Angélica Matassa: «El barrio es el compañero que hemos tenido estos 20 años»
«Agradezco por todo lo que nos han dado», dice la mamá de Adrián, que tenía 23 años cuando fue víctima en 2001 del gatillo fácil del policía Juan de Dios Velaztiqui, junto a Maximiliano Tasca y Cristian Gómez, ambos de 25. El barrio porteño de Floresta desplegó varios homenajes a dos décadas del triple crimen.
17/1/2022
«En la madrugada del 29 de diciembre de 2001, en esta esquina de Gaona y Bahía Blanca el policía Juan de Dios Velaztiqui —a cargo de la custodia de la estación de servicio— asesinó con su arma reglamentaria a Maximiliano Tasca (25), Cristian Gómez (25) y Adrián Matassa (23). Los jóvenes estaban tomando algo e hicieron un comentario sobre unas imágenes en la televisión que mostraban el enfrentamiento entre manifestantes y efectivos policiales en Plaza de Mayo. Al escuchar a los jóvenes, Velaztiqui gritó ¡basta!, sacó su arma y los asesinó. En 2003 fue condenado a prisión perpetua por triple homicidio calificado».
Los caracteres blancos llenan el gran cartel negro de chapa que se eleva como una pancarta sobre dos pies de hierro. «Cristian Gómez, Maximiliano Tasca y Adrián Matassa», dice a manera de título sobre las fotos de las víctimas. «Memoria, verdad, justicia», se lee a la izquierda. «Argentina unida contra la violencia institucional», reza abajo a la derecha. «Secretaría de Derechos Humanos. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Argentina Presidencia». El mismo contenido puede contemplarse en ambas caras del letrero, erguido en la vereda del escenario de la masacre de Floresta.
El cartel inaugurado en la vereda del drama.
Bajo un sol abrasador y con una sensación térmica cercana a los 40 grados, Angélica Matassa, Elvira Torres y Silvia Irigaray, mamás de Adrián, Cristian y Maxi, lideraron el 29 de diciembre la inauguración del cartel y una placa. Acompañó a las tres mujeres una multitud nutrida de familiares, vecinos, representantes de instituciones civiles y autoridades oficiales. Sandra Bravo, testigo clave del hecho, fue una asistencia destacada entre los habitantes de la zona. El padre Julio Mendiguren, de la Parroquia de la Candelaria, aportó su bendición. También hubo personas de la Comuna 10, la Asamblea de Floresta y el Club Atlético All Boys.
Nora y Eduardo Iglesias, Silvia Fredes, Viviam Perrone e Isabel Yaconis estuvieron como miembros, igual que Silvia y Elvira, de la Asociación Civil Madres del Dolor. Horacio Pietragalla Corti, secretario de Derechos Humanos, participó en nombre de la Casa Rosada. Otros funcionarios presentes fueron Paula Penacca, diputada nacional, y Claudio Morresi, legislador porteño.
La jornada fue concluida con una misa en la Parroquia, una marcha de antorchas por las calles del barrio y un festival en la Plaza del Corralón. All Boys había abierto las dedicatorias el 27 de diciembre con el descubrimiento de otra placa en sus instalaciones. Esta cita fue protagonizada igualmente por los parientes de Adrián, Cristian y Maxi, acompañados por directivos de la entidad, allegados y vecinos.
La placa inaugurada en la vereda del horror.
«Escucho la campana»
«Agradezco primero y principal al barrio», dijo Angélica Matassa tras la inauguración del cartel y la placa en la vereda del drama, «es el único compañero que hemos tenido en estos 20 años; porque la verdad es esa; después, agradezco a Pietragalla, que ha venido; es un buen tipo, qué vamos a hacer, es buena persona; después, quiero agradecerles a todos y todas por todo lo que nos han dado estos 20 años».
«A la barra de All Boys; qué quieren que les diga, nos acompañó a todas las marchas, no se ausentó de una sola; cuando estaban por faltar los esperábamos; ellos llegaban después del partido, pero llegaban; a la prensa, que la verdad nos acompaña; al padre; cuando escucho la campana de la iglesia digo: ahí está Julio llamando; porque esa es la verdad; bueno, agradecerles, chicos, agradecerles».
