Karen Carabajal, la Burbuja: «La vida te va sorprendiendo todo el tiempo»
29/10/2025
por Lucio Casarini
El 7 de noviembre combatirá en Bolonia, Italia, ante la local de origen camerunés Pamela Noutcho Sawa por el cinturón ligero de la Organización Internacional de Boxeo. Será su tercer intento de alcanzar la gloria, luego de que se le escabullera peleando de igual a igual ante la irlandesa Katie Taylor y la inglesa Rhiannon Dixon.
«Estamos en el entrenamiento; a las 11 arrancan los chicos más competitivos; hay sparring, por eso se escuchan las piñas; también la gente que le está pegando a la bolsa, el Profe que está dirigiendo un guanteo y la música de fondo que enciendo yo, pero piden los pibes; la campana que se oye marca el round; nos encontramos en plena actividad, es el sonido ambiente de un gimnasio; la chicharra es un aparatito programado con tres minutos por uno de descanso o dos por uno; eso divide los distintos asaltos; generalmente, lo usamos en tres por uno, es lo que dura una vuelta en el boxeo masculino».
Son las nueve de una mañana primaveral. El recinto queda a tres cuadras de la Bombonera y a un kilómetro y medio del puente transbordador de hierro cuya silueta ilustra el logo del ateneo boxístico. La claridad que entra por el portón brilla en las pupilas castañas de la protagonista, mientras ella observa el entorno con la mirada profunda que inspiró su singular apodo. «Burbu», la llama Fernando Albelo, su director técnico, conocido como el Profe o Chiquito. El hombre inventó el alias simpático de su discípula predilecta en honor a los ojos enormes, saltones, en las palabras de él, que la caracterizan.
«Las mujeres peleamos en dos por uno», continúa la entrevistada en referencia a la campana electrónica, cuya estridencia provoca un efecto ensordecedor al mezclarse con la melodía de cumbia que sale de los parlantes, las maniobras del par de pugilistas que practica en el ring y los impactos de una decena de muchachos en las bolsas colgantes; «cuando necesito para un sparring mío la ponemos en esa frecuencia», menciona el término en inglés que designa el ensayo o simulacro de combate; «cuando faltan 30 segundos te avisa con un timbrazo que está terminando el round».
«Soy Karen Burbuja Carabajal», arranca el audio de esta nota; «estamos en el Defensores de La Boca Boxing Club, un gimnasio que comenzó como un sueño de nuestro profe Fernando Albelo», evoca sosteniendo el mate en la mano derecha; «vinimos acá hace dos años; estamos muy contentos, es un predio hermoso, no solo para practicar y aprender el deporte, sino también como lugar de pertenencia que invita a la gente a sentirse bien, vincularse; de a poco vamos logrando eso, que es la esencia; que todos se acerquen a compartir un espacio en el que se encuentren cómodos».
«Me estoy preparando para competir por un título mundial», anuncia con serenidad; «además soy entrenadora, doy clases a la mañana y a la tarde noche», agrega; «la oportunidad será el 7 de noviembre en Italia; todos los boxeadores tenemos el sueño de ser campeones del mundo; esto llega después de que en junio me convertí en la titular latina de la OMB [Organización Mundial de Boxeo], eso me posicionó en el ranking para que me tomen en cuenta; ya tuve dos veces la posibilidad y no lo conseguí; estoy tratando de dejar todo para que esta vez se me dé y pueda traer el título del mundo».
El duelo será el 7 de noviembre en Bolonia
Elizabeth Karen, para nombrarla de forma completa, es porteña, tiene 35 años y compite en el peso ligero. En 27 peleas como profesional, suma 25 victorias, cuatro por nocaut, y dos derrotas, el par de lances mundialistas. El 7 de junio demolió a Micaela Soledad Domínguez, alias la Zurdita, en Cutral Có, provincia de Neuquén; la noqueó en el noveno. Así obtuvo el quinto cinturón de su andadura. Los palmareses anteriores son la corona argentina de la misma categoría y tres reinados del escalafón súperpluma: argentino, sudamericano y latino de la CMB (Confederación Mundial de Boxeo).
