¿Alcanzará algún día verdad y justicia el enigma de Gerardo Sueldo?
4/9/2024
por Lucio Casarini
El obispo de Santiago del Estero se despidió de este mundo hace hoy 26 años. Perdió la vida de forma abrupta y macabra en un arcano episodio vehicular nunca investigado. Ocurrió en un contexto de notoria violencia contra el pastor por el régimen de Carlos Arturo Juárez. Numerosas voces, incluidos familiares, expertos y autoridades, reclaman una pesquisa.
«No solo nos interesa decirle a su santidad que en la Argentina hay pobres, sino que en muchas regiones, como Santiago del Estero, la pobreza no es algo circunstancial, sino que está fomentada desde el poder», le franqueó Gerardo Eusebio Sueldo, flamante obispo de esa diócesis, a Juan Pablo II en 1994 en el Vaticano. El pastor argentino, ataviado con sotana negra, más faja y solideo —casquete— violetas, como establece la rigurosa etiqueta clerical, fijó sus ojos castaños en los azules del jefe máximo de la Iglesia Católica, que lo superaba media cabeza en estatura. El pontífice polaco, con su amplia frente rosada y sus cabellos tan blancos como el atuendo papal, era por entonces una de las figuras insignes del planeta. La revista estadounidense Time publicará su rostro en la tapa del último número de la temporada con el título: «Hombre del año».
A su regreso de Roma, Sueldo se convirtió gradualmente en el mayor crítico de la coyuntura santiagueña, dominada por el caudillo Carlos Arturo Juárez. A través de su prédica, señaló el «estilo feudal» de las autoridades y la voluntad de estas «de imponer la cultura del miedo». En 1995 encontró la siguiente advertencia en su teléfono: «Ni la misericordia de Dios va a salvar al obispo». Intimidaciones como esa y otras que le hacían en persona sujetos anónimos, generalmente en la calle, se volvieron cotidianas. Igual que las escuchas ilícitas de sus comunicaciones y las de sus allegados, la presencia de extraños en los sitios en los que desarrollaba su trabajo, la grabación clandestina de sus sermones y las notas solicitadas en los periódicos que respondían a su oratoria con difamaciones.
Haciendo caso omiso de las arremetidas, el prelado instó al pueblo a «no perder la dignidad por la obsecuencia y el servilismo frente al poder de todo tipo», y advirtió que en la comarca se iba «profundizando una cultura de la dependencia y el sometimiento». En simultáneo, sufrió episodios puntuales de singular saña, como seis sugerentes robos en su residencia y la agresión tangible de la Policía, que lo golpeó en la vía pública mientras intentaba mediar en una protesta de un grupo de trabajadores.
La esgrima vehemente entre las agallas de monseñor y el encono velado u ostensible en su contra se detuvo de forma abrupta y macabra el 4 de septiembre de 1998. El eclesiástico iba al volante de su Renault 19 gris de noche por la Ruta Nacional 9 llegando a la capital provincial, escoltado por un par de sacerdotes subalternos, cuando misteriosamente perdió el control del vehículo, que impactó dos pilotes de una alcantarilla y dio numerosos tumbos. El coche resultó destruido y Sueldo expiró un par de horas después. La ausencia de una autopsia impide saber de manera fehaciente la causa del deceso.
María Luisa Cárdenas de Infante, jueza responsable, delatará presiones escandalosas para cerrar el sumario sin llevar a cabo la pesquisa, que quedó pendiente. En consecuencia, los dos acompañantes, que salieron ilesos, se vieron privados de testificar ante la Justicia. Uno es Jorge Ramírez, que supuestamente iba de copiloto y se ha mantenido en silencio. El otro es Marcelo Trejo, que según narra se encontraba en el asiento trasero y es la voz del único relato presencial conocido.
Este en 1997 había sido designado titular de la novedosa Secretaría Diocesana de Derechos Humanos. Desde ese rol, había recogido cuantiosas denuncias sobre el terror reinante. En los archivos de la original dependencia, creada por decreto de Sueldo con funciones de las que se habían desentendido los organismos gubernamentales, se amontonaban los casos de violencia institucional, con brutalidades como detención ilegal, tortura, desaparición y homicidio, entre otros delitos.
Golpes en la nuca
«Sufrió serias lesiones a nivel cerebral, lo que le provocó un estado de coma grado cuatro debido a un coágulo en el cerebro», diagnosticó el doctor Alejandro Gómez Jensen sobre la muerte de Sueldo, que ocurrió en el sanatorio San Francisco de la capital santiagueña. «Sufrió un paro cardio respiratorio del que logramos sacarlo y luego otro que fue fulminante», detalló el galeno, jefe de Neurología. «Se observaron lesiones cerebrales que comprometían la vida del paciente y un hematoma grande que obligaba a una cirugía inmediata».
