbano. Serían quienes permitieron que Zar y otros locales abrieran sus puertas sin las condiciones básicas.

Aviso difundido en las redes sociales de internet (galería de fotos).

«Es muy importante el tema salud, tan valioso, sin salud no somos nada», retoma Lorena el micrófono al cabo de un rato, ahora parada en el escenario, luego de la clase pública brindada por los Bomberos; «acá están las chicas de Casa Esquina Libertad», invita a las nombradas a acercarse; «cada uno de los que vinieron tiene mucho para dar y mucha tela para cortar», agrega; «cada uno tiene su stand; los chicos de Cromañón están ofreciendo un libro; tienen cafetería; si sienten sed, quieren algo para tomar, pueden servirse», propone; «las chicas de la Casa Esquina Libertad van a contar sobre la salud».

Se trata de la sede local de una organización nacida en 2019 en el barrio porteño de Retiro. En el presente cuenta con cerca de dos decenas de localizaciones en varias provincias argentinas. «Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario para el abordaje integral de consumos problemáticos», sintetizan las redes sociales de internet de la Casa Esquina Libertad de San Miguel. «Las Casas son espacios para abordar el consumo problemático desde la organización popular y comunitaria», continúan respecto de los principios o valores fundamentales. «¡En cada esquina construimos la libertad!».

Lorena Osores junto al grupo de la Casa Esquina Libertad de San Miguel.

«Acá están las chicas de Cromañón», vuelve a agarrar el micrófono la mamá de Lucía luego de que profesionales y beneficiarios de la entidad mencionada se explayaran mediante testimonios hablados y cantados; quienes se acercan ahora pertenecen al proyecto No me cuenten Cromañón, una de las numerosas peñas de damnificados de la masacre del boliche del barrio porteño de Once; «son sobrevivientes; es muy importante que relaten lo que padecieron; la música no mata, la música fortalece; lo que pasó no tiene que volver a pasar; por eso todas estas organizaciones que trabajan por un nunca más».

El incendio que mató a Lucía quedó registrado en un video estremecedor que se hizo público de inmediato. Junto a Pablo, el papá de la víctima, Lorena denuncia pruebas suprimidas y pericias malintencionadas. Que hubo tergiversación de las cámaras de seguridad por parte de Oliverio y Ramírez. Que la Policía también obstaculizó las pesquisas. Que el SAME (Sistema de Atención Médica de Emergencias) abandonó a su hija, pues fue la última en recibir atención, aunque era la más grave. Por si todo esto fuera poco, aún deben investigarse la habilitación del edificio y si el condenado era el titular.

El audio despiadado de Oliverio a su gente de confianza es un indicio determinante: «Les cuento a todos por acá porque me están llenado de mensajes y la verdad es que no puedo contestar mucho. No pasó nada. O sea, si pasó, pero nada tan grave. Un grupo de chicos empezó a joder con los rociadores de alcohol y jodiendo se prendió fuego uno, se prendió fuego la chica y empezó a los gritos. Pero no pasó nada más que eso. Se quemó la camarera que la quiso apagar y una clienta, pero el negocio no se prendió fuego, ni nada de eso. Así que les agradezco a todos la preocupación pero nada más que eso: un garrón».

Lorena Osores junto a sobrevivientes de Cromañón (galería de fotos).

«Sabiendo lo que sucedió en Cromañón, es terrible que vuelva a ocurrir en Zar», se angustia Lorena, otra vez en el amplificador de sonido, en referencia a una de las peores hecatombes de la historia del rock mundial; «para mí es muy importante que ellos estén y cuenten realmente qué vivieron; si no generamos conciencia va a seguir pasando; esa es la idea», resume; «Cromañón se podría haber evitado», recuerda con tristeza; «si nosotros estamos acompañando, esto no vuelve a repetirse; si en los colegios se enseña aquello que puede hacerse y si trabajamos para que la gente tome conciencia».

La oradora posee dos hijos adicionales, Jazmín y Santiago, mellizos de 16 años. Cuenta con el asesoramiento del Observatorio de Víctimas de Delitos de la Cámara de Diputados de la Nación. Está vinculada a parientes de damnificados de otros desmanes, muchos de los cuales trabajan en diversas iniciativas civiles. Junto a un grupo de ciudadanos lleva adelante el Movimiento Lucía, un emprendimiento que ofrece comida y ropa a gente marginada, y apoyo escolar a niños de barrios carenciados. Es una manera de honrar a su hija fallecida, que con esos y otros esfuerzos fue una misionera y solidaria comprometida.

«Ahora vienen familiares de víctimas de siniestros viales, que también intentan salvar vidas», señala a Sonia Centeno, Claudia López y María Soledad Ríos, que acaban de subir al plató. «Sonia acompaña a los familiares a pintar las estrellas amarillas que ustedes ven en las calles», destaca la tarea de la abuela de Yemina Gil, que tenía 11 años cuando circulando en bicicleta murió atropellada por un asesino al volante; «da amor y acompañamiento a esa familia que está destrozada para pintar la estrella del ser querido en esa senda o esa esquina; es muy importante el trabajo que hace, se pone la mochila al hombro y va».