«La pelea será en la ciudad de Bolonia; la rival es Pamela Noutcho Sawa», identifica a la africana de 33 años nacida en Camerún y nacionalizada italiana; «tiene el apellido medio difícil; hizo diez peleas y viene invicta; es muy buena boxeadora; con ritmo, va para adelante, se la ve fuerte; el título en disputa es el de la IBO [Organización Internacional de Boxeo], vacante; creemos que es la mejor oportunidad hasta este momento para demostrar que ya vengo con la experiencia necesaria para ser campeona del mundo; la adversaria es local; yo voy también con mi gente y sé que tengo todo el apoyo desde la Argentina».
El rostro de la testimonante se repite varias veces entre las miles de fotos de boxeadores y otros personajes que adornan los muros del gimnasio. El retrato más impactante de ella es una gigantografía anaranjada que pende a cinco metros de altura como telón de fondo del cuadrilátero donde se ejercitan los dos individuos mencionados. «Carabajal», se lee en letras gruesas blancas sobre gris debajo de la imagen de Karen, que mira de frente con ambas manos apoyadas en la cintura y los brazos en forma de jarra. Dentro, como saliendo de su pecho, se asoma una foto menor de ella misma con los puños cerrados.
«Mi primera pelea por el título del mundo fue con Katie Taylor hace tres años», se remonta a 2022, cuando la irlandesa se impuso por puntos en el Wembley Arena, Reino Unido; «la primera oportunidad es un gran sueño; me tocó con la mejor de estos tiempos; Katie es la número uno; fue una experiencia hermosa, me sentí a la altura de las circunstancias, creo que es la rival con más experiencia, la mejor que me ha tocado enfrentar en mi carrera; me sentí bien; quizás me faltaba un poquito de crecimiento como deportista, como boxeadora», analiza; «esa pelea me dio la oportunidad de evolucionar en eso».
«El año pasado tuve la ocasión de pelear con Rihannon Dixon», evoca a la inglesa, que se impuso igualmente por puntos y en el Reino Unido, esta vez con el Manchester Arena como escenario; «también una buena boxeadora; no tuve la mejor performance, pero sentí que la posibilidad estaba más cerca; uno se sube al cuadrilátero y se da cuenta de que, más allá de que son pugilistas de otro país, tampoco hay tanta diferencia con el boxeo argentino a nivel de calidad y de lo que uno puede brindar arriba del ring», aprecia; «sentí como me quedó esa cosa: bueno, yo podría ser campeona del mundo y no lo logré».
La Burbuja con Fernando Albelo, el Profe.
«Entonces, uno llega más preparado a esta oportunidad; no la quiero dejar pasar; creo que es una buena chance; las dos experiencias vividas me posicionaron en otro nivel en términos deportivos, creo que estoy a la altura para demostrar que puedo ser campeona del mundo; siempre que uno sube al cuadrilátero todas las rivales son importantes, son peligrosas y quieren ganar, como yo; claramente, Katie Taylor es la número uno, es algo que se sabe, es la mejor del mundo», distingue; «nadie tiene la experiencia que posee ella a nivel amateur y profesional, todo lo que logró; es múltiple campeona».
«Las otras dos chicas [Dixon y Sawa] se parecen en sus pocas peleas realizadas, diez cada una; no sé si son similares en estilo; siento que quizás son oportunidades más acordes a mí, a la trayectoria que tengo; siento que con Katie Taylor hice una muy buena pelea, quizás no fue tanta la diferencia como uno esperaba cuando dijeron Carabajal – Taylor; pero sé que es una boxeadora superior; quizás en estos otros dos casos las rivales son más como yo, con un sueño, con garra; deportistas que intentan conseguir sus objetivos; me parece que es una muy buena oportunidad, estamos en igualdad de condiciones».