«Se le efectuó una tomografía que dio como resultado un enorme coágulo en la región del cerebro además de múltiples golpes en la nuca y un coma profundo, de manera que el estado era más que delicado», declaró Marta María Lobo de Hourcade, secretaria de prensa de la diócesis. «Se intentó una cirugía de urgencia, pero antes de ingresar y comenzar esta sesión se produjo un paro cardio respiratorio en el que falleció el obispo».
«Siempre alguien ve»
»Me ordenaron que cerrara la causa», fueron las palabras de María Luisa Cárdenas de Infante, dichas a la prensa en 2004, después de ser exonerada; «además del auto volcado con un aparente accidente, a mí me extrañó la presencia de gente de Seguridad, de Inteligencia, ¡en un accidente!; Seguridad dependía en ese momento de [Jorge Alberto] D’Amico y de [Antonio] Musa Azar; como no eran los policías con los que trabajábamos siempre, los identifiqué muy fácilmente; me extrañó que estuviesen en un accidente, porque normalmente no lo hacían; lo tomé como que, bueno, era el obispo el que estaba en ese lugar; pero después, no sé, pienso que es extraño; mencionaban una tropilla de caballos; en realidad había excrementos de caballos cerca; hablaban de los caballos, de un atentado; el obispo no tenía nada, no tenía un rasguño, lo único que tenía era un pequeño hundimiento en la frente; las pericias que se hicieron determinaron que habría sido el auto que lo golpeó; yo le pagué el perito, si no, no hubiese podido ni siquiera tener esa pericia, que es lo único que hay; los funcionarios de la Iglesia se opusieron en su momento a la autopsia; podía haber pasado por sobre ellos, pero había ya tanto lío: nos corrieron del velorio, del entierro y era natural; pero, en cuanto a la investigación, no pudimos avanzar; frente a las versiones de los caballos: jamás pude investigarlas, porque no tenía ni un policía para buscar testigos, para buscar a alguien, porque alguien siempre ve; no se pudo hacer; no me dieron los medios, no me dieron bolilla; incluso me decían: bueno, doctora, termínela con eso; recibí reprimendas por querer investigar; varias veces fui a decirle expresamente: mire quién es que ha muerto», develó su diálogo con el titular del Tribunal Superior santiagueño, Ernesto Nicolás Kozameh; «la respuesta siempre era: ya está, doctora, ya está; sabemos quién es el que ha muerto; esa era la reprimenda: ciérrela, termínela con esa causa; había una presunción de que no había sido accidente normal; no teníamos elementos a analizar, salvo el auto; al cerrar la causa, dejé constancia de que por un motivo que no se pudo establecer perdió el control del rodado».
«Había un caballo»
—Había un caballo en la mitad de la ruta, puesto así, cruzado —relata el padre Marcelo Trejo, tomando un café en una confitería de Santiago del Estero—; lo logramos esquivar, pero inmediata y consecuentemente nos encontramos con un pilote de la alcantarilla; es este movimiento y la inercia del segundo movimiento; si no estuvieran esos dos obstáculos simultáneamente, pienso que es una de las grandes dudas, vaya a saber; yo soy el que veo el caballo; Sueldo iba sin cinturón, que aquí era habitual para todos; el obispo sale despedido, no sé por dónde; puede ser por el parabrisas; ni yo ni Jorge Ramírez nos hacemos absolutamente nada, porque yo me tiro para abajo y Jorge tenía puesto el cinturón; cuando empiezo a reaccionar pregunto: fulano, fulano; empezamos a buscar a Sueldo; estaba atrás, cuatro o cinco metros atrás; o sea que en una de las vueltas sale despedido; no puedo decir que fue un atentado, como tampoco puedo decir que fue un accidente normal; yo venía adentro; mientras que no haya una cosa externa, que alguien verifique, no lo puedo hacer; ni lo uno ni lo otro; puedo tener mi inclinación, pero no lo puedo confirmar; en algún momento habrá algo o alguien que pueda decir una palabra mucho más confirmante de esto, una palabra que vuelva a abrir el proceso con seriedad; cuando algún tipo tenga un cáncer, se esté muriendo, va a golpear la puerta de una iglesia y va a decir lo que tiene que decir; así va a ser; cuando sepas que es tu límite de vida y que tienes pasado mañana que encontrarte cara a cara con Dios y tienes un obispo muerto de por medio, todo esto se precipita.
