Isabel Yaconis: «Después de 20 años, Lucila me está dando fuerza para seguir»

20/4/2023

El caso está impune, pero un rastro de semen puede llevar al homicida. La víctima iba a cumplir 17 años cuando fue asesinada en un intento de violación. Ocurrió el 21 de abril de 2003 junto a las vías del ferrocarril y a metros de la vivienda familiar, en el barrio porteño de Núñez. La voz de esta nota es cofundadora de la Asociación Civil Madres del Dolor y adalid del Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a Delitos contra la Integridad Sexual.

«Soy Isabel Yaconis, mamá de Lucila. Nos encontramos en la sede de la Asociación Civil Madres del Dolor. Estamos en Florida, partido de Vicente López, en una casa que fue cedida por el Municipio; una vivienda cómoda, un inmueble al que le hemos dado mucha luz, color. Donde miles de familias vienen a traernos sus casos lamentables, la pérdida de sus hijos o del esposo o un hermano, siempre en hechos de violencia.»

«En mi caso, Lucila tenía 16 años. El próximo 21 de abril se van a cumplir 20 años de que alguien se ocupó de quitarle la vida. Ella volvía de la escuela cuando llegó a un cruce peatonal del ferrocarril, a solo 50 metros de nuestra casa. Alguien agazapado en algún hueco o que la haya seguido aprovechó el espacio que le daba un terraplén que estaba junto a las vías para arrastrarla, golpearla ferozmente, intentar violarla, [hacerla] morir en el intento, porque ni siquiera creo que pudo terminar de sacarle la ropa interior.»

«Ella era muy niña, no le gustaba ni siquiera llevar la pollera muy corta. Se ponía un shorcito, las mediabacha, lo más cubierta posible. Porque cuando subían la escalera, decían, en la escuela, en el Instituto General San Martín, los varones aprovechaban ese momento para mirarlas de abajo. Era algo gracioso.»

«Pero figura en la autopsia, cuando mostraron su cuerpo, más allá de todos los golpes que recibió, los labios lastimados por la presión que el asesino ejerció sobre su boca y su nariz, descubrieron que no había terminado de sacarle la ropa.»

«Pero sí apareció en el uniforme una mancha de semen. Creo que en el intento y la desesperación este hombre algo tenía que hacer. Hasta escuchar los gritos de una persona que estaba pegada a la vía. O sea, la última casa de la cuadra que daba al terraplén. Salió un operario que trabajaba más horas de lo común, salió a la calle a ver qué estaba pasando.»

«Este hombre, en la oscuridad, porque ya se habían hecho las siete de la tarde, en abril ya es noche cerrada a esa hora… Le dijo [el asesino] está todo bien, está todo bien, negro, está todo bien, estoy con mi novia. Dijo [el operario] claro, la mujer no me contestó, por eso supuse que estaba todo bien.»

«Esa tarde era un lunes. Lucila había salido de la casa de mamá, que era una escuela, la Escuela número 7, del distrito 10, donde mi hermano auspiciaba de casero, de auxiliar casero. Vivía ahí junto con mi madre. El camino de la Escuela 7 a casa eran ocho cuadras nada más. Un camino que hacíamos desde que ella tenía cuatro años, ida y vuelta. Lucila no andaba sola, pero ya iba a cumplir 17 años.»

«Había luz cuando se fue. Yo tenía que continuar, me tenía que ir a Villa Crespo a buscar un cheque, porque yo trabajaba con un contador, era ayudante de contador, y un cliente le había prometido un cheque. En ese momento no era como ahora, que está todo digitalizado.

«Entonces, yo le dije ¿Me esperás? Eran las seis y cuarto, seis y veinte, había luz. Me dijo no, no, mamá, tengo mucho para estudiar y las carpetas están en casa. Así que la dejé ir. Pero claro, siete menos veinte la noche se te viene en seguida encima. Porque yo año tras año, ese 21 de abril, observo a qué hora ya es noche cerrada. Siete menos diez ya es noche cerrada.»

«Me quedó en la piel, para mí es como que pasó anoche. Yo no fui a reconocerla, no la quise velar, no hubiera soportado ver a mi hija muerta; eso es algo que me preservé para mí. Hay mamás que si no lo ven… Tienen que convencerse de que es su hijo. Yo acá… Era mi hija: el uniforme, la hora; no había duda. Mi marido acompañado por una sobrina la reconocieron, no es que enterramos a cualquier persona.»

«A los pocos días surgió que había un ADN. O sea, esa muestra del semen del jumper se convirtió en el perfil del asesino. Yo creía que ya estaba. Tenemos un ADN, tenemos más que una huella digital. Lamentablemente, siempre digo que me di la nariz contra la pared.»

«¿Qué hicieron con el ADN? Solicitaron al servicio penitenciario de todo el país una lista de los violadores que por esos días habían recuperado la libertad. Ahí se hizo el cotejo. Habrán sido seis, siete, no fueron más. Cuando todo dio negativo se encontraron con que no había una línea de investigación.»

«Entonces, yo me tomé el trabajo de ir puerta por puerta por el recorrido que hizo ella. En la primera puerta que golpeé o la segunda me dijeron hay una mujer que trabaja en una casa de familia y sale a esa hora. Ella salió y en la esquina previa al cruce, dijo, vi un hombre parado, delgado, alto, las piernas muy delgadas, que tenía, dijo, una bolsa camiseta en el hombro. Después descubrí que la bolsa camiseta es la que te dan en la verdulería.»