Una de las paredes del gimnasio, próximo a la puerta del despacho de Albelo, ostenta un cartel de fondo blanco, letras azules y estilo fileteado: «Nuestros valores: disciplina, compañerismo, respeto, educación». Cerca hay una caricatura de Karen y su entrenador en acuarela. Un retrato de Diego Maradona sosteniendo la Copa del Mundo. Una imagen de Juan Domingo Perón cuando era presidente. Una foto de Benito Quinquela Martín. Una instantánea de Muhammad Alí encarando a Joe Frazier sobre el ring. Una efigie del general San Martín. El rostro icónico del Che Guevara mirando el infinito ataviado con su boina.
«No tengo mucha idea de dónde viene mi apellido», confiesa la Burbuja; «creo que es español; a veces me preguntan si tengo algo que ver con la familia de Peteco Carabajal; la verdad, cero; mis papás son porteños, mis abuelos también; por parte de mi mamá tengo abuelos que son de Santiago del Estero, pero por el lado de mi papá son porteños; arranqué viviendo en Boedo, después pasé a Almagro; mi mamá trabaja en la Delegación de Migraciones, igual que mis tíos; mi papá hacía changas como colocador de alfombras; ahora mi mamá y mis hermanos viven en la ciudad de Posadas, Misiones».
«Vivo con mi pareja y mi hija acá, en el mismo lugar en que está ubicado el gimnasio», explica Karen, que acaba de transcurrir un rato asesorando a los dos muchachos que hacen sparring; «mi pareja es Abel Puche, exboxeador profesional, y mi hija se llama Ludmila; la nena arrancó el colegio en Almagro e hicimos todo para pasarla a La Boca; este es un edificio grande, era una fábrica, tiene dos pisos; abajo entrenamos; arriba había oficinas que adaptamos como vivienda para nosotros; tenemos todo acá, hasta el trabajo; damos clases, los dos somos profes; vinimos al barrio de La Boca hace cinco o seis años».
Una gigantografía de la Burbuja adorna el gimnasio.
La foto de cabecera de esta crónica muestra al trío familiar parado en el frente, sobre la calle Hernandarias. El sol de la primavera les da de costado con potencia. Ludmila, de buzo rosado, está delante de sus padres, que lucen ropa deportiva. La Burbuja una musculosa amarilla con la marca Adidas y calzas moteadas en celeste, gris y blanco; Abel, algo transpirado producto del entrenamiento, una remera negra con un dibujo de Dragon Ball y guantes también oscuros. A sus espaldas, sobre la pared azul, trazos dorados esbozan el nombre del club, la silueta del puente transbordador y dos guantes.
«Lumi tiene seis años, arrancó primer grado en la Escuela República de Chile, acá a cinco cuadras; a ella le gustan el deporte y la competencia, pero no tanto el boxeo; le gusta la actividad física, hacer gimnasia, correr, natación; pero el boxeo no le atrae; creo que es porque sabe todo el esfuerzo que implica, la dedicación que le damos nosotros, que somos sus padres; pienso que ella ve el boxeo como tiempo que le quitamos; siempre dice que no quiere ser boxeadora cuando sea grande, pero que sí quiere ganar títulos y medallas en algún otro deporte; ella nos acompaña un montón; entiende, nos sigue en el día a día, la preparación, el estar, el aguantar cuando uno se prepara para una pelea».
«Conocí a Abel como compañero de gimnasio en el Almagro Boxing Club», se remonta, «sumamos casi doce años en pareja, nos llevamos bien; damos clases juntos, por lo que incluso estamos unidos como profes; los dos nos adaptamos; él entiende mucho porque fue boxeador; me acompaña en el día a día de la preparación; sabe qué es subir al ring, entrenar, sufrir el estrés, el cansancio; lo manejamos muy bien; sabemos cuando hay una pelea cerca cómo puede sentirse el deportista; los nervios, la ansiedad, el desgaste emocional, la presión; Abel me acompaña un montón junto con la nena».