—El Gera tenía consciencia del riesgo que corría, estaba jugado, sabía que lo iban a matar —aclara Carlos Sueldo, uno de los hermanos del fallecido, mencionando el apodo con que llamaban a este en la intimidad (también le decían Gerita) y compartiendo unas empanadas en el comedor cocina de su casa de San Miguel de Tucumán—; tenía una herida en la cabeza; eso fue una piedra, había una sola; lo sé porque después caminamos por acá y por allá; con ese objeto lo liquidaron.
—Su caso es parecido al de Enrique Angelelli —compara Pedro Enrique Sueldo, alias Rico, otro de los hermanos, por teléfono desde su casa de Belén, Catamarca, pueblo de la infancia de monseñor—; fue un trabajo de personal de inteligencia del Estado provincial; la última vez que vi a Gerardo, unos días antes de la tragedia, fue un momento singular; mi hermano estaba inusualmente emocionado, sensible; cuando nos despedimos hasta lagrimeó; era algo muy raro en él, jamás lloraba; en ese momento me dejó perplejo; ahora intuyo que de alguna manera se estaba despidiendo, porque se la veía venir.
—Me voy a morir y no me voy a convencer de que fue una situación accidental —se angustia José Miguel Sueldo, otro hermano, conocido en la familia como Bocha, en su living, en el mismo Belén.
—Sueldo es un mártir —define el padre Sergio Lamberti, discípulo del prelado—; de hecho, desde el área que animo, que es la pastoral social y la Secretaría de Derechos Humanos, hemos sido los primeros en sugerir eso —cuenta mientras ceba el mate en el estudio radial de su iglesia, donde conduce un programa cotidiano; después del fallecimiento del obispo sucedió a Trejo al frente de la Secretaría—; es un paño enorme que tenemos con el rostro; lo titulamos abajo: monseñor Gerardo Sueldo, profeta y mártir de la iglesia santiagueña; porque más allá de los detalles del accidente y de la causa de su muerte, se puede hablar de martirio durante su vida, por la persecución que sufrió; además, bueno, del agregado de algunas cuestiones llamativas en torno a la muerte trágica.
—Los símbolos de la violencia del juarismo son Musa Azar, Jorge D’Amico, Néstor Ick —precisa María Celeste Schnyder, politóloga, en su despacho de la Universidad Nacional de Santiago del Estero—; hay una línea entre hechos violentos sucesivos de gran impacto: las muertes de [César Eusebio] Iturre [exgobernador fallecido de forma enigmática en 1997], Sueldo y La Dársena [asesinato de Leyla Bshier Nazar y Patricia Villalba en esa localidad en 2003], además del episodio de [Juan Carlos] Maccarone [sucesor de Sueldo; renunció en 2005 por un escándalo sexual; fue filmado intimando con un hombre]; el caso más investigado fue el de La Dársena, que probablemente fue perpetrado por los mismos actores que realizaron los otros; esta visión es compartida por la enorme mayoría de los habitantes; la gente nunca consideraría que se trata de deducciones forzadas.
—Para mí lo han limpiado, para mí lo han matado —elucubra Luis Garay, sobreviviente de crímenes de Estado en la década de 1970, compartiendo un café en el Instituto de la Memoria de Santiago del Estero, que dirige—; si yo tengo que sacar alguna conclusión, es esa; era un enfrentamiento que podía terminar en su muerte, ya sea provocada o no; no hay investigación judicial, no se ha podido demostrar; la situación era de mucha violencia, de mucho enfrentamiento; hacía previsible una finalización del proceso de esa manera; ha habido un gran silencio por parte de la Iglesia Católica; hasta podríamos decir una falta de colaboración directa de la Iglesia.
—Sueldo fue asesinado —afirma Luis Andrés Lupieri, expolicía y ayudante del difunto, compartiendo una pizza en un bar—; alguien puso un caballo justo en el camino; Musa Azar armó todo y los ejecutores son los integrantes del mismo grupo de tareas del doble crimen de La Dársena; son cuatro o cinco personas dedicadas a hacer ese tipo de cosas; Sueldo tenía grandeza, por eso iba contra cualquiera, sin importarle nada; sus homilías eran directas, provocaban reacciones a favor y en contra; lo que él quería era ocupar la posición de pastor, con un rebaño que lo necesitaba en ese momento; veníamos del Santiagueñazo [revuelta popular de 1993 que provocó la intervención federal]; veníamos de una situación crítica.