«El papá de Adrián murió hace tres años, el día de San Expedito», recordó en diálogo con la Revista Cítrica. «Hasta el día de su muerte, si le preguntaban cuándo lo habían matado a Adriancito, él respondía con el número exacto de los años, los meses, las semanas, los días y las horas que habían pasado desde su asesinato. Llevó la ropa de su hijo en el baúl del auto, tal como se la dieron la noche de la Masacre y la tuvo durante años allí, hasta que vendieron el coche».
«Quiero decir otra cosa», agregó durante el homenaje en la vereda de la tragedia; «esto que se hizo hoy acá se tiene que hacer también por el Negro, Willy y Oscar, son los tres pibes de Budge, los tres pibes que mató la Policía [1987]; le quiero pedir a Pietragalla que haga lo mismo, porque el Negro, Willy y Oscar se lo merecen; tuvieron al Toto de abogado, Toto Zimerman; fue espectacular como abogado; lamentablemente, el Toto no llegó para que tengan la condena que tienen que tener».
«Este año, el 8 de mayo», le contestó el maestro de ceremonias, instruido por el secretario de Derechos Humanos, «vamos a hacer la misma acción por la masacre de Budge».
«Espiral incontenible»
«Bienvenidos al acto de señalizacion y homenaje a Maximiliano Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa», había dicho el presentador un rato antes, al iniciar el convite, «asesinados el 29 de diciembre de 2001 por el policía Juan de Dios Velaztiqui en lo que se conoció como la masacre de Floresta».
«Durante el mes de diciembre de 2001 explotó una crisis social, política, institucional y económica en todo el país; el plan económico de ajuste, privatizaciones y endeudamiento del Gobierno de la Alianza, avalado por el Fondo Monetario Internacional, llegaba a su fin; las últimas medidas económicas dictadas a principio de mes volcaron a la calle a miles de ahorristas que se sumaban a la protestas en todo el país de desocupados y desocupadas, y a las movilizaciones de barrios enteros a los hipermercados pidiendo comida».
Elvira Torres abraza a Sandra Bravo, la testigo clave; observa el padre Julio Mendiguren.
«Cada día, ante cada anuncio, había nuevas protestas; la crisis entraba en una espiral incontenible; en los barrios periféricos de las ciudades de todo el país comenzaron los saqueos; el 19 de diciembre, el entonces presidente de la Nación, Fernando de la Rúa, dictó el estado de sitio, provocando masivos cacerolazos y movilizaciones espontáneas en todas las esquinas y plazas del país».
«En la ciudad de Buenos Aires, los vecinos y vecinas fueron congregándose en la Plaza de Mayo; el Gobierno Nacional ordenó la represión y el desalojo de la Plaza de Mayo y más tarde los alrededores del Congreso de la Nación; esa noche, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, presentó su renuncia para descomprimir la situación nacional; por el contrario, las protestas continuaron».
«El día 20 de diciembre, la situación se agravó mucho más; hubo más protestas y más represión; hasta que finalmente esa tarde renunció De la Rúa; el saldo fue decenas de muertos y miles de heridos en todo el país; ese fin de año, esos días, argentina sufrió la crisis institucional más grave desde la recuperación de la democracia en 1983».
Pancarta colgada en la Plaza del Corralón.
«Tres cacos»
«La noche del 29 de diciembre de 2001, el país continuaba convulsionado», avanzó el relator; «el presidente era Rodríguez Saá; era el tercer presidente en diez días; esa noche, una multitud se encontraba protestando en la Plaza de Mayo; había nuevamente incidentes; Maximiliano Tasca, quien tenía 25 años, Cristian Gómez, también 25, y Adrián Matassa, 23, junto a otro amigo, Enrique Díaz, estaban a la madrugada en la estación de servicio de esta misma esquina».
«Había festejo: Maximiliano Tasca se había recibido hacía poco de licenciado en Relaciones Internacionales; estaba la televisión prendida; los canales de noticias transmitían los incidentes que horas antes habían sucedido en la Plaza de Mayo; las imágenes mostraban cómo un grupo de manifestantes golpeaban a un efectivo policial».
«Está bien, por los 33 que mataron el otro día, dijo en voz alta Maxi Tasca; ante lo cual Juan de Dios Velaztiqui, quien revestía como oficial auxiliar de la Policía Federal, prestaba servicio de seguridad en la estación y también se hallaba en el interior del local, se levantó y gritó ¡basta!; con su arma reglamentaria disparó a los tres jóvenes».