Lorena Osores junto a familiares de víctimas viales (galería de fotos).

Lucía cursó el secundario en el Colegio San José, una mole situada frente a una de las esquinas de la Plaza de las Carretas, en diagonal. Después de egresar, mientras desarrollaba actividades humanitarias con los jóvenes de la iglesia, había empezado a aprender los oficios de manicura y peluquera. Su cumpleaños 18 había sido el 12 de abril de 2022, en plena cuarentena por el Coronavirus. Casi seis meses más tarde, era trasladada en ambulancia al Hospital Municipal Raúl Larcade, en San Miguel, con el 40% del cuerpo quemado. Su vida se extinguió luego de dos paros cardiorrespiratorios.

Otros parientes de afectados por diferentes crímenes se acercaron a acompañar a la familia organizadora del aniversario en la Plaza de las Carretas, pues quienes reclaman justicia de manera pacífica constituyen una especie de tribu unida con los lazos invisibles del dolor, la perseverancia, la conciencia y la solidaridad. Algunos son Victoria Cruz, hermana de Juan Carlos, médico fusilado por asaltantes; Sandra Pérez, mamá de Zaira Rodríguez, asesinada en una circunstancia parecida; y Ricardo Arce, papá de Franco, niño víctima de un siniestro vial. Además de las nombradas María Soledad Ríos, mamá de Lautaro Flores, y Claudia López, mamá de Ariel Oviedo, que perdieron la vida asimismo en episodios vehiculares.

«Es importante tomar conciencia, por eso es este evento, que se va a hacer todos los 10 en recuerdo de lo que pasó en Zar», se escucha de vuelta la voz de Lorena en el anfiteatro, al cabo de las palabras sentidas de Sonia Centeno; «hay una ordenanza para que todos los 10 sean de concientización», dice acerca de una estrategia que ella mantiene haciendo presencia en la vereda del bar de la infamia; «coloqué una placa en la esquina de Gallardo y San José», menciona el monolito erigido en un rincón de la Plaza de las Carretas, «en memoria de Lucía, porque este era el lugar de ella, su colegio y su plaza».

«Vicky pintó las mariposas que ven en el monolito», sonríe girando hacia la chica que acaba de ascender al escenario; «su arte expresa lo que significó, lo que es y lo que va a ser Lucía; todo hecho por ella», observa a la ilustradora, que a continuación tomará el amplificador para expresar su compromiso con la lucha de Lorena; «tiene un espíritu, una emoción…; a veces, de la nada misma salen cosas tan hermosas como esa obra de arte; gracias Vicky; pasamos varias tardes ahí», evoca el proceso creativo que compartieron, «se juntaba la gente; todos decían qué lindo, qué lindo, las mariposas son hermosas».

El monolito en la Plaza de las Carretas (galería de fotos).

«Mereces lo que sueñas», sostiene el frente del monumento debajo del rostro de la hija de Lorena. Es un bloque de mampostería blanqueada de un metro de alto adornado con flores y mariposas multicolores. «En memoria de Lucía Costa Osores», reza la placa metálica en la cara superior. «12/4/2002 – 10/10/2020. Como una estrella fugaz pasaste por nuestra vida dejando tu luz eterna como guía. Vivirás siempre en nuestros corazones. Mereces lo que sueñas. Tu familia (Escaneá y sigamos concientizando)», termina encima de un cuadrado con un código QR para acceder a la web Justicia por Lucía.

«Vamos a terminar», avisa la madre de la víctima cumplidas casi tres horas de sol, brisa primaveral, testimonios, ejercicios de rescate, canciones y demás; «la verdad es que fue muy lindo; me encantó lo de los chicos de Esquina, los bomberos, los familiares de víctimas, los del Movimiento Lucía, mi familia, las chicas de Cromañón», resume; «salió lo que tenía que salir; es esto, generar conciencia; venimos a pasar acá este día bastante doloroso para la familia para que sea un buen recuerdo; gracias por compartir todo esto; vamos a sacarnos una foto grupal allá y damos por finalizado el evento, muchas gracias».

Lorena Osores les entrega el micrófono a los tres pibes que manipulan una consola de sonido y se dirige hacia la escalera. «La corrupción mata», afirma en grandes caracteres rojos una de las dos pancartas blancas colgadas en sentido horizontal, una consecutiva de la otra, como fondo del escenario; «esto se podría haber evitado», advierte debajo en color negro; «justicia por Lucía», concluye en letras coloradas. «Todos presos», reclama con igual pigmento bermellón la segunda bandera; «Lucía no merecía lo que pasó», aclara otra vez en tono oscuro; «justicia por Lucía», sella finalmente como en el primer trapo.