—Hablar de un plan para matar a Sueldo no es descabellado —dice Ricardo Cárdenas, asimismo colaborador del fallecido, mateando en su imprenta de la misma urbe—, porque la Iglesia era controversial, molestaba al Herodes de turno, decía Sueldo; supongamos que esto no haya sido un accidente, que haya sido un episodio provocado; aunque no necesariamente quería ser un mártir, quería entregar la vida, instituirse en una autoridad distinta.
—Venían informando por donde transitaba el obispo —revela Juan Carlos Storniolo, juez del fuero penal y ayudante estrecho de monseñor, compartiendo el desayuno en la terminal de ómnibus santiagueña—; la Policía por ejemplo decía: pasa por Termas de Río Hondo; le hacían el seguimiento, sabemos por integrantes de la misma fuerza; no se efectuó la autopsia, que es esencial, y por eso uno no puede establecer el motivo de la muerte; Sueldo no tuvo grandes problemas con el accidente, pero después se agrava cuando llega esa gente, que se ignora quiénes eran; lo pusieron en la ambulancia vivo y llegó al sanatorio y ahí no sabemos qué pasó; ha metido la mano Musa a través de la cuadrilla que ha enviado antes de que arribe la ambulancia; en esa época aquí estaba el gobierno juarista; por un lado estaba D’Amico y por otro Musa Azar; ellos eran los que operaban en el distrito y los que ordenaron o mandaron a ver el siniestro.
Madres del Dolor
—Ustedes son las madres del dolor, porque sufren por sus hijos asesinados, como le pasó a la Virgen María —se dirigió el padre Trejo a un grupo de ciudadanas el 9 de julio de 1998 durante una misa en la ciudad de Frías. La frase alude a una tradición de la Iglesia Católica expuesta en portentos como La piedad, la escultura de Miguel Ángel, y que en esta zona conserva reliquias del período colonial. Por caso, una imagen tallada en madera de la Virgen de los Dolores que perteneció a Mamá Antula, la lugareña honrada como santa.
La celebración hecha por el cura había sido antecedida por una de las marchas del silencio que aquellas señoras, vecinas comunes y corrientes, hacían para exigir justicia por sus vástagos presa de la iniquidad. El reclamo de ese día se concentró en Raúl Sabag, estudiante de Medicina víctima de homicidio. Días después, las mismas manifestantes volvieron a peregrinar compungida y pacíficamente, aunque ahora ataviadas con delantales de color blanco en los que se leía «Madres del Dolor». De esta manera, hacía su presentación en sociedad el primer proyecto civil inspirado en la enseñanza de Gerardo Sueldo y su Secretaría Diocesana de los Derechos Humanos. Además de por el nombre, la cohorte femenina será distinguida por su apotegma: «No confiamos en la Policía, no creemos en la Justicia».
—La violencia sigue igual que siempre —delata Margarita González, alias Maga, una de las fundadoras de las Madres del Dolor de Santiago del Estero, en su tienda de comestibles artesanales, en un mercado de la capital provincial—; por eso ahora hay nuevos familiares en las calles —agrega la mujer, progenitora de José Luis González, que tenía 15 años cuando en 1997 fue ultimado por un policía.
—Somos las nuevas Madres del Dolor santiagueñas —se presenta Patricia Carolina Isorni, mamá de Franco Nicolás (estudiante de 23 años fusilado en 2020 asimismo por agentes estatales), durante una marcha de reclamo de justicia cerca de allí—; tengo la foto del disparo que mi hijo recibió en la cabeza; sin embargo, la causa está cerrada.
—Grabé cuando mi hijo estaba ahí, en la Comisaría, y me gritaba Má…, me gritaba fuerte, pidiéndome ayuda, …sacame de aquí, que me están matando —cuenta Laura Elizabeth Coronel, mamá de Mauro Exequiel, vendedor ambulante de 22 años torturado hasta la muerte también en 2020 por policías de la capital provincial; es otro horror impune—; me partió el alma, me quise morir en ese momento.
Maga hace un esfuerzo de memoria y enumera a las demás iniciadoras: Teresa Prola de Vidal, apodada Bambina; Eva Clariá de Sabag, mamá de Raúl; Ángela Ibáñez de Trejo, alias Monona; Irma de Rojas; Mercedes Guayama; Marta Cuéllar; Blanca Vallejo; Claudia Eliana Clemente; Norma Molina; Victoria Patricia Albornoz; María Vanesa Albornoz; María Lilia Sosa; María Susana Miquea; Roxana Pamela Palavecino; Lidia Coria de Gómez; Petrona Barraza de Rojas; María Paula Rojas; María de Saracco; Luisa Aranda; María de Brandan; María Lobos de Soria; Alicia de Ledesma; María de Domínguez; Mónica Abdala de Salomón.