«Tengo dos hermanos que viven en Misiones, uno de 12 años y otro de 36, grande ya; mi mamá [Patricia] vive con ellos», despliega la parentela; «me llevo rebién, aunque tenemos poca comunicación; no me gusta mucho la charla telefónica, sí hablar por mensaje; el contacto a la distancia no es muy fluido; ellos y nosotros trabajamos mucho, nunca encontramos los espacios para conversar; sí vienen ellos para acá y vamos nosotros para allá; desde que nació mi hija que no viajo, pero ellos sí vienen; estamos juntos, compartimos las Fiestas, a veces; nos llevamos muy bien, me apoyan en el deporte».
«Acá tengo a mis abuelos por parte de mi mamá; les costó más aceptar que fuera boxeadora, todavía les cuesta», revela pensando quizás especialmente en su abuela Lidia; «ya no se meten tanto en las decisiones que tomo, a veces intentaban influenciarme para que dejara; son de la vieja escuela, me decían te pueden lastimar; entienden el deporte como un hobby, más que como una profesión; se dieron cuenta de que yo me lo tomaba en serio, que me gustaba y que lo practicaba de forma profesional; me empezaron a apoyar un poco, no tanto en el aliento: dale, dale, dale; sino en pequeñas cosas que uno percibe».
La Burbuja ayuda a un alumno a ponerse el protector.
«Por ejemplo, cuando vivía con ellos me decían dejá eso, no hagas eso, por qué vas a eso; pero cuando peleaba tenía la comida lista, me preguntaban si había descansado; son pequeñas cosas», rescata con la perspectiva de cerca de dos décadas continuas de práctica del pugilismo, un itinerario que comenzó de manera imprevista de la mano de algunas compañeras del colegio que hacían boxeo recreativo con Fernando Albelo en las instalaciones del Almagro Boxing Club; «te das cuenta de que quieren cuidarte; tienen temor por prejuicios acerca del deporte, más que porque no me quieran apoyar».
«Mi papá falleció hace seis años», menciona a Marcelo Carabajal, una figura con un papel trágico en esta historia; entregado al alcoholismo, el hombre fue a parar a la calle y contrajo una cirrosis que terminó con su vida; «siempre pienso que estoy donde estoy y soy quien soy, muy feliz, gracias a la vida, la familia, el papá que tuve», sorprende Karen, asumiendo una actitud comprensiva y superadora; «si bien en su momento sufrí mucho, viví situaciones que quizás no eran las adecuadas para una niña o una adolescente, esas cosas me formaron; es lo que me tocó; pienso que las experiencias de la vida son para algo».
«También siento que mi vida cambió cuando fui mamá, que fue justo cuando falleció mi papá», destaca la coincidencia de esos dos acontecimientos cruciales y contrastantes; «creo que señala un antes y un después el momento de la partida de mi papá y el nacimiento de mi hija», interpreta observando su existencia con visión panorámica; «siendo fruto de esos padres que me tocaron; con el sufrimiento todo el tiempo presente; pienso que lo que sucede es muy causal, más el nacimiento de mi hija; fue como un nuevo nacimiento para mí, dejando atrás toda la vivencia fea, tomando eso como un recuerdo».
Entre las miles de fotografías que llenan las paredes del Defensores de la Boca Boxing Club, hay una veintena de letreros azules de chapa con caracteres rubios. «Para vencer un peligro, salvar de cualquier abismo, por esperencia lo afirmo, más que el sable y que la lanza, suele servir la confianza que el hombre tiene en sí mismo», aconseja José Hernández, autor del Martín Fierro. «El ataque me da la victoria, pero la defensa me hace invencible», aduce Napoléon. «Boxear es algo mágico», sostiene Wladimir Klitschko, «le da disciplina a quien es salvaje, fuerza a quien es débil y confianza a quien es tímido».