«Entonces, la mujer dijo ¡Uy! Le vio aspecto de ladrón. Dijo no, me voy a ir. Prefirió alargar el camino y buscar otro cruce para ir para [Avenida del] Libertador. En ese momento aparece Lucila, dobla. La describe vestida tal cual y no la conocía. Jumper gris, buzo azul, las medias tres cuartos grises. Dijo ¡Uy, pobre chica, ahora la va a asaltar a ella!»

«Encontré a esa mujer. Se prestó, hizo un identikit y cuando la llevaron a [los tribunales de] la calle Azopardo y le mostraron las fotos… Otra falla del sistema; las fotos no se actualizan, pueden estar 20 años ahí; nosotros en 20 años no somos las mismas personas físicamente. Dijo es este; señaló a un hombre delgado, cabello oscuro, como ella lo había descripto.»

«Cuando lo fueron a buscar, ya el hombre no era delgado, era gordo, casi estaba calvo. Igual le tomaron la muestra. Una barbaridad. 20 días detenido estuvo. Porque en ese momento el diario Clarín, durante seis meses, todos los días ponía cosas de la causa. No lo podían dejar libre. Se comió los 20 días el hombre y era inocente.»

«Después se cruzaron muchos ADN más; porque era Núñez, Belgrano y Vicente López. Mi abogado de ese momento, el doctor Roberto Clavería, decía que esto era el triángulo de las Bermudas. Porque las violaciones eran en esta zona.»

«Apareció hasta un doctor, que era urólogo, que vivía acá, en la calle Zufriategui, a decirme que el también buscaba al asesino de su hija; dijo abril es la época, tenía todo tan estudiado, es la época en que empiezan a atacar.»

«Con el correr de los años la causa empezó a acumular muchos expedientes, que se convirtieron en cuerpos, esos que pesan en los estantes de los juzgados. Pero con las nuevas tecnologías y la informática, los avances, la causa se pudo digitalizar. Esos 25 o 26 cuerpos entran hoy en un penndrive, algo que realmente revolucionó este tipo de trabajo.»

«Ahí se puede constatar que siempre, siempre tuvimos expectativa de algún resultado de ADN. Porque no en vano se cruzaron 86 ADN de personas que darían el perfil. Pero el resultado definitivo es el cotejo de ADN.»

«Por eso a mí me pareció siempre tan importante contar con un banco de huellas, porque cuando pasó el tema de Lucila no había absolutamente nada. Es más, no se hablaba de perspectiva de género; las mujeres eran golpeadas, eran violadas y qué iban a ir a denunciar, si no les iban a creer.»

«Yo creo que el caso de Lucila es un paradigma, un caso que va a sentar un precedente, un antes y un después, un caso emblemático como muchas veces lo he escuchado de los periodistas. Hoy un ADN en una investigación criminal sirve tanto para demostrar la inocencia de una persona —esto no hay que dejarlo, creo que es lo más importante, lo más rescatable de los bancos de huellas— o para confirmar que estamos frente a una persona con un perfil 99,99%, que lo va a condenar.»

«Por eso yo cuando me enteré que no había nada en el país, nada, ahí comencé la lucha. No sola, no sola; me acompañaron las madres [del Dolor]. Pedíamos entrevistas en el Congreso, fuimos [a citas] con los diputados muchos años.»

«Esto lo comenzamos en el año 2005; recién la ley fue votada por unanimidad en el año 2013; esa ley nunca se reglamentó; si no estaba reglamentada no servía. Tuvo que venir otro cambio de Gobierno y convencer otra vez, empezar de cero. En el año 2017, ese mismo proyecto que había sido aprobado por unanimidad finalmente fue reglamentado.»

«Siempre digo que mi hija algo tiene que haber dejado en su paso por la vida terrenal. Luché mucho para que no la olvidaran. Me puse esta causa al hombro.»

«Recuerdo que los primeros años recibía llamados de radios de los pueblitos más perdidos de las provincias y yo hablaba con todo el mundo; 5.30 o 6 de la mañana arrancaban las notas. Lo importante era que el caso fuera conocido hasta en los lugares más recónditos; que alguien me pudiera traer alguna pista, algo que me ayudara.»

«Creo que el haber logrado el banco de huellas… Que tampoco estoy conforme de cómo salió, que quiero ir por más, iremos por más los familiares de las víctimas. Quiero que sea algo como tiene la provincia de Mendoza, que tiene el banco de datos genéticos de delincuentes. En Mendoza un hombre entra denunciado por violencia de género y se le toma el ADN.»

«Ahí se descubrió en una oportunidad un violador serial ¿Quién lo denunció por violencia de género? Su propia esposa. Se le tomó la muestra y había sido el autor de seis violaciones que volvían locos a los investigadores. Mendoza tiene el banco de huellas más grande de América Latina, así que adviértase la importancia.»

«El perfil del ADN de [el expediente] Lucila fue enviado a los países limítrofes que tienen bancos de huellas: Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia. Como estos son seres [los criminales sexuales] que se mueven, itinerantes es la palabra, también puede estar [el homicida] fuera del país.»

«Hay convenios recíprocos entre las naciones que pueden compartir estos casos. Esas cosas me dan paz, me dan alegría, de pensar que mi hija me está dando fuerza para seguir. Creo que es lo más rescatable que puedo expresar en este testimonio.»