La notoriedad de las protestas andariegas, que se sucedieron hasta mediados de la década de 2000, fue robustecida con dos maniobras de difusión. Una fue El rinconcito de las Madres del Dolor, espacio de radio conducido semanalmente por Jorge Eduardo Vidal, esposo de doña Bambina, ambos padres de Pablo, adolescente muerto de un balazo impune. Las transmisiones, en las que colaboraba Luis Lupieri, se hacían desde la emisora de frecuencia modulada de la parroquia del Espíritu Santo, en la capital santiagueña. El otro proyecto periodístico fue La Verdad, gaceta quincenal creada y dirigida por el mismo Vidal que puede considerarse un hito en la prensa de la comarca por el coraje de sus investigaciones.
Acorde con la peripecia de Sueldo, estas damas sufrieron un hostigamiento constante. Un juez llegó a acusarlas, disparatadamente, de constituir una asociación ilícita e incluso una célula terrorista. Los apremios se prologaron hasta 2003, cuando ellas y otros sectores perseguidos fueron visitados por observadores de la Casa Rosada y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Los informes de estas inspecciones provocaron tal resonancia que en 2004 el Congreso de la República ordenó intervenir la provincia.
Memoria, verdad y justicia
Antes del desenlace, que supuso un jalón apreciable para la democracia argentina, el rótulo de estas ciudadanas intrépidas había comenzado a reproducirse. «¿Qué nos pasa?», inquirió Santo Biasatti en 2003 en el noticiero de Canal 13, que se emitía desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. «Todos tenemos temor por nuestros pibes», agregó, con un mapa del país como telón de fondo y el himno nacional como banda sonora. A continuación, el periodista entrevistó a varias señoras que presentó como «las Madres del Dolor»: Isabel Yaconis, Marta Canillas, Emilce Peralta y Elsa Schenone. Las cuatro eran amas de casa cuyos hijos habían sido liquidados en la Capital Federal y sus alrededores, a unos mil kilómetros de las calles que caminaban sus predecesoras santiagueñas. El presentador acababa de participar de un fenómeno, la replicación del nombre Madres del Dolor, que en el futuro se extenderá por toda la Argentina. Como cierre del segmento televisivo, Biasatti leyó una cita de «Ada Morales, la madre de María Soledad» e invitó a la audiencia a sumarse a «las marchas y el silencio de estas mujeres que solo piden verdad y justicia».
Ada Rizzardo de Morales también era una simple ama de casa cuando en 1990 se produjo el homicidio de la segunda de los siete hijos que tuvo con su esposo Elías. El cuerpo de la gurisa de 17 años apareció calcinado, con múltiples vejaciones sexuales y una sobredosis de cocaína suministrada de forma endovenosa. Las más de 60 marchas del silencio que lideró el matrimonio en su ciudad, San Fernando del Valle de Catamarca, provocaron en 1991 la intervención de la provincia. En 1998, Guillermo Luque, hijo de un exdiputado nacional, fue condenado por violación seguida de muerte. Otro joven, Luis Tula, fue considerado entregador. Las sentencias serían acordes con la hipótesis de que María Soledad fue víctima de los llamados hijos del poder, entre ellos un sobrino de Ramón Saadi, gobernador catamarqueño en el momento de la atrocidad.
—Sole se despidió de nosotros el 7 de septiembre de 1990 acá, en esta entrada —recuerda Ada en su domicilio de la localidad catamarqueña de Valle Viejo—; estábamos sentados; me dio un beso y me dijo: chau, Mami, hasta mañana; Elías la llevó en la camioneta de mi papá, una Ford 100; la dejó en el lugar [una discoteca donde la chica y sus compañeras recaudaban fondos para la excursión de egresadas]; ella estaba contenta, feliz, alegre; siempre recuerdo la dicha que tenía porque iba a recibirse y hacer el viaje de fin de curso; manos asesinas le truncaron su vida; por el egoísmo de los hombres le arrancaron la existencia; Sole quería ser maestra jardinera; sus hermanas más chicas, que son mellizas, tenían cinco años cuando ella murió y me ayudó a criarlas; mi hija seguramente sería mamá, yo tendría hermosos nietos de parte de ella; Sole está en el recuerdo del pueblo permanentemente, se habla todo el tiempo; siempre me pregunto qué tuvo mi hija que movilizó a tanta gente; ella nació con una estrella; tuvimos que esperar más de ocho años para que se hiciera un poquito de justicia, un 25 por ciento; condenaron a dos nada más, pero se sabe que hubo muchos más involucrados; quedaron unos cuantos a la orilla del camino a quienes deberían haber sentenciado; ahí me enteré del estado en que habían dejado a mi hija, por los forenses; en el encubrimiento hubo bastantes, la Policía de Catamarca participó.