El documental cinematográfico estrenado en 2025.
«Viví muchas cosas hermosas con mi familia, con mi papá, mas allá de su adicción al alcohol y sus momentos de desborde», intenta Karen equilibrar la balanza; «siempre fue un gran papá; me acompañó un montón, fue muy amoroso», destaca; «creo que eso me hace hoy en día estar en este lugar, tomarme las cosas como las tomé siempre; tuve una familia muy presente, mas allá de las dificultades; me quedo con lo rumiado; mi papá hizo lo mejor que pudo, sobrevivió como pudo y ahora tengo que tratar de que la vida de mi hija sea lo más feliz posible, dentro de lo que los padres pueden hacer y controlar».
«Después, la vida tiene las experiencias; creo que uno puede tratar de hacer lo mejor, es lo que intentan todos los padres; más allá de que mirando de afuera alguien diga cómo ese papá hizo eso; juzgue; ahora que soy mamá, pienso que uno hace lo mejor amando a sus hijos dentro de las posibilidades y los recursos que tiene; creo que esa experiencia y ese aprendizaje me dejó mi papá; también es una vuelta de página; ahora soy yo la que sostiene una familia; estoy haciendo lo que me gusta por mí y por ellos, es como un nuevo renacer; lo veo así; mi hija me abrió una nueva puerta y una nueva visión de la vida».
«Hace poco empecé a trabajar como psicóloga», asombra con una nueva dimensión; «estoy atendiendo pacientes; tengo mi consultorio en el gimnasio, arriba; fueron muchos años de estudio, me recibí de licenciada en Psicología [por la UBA]; hice un posgrado en drogadependencia; realicé otro después de que tuve a mi hija, me pareció un tema interesante: salud mental perinatal, crianza y familia; luego uno más en clínica de niños; mi hija me abrió un nuevo panorama, una nueva visión; me empezaron a interesar, comencé a darme cuenta de cosas que son muy importantes, aunque capaz no tenía idea».
«Creo que la carrera me permitió darme cuenta de lo importante que es la salud mental en la vida de las personas y de los deportistas, porque más allá de ser atletas son personas con un montón de cosas atrás; eso a veces influye mucho en el desempeño», revela un aspecto crítico del asunto; además de Fernando Albelo, la Burbuja es acompañada por Yésica Rovelli, una colega terapeuta (asimismo, por Juan Pablo Cacece y Federico Córdoba, lugartenientes del Profe, y Rolando Colina, preparador físico); «me parece una herramienta fundamental, todos los deportistas deberían tener un psicólogo».
Elizabeth Karen Carabajal, la Burbuja.
Desde hace algunos meses está girando la crónica cinematográfica Karen Carabajal – Burbuja, de Pablo Stigliani. «Es un documental que se filmó durante cuatro o cinco años y que se estrenó este año», sintetizó ella en diálogo con Juan Ignacio Portiglia, de Bolavip.com. «Muy contenta con esa oportunidad, con que haya una película de mi historia, de mí. No me gusta mirarme en una pelea, pero ví la película como cinco veces. Me incomodan las dos igual. En las peleas soy muy crítica de mí, me tiro mala onda, entonces prefiero no volver a mirarlas. La película me emociona, lloré las cinco veces.»
«Es el camino hasta una pelea de título mundial y se muestra la pelea con Dixon. Las escenas, la caída, la gente que me vio. Es revivir la emoción de ese momento y también mi historia de vida. Es fuerte. La gente que me lo vino a proponer fue muy respetuosa, conocía mi historia y me dijo que no querían que la película tuviera golpes bajos. El rodaje arrancó antes que yo fuera mamá y la idea era contar mi relación con el boxeo, mostrar a mi papá», destaca. «Él después falleció y la película cambió, encontró un nuevo sentido. Se mostró el día a día, el esfuerzo para salir adelante, la resiliencia.»