«Primero le dio a Maxi, siguió con Cristian y el tercero fue Adrián; Enrique se escapó y se salvó de milagro; los proyectiles no dieron en el blanco; Gómez estuvo vivo por unos segundos, pero el suboficial lo vio moverse y lo remató; Adrián falleció al día siguiente en el Hospital Álvarez; Velaztiqui intentó fraguar la escena: tiró un cuchillo, queriendo simular un intento de robo, pero el playero y la cajera lo desmintieron».
«Velaztiqui quedó detenido en la misma comisaría para la que prestaba servicio; mientras tanto, los canales de noticias informan que tres cacos fueron abatidos en Floresta; la reacción de los amigos de los jóvenes y de los vecinos y vecinas del barrio fue veloz, una masiva movilización a la Comisaría 43; la respuesta tampoco se hizo esperar y los efectivos policiales reprimieron con intención de dispersar la protesta; no pudieron; ese día, esa noche, todo Floresta repudió el asesinato de sus jóvenes; las movilizaciones exigiendo justicia se multiplicaron y se sostuvieron en el tiempo».
Homenaje en el Club Atlético All Boys.
«El trotador»
«Juan de Dios Velaztiqui era un policía que se había jubilado y reincorporado a la Policía Federal Argentina», continuó el locutor; «había tenido su minuto de fama durante la última dictadura militar; el diario Crónica lo había bautizado como el trotador; el 24 de octubre de 1981, en un partido contra Defensores de Belgrano, la hinchada del club Nueva Chicago desafió la dictadura militar cantando la Marcha Peronista en la tribuna durante el partido; ese día, unos 49 simpatizantes fueron arrestados por violar la censura».
«El jefe del operativo era Velaztiqui, quien tenía el cargo de sargento primero de la montada; el apodo de trotador surgió porque, estando detenidos, Velaztiqui obligó a los hinchas a correr con las manos en la nuca hasta la comisaría más cercana; les dieron golpes, patadas y topetazos con los caballos; en abril de 1985, mientras era denunciado por vejaciones por un grupo de abogados, el juez Ricardo Giudice Bravo no encontró nada raro en la agresión contra la hinchada de Chicago y lo absolvió; la inconducta tenía una pena de hasta un año y seis meses de prisión, más tres años de inhabilitación para ocupar cargos públicos».
Dina, tía de Adrián, Elvira Torres y Silvia Irigaray en el Club Atlético All Boys.
«Emblema de lucha»
«La lucha de las familias de los vecinos y vecinas del barrio, y de la asamblea de Floresta fue incesante», narró el maestro de ceremonias; «producto de esa lucha, Velaztiqui fue condenado a perpetua en 2003; por primera vez, un policía de la Federal recibió una pena perpetua por un caso de gatillo fácil; tenía 62 años cuando cometió los asesinatos, así que 10 años después del fallo recibió el beneficio de la prisión domiciliaria; Velaztiqui murió el 24 de julio del año pasado; la masacre de Floresta permanece hoy como un emblema de lucha y memoria en este barrio; todos los años los vecinos y vecinas homenajean a Adrián, Maxi y Cristian».
Angélica en su casa con una foto de Adrián (Revista Cítrica).
«Este año, al cumplirse 20 años del asesinato de los pibes de Floresta, la secretaría de Derechos Humanos de la Nación ha propuesto la colocación de un cartel de señalización por memoria, verdad y justicia, en el marco de un plan de señalizaciones de hechos de violencia institucional, para evitar la repetición de los mismos y evidenciar el repudio del Estado Nacional a los delitos cometidos por fuerzas de seguridad con las mismas armas que les provee el propio Estado».
«A 20 años de la masacre de Floresta, recordamos a Maximiliano Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa», dicen las letras negras esculpidas en la placa de mármol blanco descubierta a poca distancia. A su lado se encuentra el monolito puesto hace algunos años, que contiene una imagen de la Virgen de Luján y retratos de los tres pibes. «Presentes ahora y siempre», agrega la inscripción. «Homenaje de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires».
«Adrián, Cristian y Maxi presentes ahora y siempre», gritó una voz femenina al terminar la inauguración del cartel y la piedra; «ahora y siempre», respondieron los congregados. «Adrián, Cristian y Maxi presentes ahora y siempre», volvió a escucharse el grito anónimo; «ahora y siempre», contestó otra vez la multitud.