Julieta Soncini: «Necesitamos desarrollar una mirada que incluya a los otros»
27/6/2024
por Lucio Casarini
El Tercer Congreso Nacional de Estrellas Amarillas, realizado en Santa Rosa, La Pampa, del 24 al 26 de abril, la tuvo como oradora. Esta nota rescata su voz en la jornada de clausura. Es antropóloga y docente. Propone reactivar el Programa de Sensibilización, Concientización y Reeducación Vial, idea de los familiares de víctimas para los convictos por siniestros.
Julieta Angélica Soncini es antropóloga por la Universidad Nacional del Centro. Su disciplina es un campo fascinante que estudia la humanidad de todas las épocas y los estilos de vida. Con harta variedad de enfoques, cuestiones y maestros célebres (como la estadounidense Margarita Mead, el francés Claude Lévi-Strauss o el polaco Bronislaw Malinowski). Vive en su ciudad natal, Santa Rosa, donde enseña en la Universidad Nacional de La Pampa. Reside en un barrio lindero con la Ruta Nacional 5, lugar periférico, apacible, hasta que la construcción de una senda colectora trajo choques y muerte.
Buscando con desesperación una manera de revertir el desastre creciente, que sumaba finados y heridos, conoció a Silvia Beatriz González, mamá de Sacha Viguera y presidenta de la Fundación Estrellas Amarillas. El niño tenía siete años cuando en 2003 fue muerto por un asesino al volante. La sintonía profunda entre ambas creó un lazo robusto que integró a la antropóloga en el equipo de la entidad. Con el tiempo, Silvia convocó a la voz de esta nota para cubrir un hueco que constituye una deuda social tremenda, urgente, impostergable. La formación de los condenados por siniestros automotores.
Julieta enfrenta hoy el desafío de reactivar el Programa de Sensibilización, Concientización y Reeducación Vial, proyecto interdisciplinario de la Fundación que tuvo su única edición en 2019. Desde la pandemia se encuentra en pausa por falta de apoyo de las instituciones, principalmente las estatales. El plantel aglutina a peritos, rescatistas, abogados, profesores de educación física, médicos, comunicadores sociales, psicólogos y familiares de víctimas. La tarea es imprescindible, delicada y desafiante. Implica, para empezar, un espacio en el que se encuentran los responsables de las tragedias y los afectados.