«Me pareció que iba a estar buenísimo también como recuerdo personal para mí», concluye en la entrevista de Bolavip.com, que enumera detalles inusitados de su peripecia desde los comienzos en el pugilismo. «Uno después se olvida de todo lo que vivió. También para que la gente que quizás no me conocía sepa cómo es ese día a día, a pesar de los problemas y las dificultades. Igual que la maternidad, con el doble de esfuerzo que te demanda. Es también ese mensaje de que se puede, encontrando también la gente indicada que te rodea, porque sola no se puede muchas veces.»
«Hice teatro experimental, una obra del director Luis Garay llamada Diamond«, esgrime Karen un reto adicional que ha sido presentado en escenarios destacados del país, América y Europa; «se acercaron una vez al Almagro Boxing Club a hacer un casting, a mirar, a ver; la idea del autor es mostrar que en el boxeo hay estrategias mentales que se usan para lanzar un golpe, boxear; quizás para nosotros es natural subir y pelear; él se da cuenta de que atrás de todo eso que a nosotros nos cuesta muchos años de aprendizaje hay un trabajo mental, una lógica de movimientos que se van adquiriendo».
«La puesta logra mostrar todo ese despliegue que hay en el boxeo; la obra dura 50 o 60 minutos; en la primera versión estaba yo arriba de un cajón de tres metros mientras una fisicoculturista [Valeria Fontán] lo empujaba; el cajón tenía movimiento, más allá de que era lento; yo me movía los 50 minutos seguidos; la idea era mostrar el esfuerzo del boxeo; los cuerpos atléticos y deportistas al límite; la obra trataba de mostrar eso y cómo todo lo que se juega dentro de la cabeza se puede explayar en el físico; quizás movimientos de danza, de boxeo, de sombra medio deformados y mezclados».
La Burbuja observa el ejercicio de sparring.
«Por momentos se veía boxeo, por momentos danza, por momentos espíritus, demonios», comenta divertida; «era una combinación de cosas, quedó una obra muy linda; me pareció una experiencia novedosa; primero, para conocer un mundo que ignoraba y también una forma de expresión; tanto el boxeo como la psicología son modos de expresar y decir cosas; creo que la obra mostraba cómo el cuerpo habla de un montón de maneras; me pareció una etapa hermosa, de mucho trabajo físico; había que tener gran resistencia, memoria, corporalidad; es una experiencia que me sumó un montón».
«En el futuro más inmediato quiero ser campeona del mundo», vuelve la Burbuja al enfrentamiento con Pamela Noutcho Sawa, que tiene algo en común con ella, una ocupación paralela, pues trabaja como enfermera; «es uno de los objetivos principales que tengo y uno de los que me quedan dentro del deporte; es mi sueño, creo que lo voy a cumplir, a eso apuntamos desde hace un par de años también para hacerle una devolución a mi Profe, a la gente que me ha acompañado tantos años; llevo casi 19 en el boxeo; es algo que coronaría tanto esfuerzo, trabajo y acompañamiento de un montón de gente».
«Sobre todo en Argentina es muy difícil vivir del boxeo», expone las dificultades materiales y humanas de su senda que la han obligado a jugar a varias puntas de manera simultánea; aunque priorizando las metas deportivas; «tuve mucha gente que me dio una mano, que me ayudó a llegar acá, a seguirme sosteniendo», agradece el apoyo de diversa especie necesario para desarrollarse con aspiraciones; «sería un broche de oro para mí; me doy cuenta y es un regalo ser consciente de que el esfuerzo tiene su premio, más allá de la recompensa moral, emocional y boxística; algo palpable, un cinturón, sería hermoso».
«Después, me gustaría seguir abriendo mi panorama dentro de la psicología», se empeña con proyección; «también empecé a acompañar a chicos nuevos en sus primeras experiencias como boxeadores; exhibiciones, peleas iniciales», se entusiasma elucubrando quizás sus inicios como amateur y luego profesional; «es algo que no había pensado antes, me gustaba más lo recreativo; me di cuenta de que hay chicos que tienen los mismos sueños que uno, veo cómo ponen ganas y trabajo para lograr sus objetivos; me parece hermoso, me gusta acompañar esa etapa, seguir siendo profe, dando clases».