—El caso María Soledad fue una etapa que cambió mi misión en la Iglesia —explica Martha Pelloni, la monja compinche de batalla de Ada—; nunca pensé que podía algún día ser una referente creíble; la sociedad aprendió a expresar demandas de justicia en protestas ciudadanas con distintas metodologías —continúa desde su convento de Santos Lugares, en el Gran Buenos Aires—; las mujeres comenzaron a organizarse según las necesidades que exigen reclamo colectivo; varias entidades civiles como la Red Infancia Robada han nacido con objetivos y metas para cubrir estragos como los abusos a niños, violencia de género, trata y prostitución.
Para el brete en que Ada y Elías se vieron arrojados a liderar la queja masiva por el drama de su pichona, las Madres y las Abuelas de Plaza Mayo eran famosas mundialmente, con sus pañuelos blancos sobre la cabeza y su lema «memoria, verdad y justicia». Las manifestaciones de ellas en el ágora de la que habían tomado el apelativo se remontaban a 1977. Su experiencia había sido, asimismo, la de ciudadanas ordinarias lanzadas imprevistamente a la vida pública; en su caso, para buscar a los argentinos desaparecidos por la dictadura. Al principio, se aglutinaron espontáneamente frente a la Casa Rosada con la esperanza de ser recibidas por los jerarcas militares. Hasta que la Policía les ordenó circular de a dos, porque el estado de sitio prohibía las reuniones de tres o más individuos. Así, por una disposición de quienes habían secuestrado y asesinado a sus hijos, comenzaron las célebres rondas de estas mujeres.
Fuentes
El cronista visitó Santiago del Estero por primera vez en 2017 inducido por Storniolo y Schnyder, que le facilitaron una serie de entrevistas. Desde entonces, ha frecuentado el distrito cada aniversario de la tragedia de Sueldo y ha recorrido otros destinos siguiendo el rastro del pastor: Tucumán, Catamarca, Salta y La Rioja.
Las expresiones del personaje central están en la prensa («La voz…», Página 12) y el libro Ministerio profético y reino, que recopila sus homilías en la diócesis. La indumentaria en el encuentro con el Papa está reglamentada, evidencia el Consejo Episcopal Latinoamericano (Capítulo IV. Vestiduras e insignias del obispo, pp. 39-43). Juan Pablo II fue portada de Time el 26/12/1994.
Los ataques de diferente tipo que soportó Sueldo fueron referidos por los entrevistados y además han tenido repercusión en las noticias («Pedirán que…», Télam, y «La voz…», Página 12). El libro de Dargoltz y otros permite vislumbrar el clima político. Lo mismo puede decirse de los textos de Schnyder y Picco.
La narración de la tragedia tiene algunas falencias que el autor confía salvar en el futuro. Una es la inaccesibilidad del expediente judicial, del que nadie da pistas ciertas; ni los familiares del difunto, ni el abogado que los asesoró (Luis Horacio Santucho), ni los colaboradores de la víctima, ni los numerosos funcionarios inquiridos, entre los que se destacan varios jueces. Otra carencia es el silencio de Jorge Ramírez. Otra el hermetismo de sectores de la prensa; El Liberal, diario histórico, restringe el acceso a su archivo.
Asumiendo estos vacíos, el relato se basa en las personas consultadas, en primer lugar Trejo y los deudos de la víctima, y los periódicos locales (se destaca «Santiago de luto», El Liberal). La prensa nacional también hizo eco (dos ejemplos: «Pedirán que…», Télam; «Honda conmoción…», La Nación). Una deposición neurálgica suplementaria es la de Cárdenas de Infante (Dandan, Alejandra…, Página 12). Las alocuciones de Gómez Jensen y Lobo de Hourcade están igualmente en las noticias («Santiago de luto», El Liberal).
En la cobertura de El Liberal se destacan la infografía de la tragedia y las fotos del vehículo destruido. La infografía (4/9/1998) es fiel a la versión del caballo. Las tomas del coche permiten contemplar los cristales pulverizados, el parabrisas volcado sobre el manubrio (7/9/1998) y una llamativa perforación en la puerta del conductor (4/9/1998).
La creación y la naturaleza de la Secretaría Diocesana de Derechos Humanos son explicadas por el libro de Storniolo (cap. 5: Táctica). El plantel fundacional incluyó a este, Trejo, Aníbal Vicente Aguirre, Silvia Beatriz Sosa —ambos también abogados— y Javier Baudino.
El surgimiento de las Madres del Dolor, sus iniciativas y el rigor que padecieron son descriptos por el volumen de Storniolo (ídem) y la tesis de Únzaga. La primera movida de estas señoras fue una marcha encabezada por los padres de Pablo Vidal el 29/5/1998 en la localidad de La Banda. El reclamo concluyó con una misa celebrada por Sueldo. La frase de Trejo en la predicación del 9/7/1998 fue recordada por este.
Los delantales blancos fueron propuestos por Monona Trejo, que usaba esa prenda en su emprendimiento comercial, una rotisería, cuenta Únzaga. La imagen de la Virgen de los Dolores que perteneció a Mamá Antula es mencionada por el periodismo (Soria de…, El Liberal); la santa fue devota fervorosa de la advocación («Las cartas…», La Nación).
La progenitora de Franco Isorni integra el Comité de Lucha contra la Injusticia y la Impunidad de Santiago del Estero. La acompañan Sonia Córdoba, Carina y Juan Jaimes, Lily Gallo, Lily Godoy, Berta Costas y numerosos familiares de víctimas. Laura Coronel y otras demandantes contemporáneas también son consideradas Madres del Dolor santiagueñas. El cronista ha dialogado con cada uno.
Los fundamentos de la intervención federal de 2004 son desarrollados por el Ministerio de Justicia de la Nación (Informe Santiago…). Storniolo vuelca el contenido de ese dictamen en su escrito (ídem) y lo contextualiza. Los diarios ofrecen igualmente abundantes referencias (por caso: Gutiérrez, Alfredo…, Clarín).
Musa Azar y D’Amico eran jefes de Inteligencia y Seguridad, respectivamente. El primero había hecho carrera en la Policía y el segundo en el Ejército. Ambos coordinaron la violencia juarista desde la década de 1970 hasta la caída del régimen, en 2004. Participaron en el terrorismo de Estado antes y durante la última dictadura. Posteriormente, los dos acumularán condenas a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Además, Musa, fallecido en 2021, fue declarado responsable del doble crimen de La Dársena. Juárez expiró en 2010 sin sentarse ante un tribunal (algunas noticias al respecto: Gutiérrez, Alfredo…, Clarín; Rodríguez, Julio…, Clarín; Rodríguez, Leonel…, La Nación; «Murió Carlos…», Clarín). Nina Aragonés de Juárez, asimismo gobernadora, falleció en 2023.
La emisión de Biasatti está en los periódicos («El dolor…», Clarín). Peralta es mamá de Diego, que tenía 17 años cuando fue asesinado por secuestradores extorsivos en el Conurbano (Rodríguez, Carlos…, Página 12). Schenone es mamá de Marcos, que contaba 23 cuando fue muerto por un criminal también en el Gran Buenos Aires (Kablan, Paulo…, Diario Popular).
El caso María Soledad fue consultado en los libros de Morandini y Rey/Pazos. El drama ha tenido además amplia cobertura noticiosa (dos ejemplos: Leyba, Daniel…, Clarín; Messi, Virginia…, Clarín). La respuesta de Pelloni fue por correo electrónico.
La forma en que se iniciaron las rondas de las Madres de Plaza de Mayo es recordada por Gorini (Primera parte: Las locas, pp. 57-167; y Segunda parte: Desde la plaza al mundo, pp. 181-133).
Bibliografía
Libros
Dargoltz, Raúl, y otros. Monseñor Gerardo Sueldo. Al servicio de los que tienen la vida y la fe amenazadas. Instituto San Martín de Porres, Santiago del Estero, 2001.
Gorini, Ulises. La rebelión de las madres. Norma, Buenos Aires, 2006.
Morandini, Norma. Catamarca. Cuando el tirano cae, su poder termina. Cuando la víctima muere, su poder empieza. Planeta, Buenos Aires, 1991.
Picco, Ernesto. Medios, política y poder en Santiago del Estero. 1859-2012 (tesis de doctorado en Comunicación Social por la Universidad de Buenos Aires). Indes, Santiago del Estero, 2012.
Rey, Alejandra, y Pazos, Luis. No llores por mí Catamarca. La intriga política de un crimen. Sudamericana, Buenos Aires, 1991.
Storniolo, Juan Carlos. Monseñor Gerardo Sueldo. Profeta, mártir, derechos humanos. Viamonte impresos, Santiago del Estero, 2022.