«En lo familiar, es incierto el futuro, uno no puede decir voy a hacer tal cosa, la vida te va sorprendiendo», reflexiona mientras Ludmila se acerca pispeando a la madre con gesto de picardía; en la otra punta del gimnasio, Abel se ejercita tirando trompadas al aire en solitario; en una pared, Ringo Bonavena posa mirando a cámara con los puños en alto; «mi objetivo es seguir adelante, que mi familia sea feliz, que mi hija pueda ir al colegio, estudiar, tener todos sus derechos garantizados; que seamos felices y vayamos viendo cómo podemos acomodarnos en esta vida, que va cambiando todo el tiempo».
Elizabeth Karen Carabajal, la Burbuja; atrás está su hija Ludmila.
«Siempre aconsejo a todos, en primer lugar a las mujeres, practicar este deporte; me parece que da mucho más que la herramienta de aprender a defenderte; te forma como persona, te da un montón de valores; yo arranqué con 16 años, era una adolescente; era muy tímida, no hablaba», describe su personalidad introvertida; «me parece que en este ambiente se genera como una hermandad entre toda la gente que viene a compartir, donde te podés expresar, podés comunicarte con el otro; es un lugar de pertenencia y está bueno; más allá de todo, cuando uno empieza, siente esa seguridad personal».
«Me parece que hoy, por cómo está la sociedad, para la mujer es muy importante sentirse segura de sí misma, sobre todo», observa con perspectiva femenina; «no es que van a salir a la calle y si viene alguien se van a poder pelear, sino más bien la seguridad de sentir que una hace algo por una y que tiene las herramientas y el carácter; qué es lo que te da el boxeo; la fuerza de voluntad y la posibilidad de mostrar todo el tiempo que podés ir superando un montón de cosas; me parece que eso nutre de manera notable a nivel emocional; creo que es uno de los regalos más grandes que te da este deporte».
«A la que quiera tener el sueño de boxear o ser boxeadora, me parece que es el momento de empezar», les habla imaginariamente a las chicas; «siempre pienso, sobre todo cuando son muy jovencitas, que es muy importante también estudiar, invertir en una profesión; tener un título universitario me parece fundamental hoy en día, por cómo se van dando las cosas; quizás poseer un oficio, más allá de la carrera; pienso en el diploma universitario porque crecí con ciertos mandatos, pero, mas allá del rótulo, el paso por la universidad te da herramientas, formas de entender el mundo, comunicarse».
«La lectura abre un montón de panoramas», vislumbra Elizabeth Karen Carabajal con un brillo en los ojos enormes; «fuera del pergamino, lo que quieras hacer en tu vida», invita a la audacia; «entendiendo que cuando uno se retira del boxeo es recomendable albergar un nuevo sueño, otro objetivo; la carrera del boxeador no es tan larga; como resulta demandante, uno trabaja con el cuerpo, entonces no dura para siempre; es genial que cuando uno siente que tiene que terminar la carrera haya algo más para hacer que le continúe dando ganas de vivir; como podría ser un proyecto, un oficio o lo que sea».
La Burbuja permanece de pie junto a las sogas del ring. Un cebador ocasional se arrima para convidarle un mate amargo y le pregunta por la próxima sesión de ejercicio físico. Fernando Albelo pasa caminando apurado hacia el despacho hablando con el teléfono celular. El Defensores de la Boca Boxing Club baila al ritmo de la campana electrónica, cuya estridencia provoca un efecto ensordecedor al mezclarse con la melodía de cumbia que sale de los parlantes, las maniobras de un nuevo par de pugilistas que practica en el cuadrilátero y los impactos de los muchachos que trompean las bolsas colgantes.