Sueldo, Gerardo. Ministerio profético y reino. Instituto San Martín de Porres, Santiago del Estero, 1999.
Academia
Schnyder, María Celeste. Política y violencia en la democracia argentina. La democratización subnacional a raíz de las prácticas partidarias y los usos de la Policía durante el juarismo en Santiago del Estero (tesis de doctorado en Ciencia Política). Universidad Nacional de Rosario, 2011.
Únzaga, Mónica Valeria. Reivindicaciones, estrategias y luchas. Un estudio sobre las Madres del Dolor en Santiago del Estero (tesis de licenciatura en Sociología). Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Santiago del Estero, 2005.
Documentos
Consejo Episcopal Latinoamericano. Ceremonial de los Obispos. Celam, Bogotá, 1991.
Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación. Informe Santiago del Estero. 9/2003.
Prensa
Dandan, Alejandra. «Me ordenaron que cerrara el caso». Página 12, Buenos Aires, 25/2/2004.
«El dolor de las otras madres». Clarín (Espectáculos), Buenos Aires, 15/7/2003.
Gutiérrez, Alfredo. «Los Juárez quedaron presos y Lanusse asumió en Santiago». Clarín, Buenos Aires, 2/4/2004.
«Honda conmoción por la muerte de monseñor Sueldo». La Nación, Buenos Aires, 5/9/1998.
Kablan, Paulo. «Un beso, celos y un ataque que terminó en crimen». Diario Popular, Buenos Aires, 12/8/2015.
«La jueza niega versiones sobre el accidente de Sueldo». El Liberal, Santiago del Estero, 7/9/1998.
«La muerte de Sueldo sigue bajo un manto de misterio y dudas». El Liberal, Santiago del Estero, 5/1/2009.
«La voz de los silenciados en Santiago». Página 12, Buenos Aires, 25/2/2004.
«Las cartas de Mama Antula, joyas de la primera escritora argentina». La Nación, Buenos Aires, 23/2/2024.
Leyba, Daniel. «Muerte, escándalo y marchas del silencio que voltearon a una dinastía». Clarín, Buenos Aires, 15/3/2011.
«Madres del Dolor piden a la magistrada que se aparte de una denuncia». La Verdad, Santiago del Estero, 20/10/2000.
Messi, Virginia, y otros. «Condenaron a 21 años de prisión a Guillermo Luque y a nueve a Luis Tula». Clarín, Buenos Aires, 28/2/1998.
«Murió Carlos Juárez, caudillo y rostro del poder en Santiago del Estero durante 50 años». Clarín, Buenos Aires, 3/7/2010.
«Pedirán que se investigue nuevamente la muerte del obispo santiagueño Gerardo Sueldo». Télam, Buenos Aires, 23/2/2004.
«Pope John Paul II, Man of the Year». Time, New York, 26/12/1994.
Rodríguez, Carlos. «Fuerte condena por el crimen de Diego Peralta». Página 12, Buenos Aires, 30/11/2010.
Rodríguez, Julio, «Juárez, preso y procesado por desapariciones en los 70». Clarín, Buenos Aires, 6/1/2008.
Rodríguez, Leonel. «Condenan a Musa Azar a otra prisión perpetua». La Nación, Buenos Aires, 6/12/2012.
«Santiago de luto». El Liberal (edición especial), Santiago del Estero, 4/9/1998.
Soria de Neder, María Inés. «La Dolorosa, imagen que acompañó a Mamá Antula». El Liberal (Viceversa), Santiago del Estero, 30/10/2016.
«Un año de lucha». La Verdad, Santiago del Estero, 29/5/1999.
Citas y signos
La manera de reproducir los dichos de otros suele cambiar con los autores, los géneros y las tradiciones; por eso, quizás sea útil argüir el criterio usado aquí, que involucra tres marcas ortográficas prominentes:
1. Guión de diálogo o raya (—): Acompaña las declaraciones recogidas en persona, sea cara a cara o mediante algún sistema de comunicación, como el teléfono o internet. Las citas directas refieren palabras del entrevistado y las indirectas reproducen expresiones de un tercero. Una función alternativa de esta herramienta es encerrar oraciones aclaratorias.
2. Comilla doble (“): Distingue aquellas alocuciones extraídas de registros publicados, que pueden ser de variada naturaleza. La bibliografía anexa propone las siguientes categorías: libros, academia, documentos, prensa, internet y audiovisual. Otro cometido particular de este recurso, acorde con el uso más habitual o común, es envolver los títulos de las repercusiones periodísticas.